Montxo Armendáriz, la sinceridad como base para un cine que conmueve y reflexiona
El director navarro se encuentra en la décima edición de MiradasDoc, a la que califica con sorpresa y satisfacción como “casi casi una especie de islote, donde se reivindica un cine con el que te identificas totalmente”.
Montxo Armendáriz, la sinceridad como base para un cine que conmueve y reflexiona
“Para mí, el criterio es que uno sea sincero consigo mismo y que quiera contar algo que le salga de dentro. Cuando uno lo hace sinceramente, se aprecia”. Así explica Montxo Armendáriz cómo se guía en su trabajo a la hora de hacer películas y también la forma en la que, sin proponérselo, su obra ha podido conseguir a un tiempo éxito de taquilla, reconocimiento del público y de festivales, sin necesidad de renunciar a nada, tanto en lo formal como en los contenidos que se propone en sus películas.
El director navarro se encuentra en la décima edición de MiradasDoc, a la que califica con sorpresa y satisfacción como “casi casi una especie de islote, donde se reivindica un cine con el que te identificas totalmente”. El director de No tengas miedo dice que no hace cine por dinero, fama o premios, aunque todo eso lo ha conseguido: “hago cine fundamentalmente porque me gusta y me identifico con contar historias a través de imágenes y busco la complicidad con los espectadores”.
Armendáriz habla en segunda persona y así consigue de su interlocutor una identificación total, habla como quien en realidad está interpretando lo que el otro piensa o siente y así ha hecho en parte también sus películas.
Iniciado en el documental, al que asegura “amar”, Armendáriz ha desarrollado una obra que, en su mayoría entra en la categoría de la ficción, aunque el director ha sido capaz de romper las barreras entre la realidad y la ficción precisamente con esa sinceridad que es el pilar de todas las historias que cuenta en imágenes.
Nacido en el barrio La Txantrea, de Pamplona, en una familia obrera, en los años 50 del siglo pasado, la forma de salir al mundo para el niño que fue era el cine: “era una ventana a través de la cual conocías el mundo, a otras gentes. Eso era mágico y de ahí surgió el germen de querer contar cosas como esas”.
Los primeros ahorros los invirtió en una cámara de súper 8, para rodar, junto a sus amigos “aquello que veíamos en aquellos tiempos, que eran manifestaciones, asociaciones de vecinos, era la problemática que teníamos, a finales de los 60, mediados de los 70”, de la misma manera que hoy en día jóvenes directores “hacen documentales sobre las mareas, antes sobre los trabajadores de Telefónica, o sobre el 15M”.
Entró a la ficción “porque del documental uno no puede vivir, porque desgraciadamente el mercado es quien manda y el documental está marginado”. Pero a la ficción llevó historias “vividas o conocidas”. Así, Tasio se alimentó de un personaje conocido en el documental Carboneros de Navarra y en la misma línea, Cartas de Alou comenzó como un documental que acabó haciendo ficción para comprometer menos la vida de los inmigrantes clandestinos que protagonizan la película.
Llevar a la ficción historias personales o sociales y trabajar con “actores naturales” es lo que ya había encontrado en las películas del neorrealismo italiano: “en ellas descubrí historias muy muy pegadas a la realidad, porque eran casi documentales ficcionados, con actores naturales, con situaciones absolutamente reconocibles”. Es una tónica que mantuvo también en Silencio Roto y No tengas miedo, “basadas en situaciones que he vivido o reconocido y que he ficcionado tratando de ser lo más fiel posible a la realidad”.
En ese aliento inicial de los primeros rodajes en los que “rodábamos todo lo que encontrábamos”, latía un espíritu que el director navarro también conserva: “el cine era recoger la realidad, mostrarla a otros y poder participar”. Participar, que es “emocionar y reflexionar”, compartiendo historias que previamente lo han emocionado a él y lo han llevado a pensar. “Busco la complicidad con espectadores a los que supongo que la película les va a aportar eso mismo”.
La popularización y democratización de la realización y obtención de imágenes propia de nuestra sociedad tecnológica no quita al cine ni a estas imágenes mantener esa misma validez como mecanismo de emoción y reflexión colectiva. “La imagen, como elemento de conocimiento, de comunicación, ha perdido su carácter elitista y se ha popularizado…. Todos los dispositivos actuales permiten que cualquiera pueda grabar la realidad y colgarlo en internet, pero por otro lado, eso conlleva también la masificación y la pérdida de identidad; ahí yo sí creo que hay que salvaguardar. Hay que mantener la popularización, pero, por otro lado, también hay que tratar de que esas imágenes no sean ni manipuladas ni defenestradas en cuanto a su utilización y su potencial”, reflexiona el director.
Afrontar una película no significa necesariamente, para Armendáriz, enfocarla en función de si opta por la ficción o el documental: “uno se plantea el trabajo diferente porque cada película es diferente. Depende de aquello que quieras contar y cómo lo quieras contar y en función de eso uno organiza el trabajo y el equipo que quieras para realizarlo”.
Conocer el Festival y Mercado Internacional de Cine Documental de Guía de Isora ha sido para Armendáriz “entiende el cine no en función del dinero que da, de la taquilla que produce, sino en función de sus valores como propio cine y como reflejo de la sociedad en que vivimos”. Por eso, recibir el premio Mirada Personal “es muy agradable y te animan y te dan aliciente para seguir peleando”.
MiradasDoc ha entregado en su décima edición a Montxo Armendáriz “el modesto premio de un festival alejado de los centros de poder”, apunta el director del festival en su catálogo. “El cine de Armendáriz es de los pocos que ha sabido encontrar acomodo en el centro mismo de la ecuación que divide realidad y ficción, todo es obra del lenguaje: nada es real porque todo es real”, sentencia Krawietz. Estas y otras reflexiones compartirá Armendáriz con el público de MiradasDoc este domingo.