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sábado, 27 de abril de 2024 09:22h.

La necesaria reacción del PP - por Nicolás Guerra Aguiar

  Tal como se lee en los periódicos, militantes y dirigentes del PP manifiestan su “gran preocupación por el daño terrible” que el caso Bárcenas les está haciendo. Desestabiliza a la gente seria del partido que aparezcan documentos sobre hipotéticas irregularidades de extraños cobros por parte de algunos significados responsables...

La necesaria reacción del PP - por Nicolás Guerra Aguiar

 

  Tal como se lee en los periódicos, militantes y dirigentes del PP manifiestan su “gran preocupación por el daño terrible” que el caso Bárcenas les está haciendo. Desestabiliza a la gente seria del partido que aparezcan documentos sobre hipotéticas irregularidades de extraños cobros por parte de algunos significados responsables. Que, además, tanto el nombre del señor Rajoy (y de altos responsables) como los supuestos diálogos por SMS entre el presidente del Gobierno y el señor Bárcenas sean portadas de todos los diarios fortalecen, cada vez más, las sospechas sobre irregularidades, y facilitan ocasiones que no desaprovecha la oposición en medio de un rechazo total por parte del PP oficial a que el señor Rajoy dé las explicaciones pertinentes en discusión parlamentaria, que para eso está el Parlamento, pues se trata ya de cuestiones de Estado y de Gobierno.

  A todo esto debe sumarse que, desde arriba, el PP está perdiendo los papeles. Hace años empezaron denuncias e investigaciones a muchos prohombres del partido, teóricamente envueltos en grisáceas circunstancias y sospechas por disparatados comportamientos. Sin embargo, la reacción del PP fue numantina, como si todos los denunciados fueran seculares santos o la Justicia se hubiera empeñado contra  ellos, quizás con la intención de crear nuevos mártires de la Patria. Pero hete aquí que hoy son oficialmente procesados, como si fueran de carne y hueso. Con todo su derecho defiende el PP la presunción de inocencia; y tiene absolutamente toda la razón para hacerlo, por más que ciudadanos y organizaciones políticas contrarias o interesadas muchas veces condenan antes de que se haya celebrado la vista. Porque, como todos sabemos, es principio fundamental que el Estado ha de demostrar la culpabilidad del acusado, principio que la sociedad parece que aún no ha asumido. Por tanto, mientras aquello no sea lo normal, nuestra ciudadanía no estará constitucionalmente democratizada.

  Mas ocurre que el propio PP mantiene, en las actuales circunstancias, una actitud contraria a la que ha defendido cuando muchos de sus miembros se ven encausados en denuncias y procesamientos. Si en los casos de imputaciones a su gente los voceros del Partido reclamaban la condición de inocencia, ahora pregonan sobre los contrarios con imprecaciones al viento sin argumentación alguna, comportamientos impropios de personas a las que considero inteligentes e intelectualmente muy preparadas, pues cualquiera no llega a cargos tan importantes. (Aunque si miro con rigor a ciertos valores del PP y de otros, podría y debería incluso hasta dudar de tal afirmación).

  Y, así, hablan del señor Bárcenas como de un malhechor ya condenado por tropelías económicas. Por ejemplo: el señor Alonso, portavoz del PP en el Congreso, acusa a la oposición de "apadrinar" a un delincuente, forma verbal esta que inmediatamente me hace pensar en Marlon Brando dirigido por Francis Ford Coppola en la película de 1972. El señor Fabra, don Carlos -cuyo juicio por supuesto cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal empezará en octubre- hace un símil hiperbólico para referirse al que durante muchos años fue el respetadísimo tesorero de las arcas populares: "Es un sinvergüenza como la copa de un pino".  Otrosí, el señor González Pons, vicesecretario de Comunicación del PP, recurre a una nada elegante y burda necrológica referencia a un asesinado por ETA, el joven Miguel Ángel Blanco (pinté por él de blanco mis manos, y las alcé junto a gente del PP). Y lo contrapone al ex tesorero: “Miguel Ángel es el PP, no Bárcenas”. (Y quienes cobraron durante años miles y miles de euros en billetes procedentes de no se sabe con certeza de dónde, ¿sí lo son?)

  Me desorienta esta desordenada actuación de quienes deben ser razones, serenidades, sentido común, interés máximo en que la Justicia actúe contra los supuestos terroristas que desestabilizan el sistema democrático. Porque el problema no es solo la aparente degeneración de quienes utilizan el poder para sus beneficios y útiles cuentas corrientes; la tragedia viene de cuando miles, decenas de miles, centenares de miles de ciudadanos serios, honrados y consecuentes con sus ideas descubren que fueron engañados –eso sí, hipotéticamente- por un grupo muy poderoso de profesionales cuyos intereses nada tienen que ver con la sacrosanta ideología del Partido Popular, absolutamente respetable porque es serio sentimiento  y convencimiento. Los ciudadanos dieron el voto masivo a un partido, el Popular, que les había prometido limpieza, seriedad, rigor absoluto frente a las decadencias éticas de algunos psocialistas, más impactantes en cuanto que estaban en el poder.

  Léanse periódicos europeos. Desmenúcense comentarios de sabias mentes cuyas palabras describen perplejantes anonadamientos. ¿Sabe aquel sector del PP el terrible, tremendo y destructivo daño que le están haciendo a España los papeles del señor Bárcena –los SMS incluidos- que publica “El Mundo”, cuya dirección podría ser sospechosa de actuar en beneficio de una parcela de intereses en la lucha por el poder, aunque la veracidad de sus publicaciones ni se me ocurre ponerla en duda? Estoy seguro de que aquellos sí son conscientes, pro priman sus intereses personales sobre los colectivos.

  Hoy, me parece, no queda más que una acción para la pureza ética del PP, hoy mancillada: la revolución interior. Once millones de votos y miles de honrados afiliados avalan una opción de poder, once millones de voluntades populares. Frente a ellos, una minoría señoritil, acomodada, heredera de corruptas tradiciones cuyo lema es el fácil enriquecimiento cueste lo que cueste. Y, además, con miserables burlas a ideologías, pensamientos, al elemental respeto a las creencias. Por tanto, la inmensa mayoría del PP debe exigir, necesita reclamar a sus dirigentes máximos la más absoluta transparencia y, si hubo latrocinios, su reconocimiento. Después, el inmediato requerimiento de su retirada sin condiciones, camino del cementerio político y los juzgados. Porque hoy, en estos momentos, el PP tiene en sus manos la recuperación de un sistema sobre el que ya se empieza a dudar, y eso es muy peligroso.