La casa de mi tía
La angustia abrumadora por la agresión ultraliberal hace que algunas de las pocas buenas noticias que también ocurren en el mundo pasen inadvertidas. Pero lo que ha pasado en Uruguay, el paisito querido, es algo que debe comentarse, celebrarse, reflexionarse. En estos tiempos dominados por los ricos, para quienes el único valor respetable es el dinero, se tolera y se alienta el gigantesco negocio de la droga. Un negocio que es fuente de dolor, explotación humana y enfermedad, a la vez que genera descomunales cantidades de dinero que, refugiandose en los criminales paraísos fiscales, se une a los procedentes de los otros delitos para alimentar la especulación financiera. Por eso, la lucha contra el narcotráfico no es solamente una pelea por la salud sino también, en muy alto grado, una trinchera de resistencia contra la agresión de los de arriba. Y en esta batalla, como no, el Uruguay, con Pepe a la cabeza, da el primer paso. La legalización de la marihuana elimina uno de los factores esenciales del negocio de la droga. Porque protege al consumidor, lo controla y lo libra de la amenaza del narcotraficante.