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Por principio y a pesar de todo, soy de los que se alegró con el triunfo de Syriza en Grecia, porque tras tantos años de infamia y desesperación, los pueblos tienen derecho a la esperanza, a creer que más allá de la imposición de políticas austericidas dictadas por los banqueros y grandes empresarios europeos, se puede y se debe hacer una política de, por y para las grandes mayorías populares. No obstante y, por el momento, parece ser que el de Syriza no pasará de ser eso, nada más que una pálida esperanza. Hay razones políticas y económicas de fondo que explican la inviabilidad de los planteado por la “izquierda radical” griega y quienes siguen su estela en el sur de Europa.