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domingo, 28 de abril de 2024 19:59h.

la disciplina del pensamiento no es generalización; es detalle y es comportamiento personal

Piensa en pequeño - por Wendell Berry, 1970

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WENDELL BERRY
Federico Aguilera Klink y Chema Tante recomendamos este artículo, escrito hace 53 años, cuyas enseñanzas son hoy mucho más vivas y apremiantes que ayer. Relacionamos este texto con otros dos actuales, de Chris Hedges y de Caitlin Johnstone y con un poema de León Felipe, de 1950, que aparecen en esta misma edición de La casa de mi tía y tratan, en el fondo, de la misma cuestión, la destrucción generada por el ansía maníaca de la obtención de beneficios pero escondida por un relato embustero desde el poder y de cómo los valores personales y la comunidad más la recuperación de los esquemas tradicionales de convivencia, ofrecen la oportunidad de neutralizar la narrativa ponzoñosa y de la salvación para una Humanidad amenazada de muerte. Instamos a asumir que las referencias a Estados Unidos pueden y deben proyectarse al resto de Occidente, porque el neoliberalismo ha culminado su trabajo de asimilar en todos estos países las desgracias y miserias

 

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Piensa en pequeño - por Wendell Berry, 1970 *

Publicado originalmente en “ Una armonía continua: ensayos culturales y agrícolas”, reimpreso en Whole Earth Catalog 1970. Forma parte del libro: "El Fuego del fín del mundo”, editado por Errata Naturae, 2020. Republicado con autorización expresa de los editores, con uso no comercial. Traducción revisada por Federico Aguilera Klin y Chema Tante

EL FUEGO DEL FIN DEL MUNDO
EL FUEGO DEL FIN DEL MUNDO

 Primero fueron los Derechos Civiles, luego la Guerra y ahora el Medio Ambiente. Las dos primeras de esta secuencia de causas ya han llegado a la cima de la conciencia de la nación y han disminuido algo en un tiempo muy corto. Menciono esto para comenzar con lo que creo que es un escepticismo justificable. 

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Porque me parece que el Movimiento por los Derechos Civiles y el Movimiento por la Paz, como causas populares en la era electrónica, han participado demasiado de la naturaleza de las modas pasajeras. No para todos, ciertamente, pero para muchos han sido la política de moda del momento. Como causas se han basado demasiado en la ignorancia; han sido demasiado simplificadas; han sido demasiado impulsadas por la impaciencia y la culpa de conciencia y el entusiasmo a corto plazo, y muy poco por una auténtica visión social y por una convicción y deliberación a largo plazo. Para la mayoría de las personas, esas causas han seguido siendo casi enteramente abstractas; ha habido muy poca participación personal y demasiada participación en organizaciones que insistían en que otras organizaciones deberían hacer lo correcto.

SAVE THE PLANET

 Existe un peligro considerable de que el Movimiento Ambientalista tenga la misma naturaleza: que sea una causa pública, atendida por organizaciones que criticarán y condenarán con superioridad a otras organizaciones, inflada por un tiempo por un montón de conversaciones públicas en los medios. para ser reemplazada a su vez por otra crisis de moda. Espero que eso no suceda y creo que hay maneras de evitar que esto suceda, pero sé que si este esfuerzo se lleva a cabo únicamente como una causa pública, si millones de personas no pueden o no quieren emprenderlo también como una causa privada, entonces es seguro que sucederá. Dentro de cinco años, la energía de nuestra preocupación actual se habrá agotado en una serie de gestos públicos -y sin duda en una serie de leyes vacías- y se habrá perdido una gran oportunidad humana, y tal vez la última.

Una mejor posibilidad es que el movimiento para preservar el medio ambiente sea visto, como creo que debe ser, no como una digresión de los movimientos por los derechos civiles y por la paz, sino como la culminación lógica de esos movimientos

 No tiene por qué ser así. Una mejor posibilidad es que el movimiento para preservar el medio ambiente sea visto, como creo que debe ser, no como una digresión de los movimientos por los derechos civiles y por la paz, sino como la culminación lógica de esos movimientos.

Porque creo que la separación de estos tres problemas es artificial. Tienen la misma causa, que es la mentalidad de codicia y explotación. La mentalidad que explota y destruye el medio ambiente natural es la misma que abusa de las minorías raciales y económicas, que impone a los jóvenes la tiranía del servicio militar obligatorio, que hace la guerra a los agricultores, las mujeres y los niños con la indiferencia de la tecnología. La mentalidad que destruye una cuenca y luego entra en pánico ante la amenaza de inundaciones es la misma mentalidad que insulta institucionalmente a los negros y luego entra en pánico ante la perspectiva de disturbios raciales. Es la misma mentalidad que puede montar una guerra deliberada contra una población civil y luego expresar shock moral ante las consecuencias lógicas de tal guerra en My Lai.

 Para mí, uno de los aspectos más importantes del movimiento ambientalista es que nos lleva no sólo a otra crisis pública, sino a una crisis del propio movimiento de protesta. Porque la crisis ambiental debería dejar totalmente claro, como tal vez no siempre lo ha sido antes, que no hay crisis pública que no sea también privada. Para la mayoría de los defensores de los derechos civiles, el racismo ha parecido principalmente culpa de otra persona. Para la mayoría de los defensores de la paz, la guerra ha sido una realidad remota y la carga de la culpa parece recaer principalmente en el gobierno. Estoy seguro de que estas crisis han sido más privadas y de que cada uno de nosotros ha sufrido más por ellas y ha sido más responsable de ellas de lo que parece a primera vista, pero las conexiones han sido difíciles de ver. El racismo y el militarismo han estado institucionalizados entre nosotros durante demasiado tiempo como para que nuestra participación personal en esos males sea fácilmente evidente para nosotros. Piensa, por ejemplo, en todas las personas del Norte que suponen-hasta que la gente negra intenta trasladarse hacia su vecindario- que el racismo es algo del Sur.

Pero la crisis medioambiental llega más cerca de casa. Cada vez que respiramos, cada vez que bebemos un vaso de agua, cada vez que comemos un bocado de comida, la estamos sufriendo. Y lo que es más importante, cada vez que justificamos o dependemos del despilfarro de nuestra economía -y el primer principio de nuestra economía es el despilfarro- estamos provocando la crisis. Casi cada uno de nosotros, casi todos los días de nuestra vida, contribuimos directamente a la ruina de este planeta. Una reunión de protesta sobre el tema del abuso ambiental no es una convocatoria de acusadores, es una convocatoria de culpables. Esa comprensión debería despejar la niebla de superioridad moral que casi convencionalmente se ha cernido sobre estas ocasiones, y permitirnos ver el trabajo que queda por hacer.

 En esta crisis es seguro que cada uno de nosotros tiene una responsabilidad pública. No debemos dejar de molestar al gobierno y a las demás instituciones para que nunca se sientan cómodos con promesas fáciles. Por mi parte, quiero decir que espero no volver a ir nunca más a Frankfort (capital del estado de Kentucky) a presentar una petición al gobernador sobre un tema tan vital como el de la minería a cielo abierto, para que algún funcionario ignorante se ocupe de ello (tan ignorante como lo éramos nosotros no hace tanto tiempo), estando el propio gobernador "demasiado ocupado" para recibirnos. La próxima vez iré dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para asegurarme de que las quejas de los peticionarios y sus argumentos sean escuchados en su totalidad... y, además, por el gobernador. Y luego espero encontrar formas de evitar que esas quejas y argumentos queden en el olvido hasta que se haga algo para aliviarlos. 

Ya pasó el tiempo en que bastaba con elegir a nuestros funcionarios. Tendremos que elegirlos y luego ir a observarlos y controlarlos, como lo hacen las compañías del carbón. En Kentucky hemos creado una tradición de poner a los egoístas, y cosas peores, a cargo de nuestros intereses vitales. Estoy harto de eso. Y creo que una forma de cambiarlo es hacer de Frankfort un lugar menos cómodo. Creo en los principios políticos estadounidenses y no me quedaré de brazos cruzados viendo cómo esos principios son destruidos por una práctica lamentable. Me avergüenza y me angustia profundamente que el gobierno estadounidense se haya convertido en la principal causa de desilusión con los principios estadounidenses. a cargo de nuestros intereses vitales. Estoy harto de eso. Y creo que una forma de cambiarlo es hacer de Frankfort un lugar menos cómodo. 

Y así, cuando el gobierno de Frankfort vuelva a demostrar ser demasiado estúpido, demasiado ciego o demasiado corrupto para ver la pura verdad y actuar con simple decencia, tengo la intención de estar allí y confío en que no estaré solo. Espero, además, estar ahí, no con un cartel, un eslogan o un botón, sino con los hechos y los argumentos. Una multitud cuyo descontento no ha superado el nivel de las consignas es sólo una multitud. Pero una multitud que entiende las razones de su descontento y conoce los remedios es una comunidad vital, y habrá que tenerla en cuenta. Preferiría presentarme ante el gobierno con dos hombres que tienen un conocimiento competente de un asunto, y que, por lo tanto merecen una audiencia, que con dos mil que están vagamente insatisfechos.

 Pero ni siquiera la protesta pública más articulada es suficiente. No vivimos en el gobierno ni en las instituciones ni en nuestras declaraciones y actos públicos, y la crisis ambiental tiene sus raíces en nuestras vidas. Del mismo modo, la salud ambiental también estará arraigada en nuestras vidas. Es decir, lo considero simplemente un hecho, y a la luz de ello podemos ver cuán superficiales y tontos seríamos si pensáramos que podríamos corregir lo que está mal simplemente modificando la maquinaria institucional. Los cambios que se requieren son cambios fundamentales en la forma en que vivimos.

Lo que enfrentamos en este país, en cualquier intento de invocar la responsabilidad privada, es que casi hemos destruido la vida privada. Nuestro pueblo ha renunciado a su independencia a cambio de las seducciones baratas y las mercancías de mala calidad de la llamada "opulencia". Hemos delegado todas nuestras funciones y responsabilidades vitales a vendedores, agentes, oficinas y expertos de todo tipo. No podemos alimentarnos ni vestirnos, ni entretenernos, ni comunicarnos unos con otros, ni ser caritativos, amables o cariñosos, ni siquiera respetarnos a nosotros mismos, sin recurrir a un comerciante, una corporación, una organización de servicio público o una agencia del gobierno. o un creador de estilo o un experto.

La mayoría de nosotros no podemos pensar en disentir de las opiniones o acciones de una organización sin antes formar una nueva organización. El individualismo anda estos días uniformizado, repartiendo la línea del partido sobre el individualismo. Los disidentes quieren publicar sus opiniones personales con más de mil firmas.

La mayoría de nosotros no somos directamente responsables de la minería a cielo abierto, la agricultura extractiva y otras formas de abuso ambiental. Pero, aun así, somos culpables, porque nuestra ignorancia nos confabula con ellos.

 El núcleo del pensamiento Confuciano dice que la "vía principal para la producción de riqueza" (y se refiere a bienes reales, no a dinero) es "que los productores sean muchos y que los meros consumidores sean pocos..." Pero incluso tras la tan difundida rebelión de los jóvenes contra el materialismo de la sociedad opulenta, la mentalidad consumista sigue intacta con demasiada frecuencia: las normas de conducta siguen siendo las de la moda y la cantidad, la seguridad que se busca sigue siendo la seguridad de los números, y el principal motivo sigue siendo la ansiedad del consumidor para no perderse lo que está de moda. Es tal  ese estado de consumismo total -es decir, un estado de dependencia impotente de cosas, servicios, ideas y motivos- que hemos olvidado cómo autoabastecernos- y se rompe todo contacto significativo entre nosotros y la Tierra. No entendemos la Tierra en términos de lo que nos ofrece ni de lo que exige de nosotros, y creo que es norma el que la gente inevitablemente destruya lo que no comprende. La mayoría de nosotros no somos directamente responsables de la minería a cielo abierto, la agricultura extractiva y otras formas de abuso ambiental. Pero, aun así, somos culpables, porque nuestra ignorancia nos confabula con ellos.

Dependemos ignorantemente de ellos. No sabemos lo suficiente sobre ellos; no tenemos una idea suficientemente concreta de su peligro. La mayoría de nosotros, por ejemplo, no sólo no sabemos cómo producir los mejores alimentos de la mejor manera, sino que no sabemos cómo producir ningún tipo de forma alguna. Nuestro ciudadano modelo es alguien sofisticado que antes de la pubertad sabe cómo tener un bebé, pero que a los treinta años no sabrá cómo producir una patata. Y para esta condición tenemos racionalizaciones elaboradas, enseñándonos que depender de alguien más para todo es eficiente, económico y un milagro científico. Yo digo, en cambio, que es una locura, producida en masa. Un hombre que entiende el clima sólo en términos de golf está participando en una locura pública crónica que él o sus descendientes seguramente considerarán como sufrimiento. Creo que la muerte del mundo se está gestando en esas mentes con mucha más seguridad y rapidez que en cualquier capital política o en cualquier arsenal atómico.

 Para tener un indicador de nuestra pérdida de contacto con la tierra, basta con mirar la condición del agricultor estadounidense, que en nuestra sociedad, como en cualquier otra sociedad, debe representar la dependencia del hombre de la tierra y su responsabilidad hacia ella. En una época de riqueza y ocio incomparables, el agricultor estadounidense está más presionado y trabajando más que nunca; su margen de beneficio es pequeño, sus horas de trabajo son muchas; sus gastos en el terreno y equipo así como los gastos de amortización y actividades están aumentando rápidamente; no puede competir con la industria por la mano de obra; se ve cada vez más obligado a depender del uso de productos químicos destructivos y de los métodos derrochadores basados en la prisa y la ansiedad. Como clase, los agricultores son una de las minorías despreciadas. Hasta donde llego a entender, la agricultura se considera marginal o irrelevante para la economía del país, y los agricultores, en su conjunto, son considerados como paletos ligados al yugo, cuyas vidas no encajan con la vida moderna.

El agricultor estadounidense promedio es ahora un anciano cuyos hijos han emigrado a las ciudades. Su conocimiento y su íntima conexión con la tierra están a punto de perderse. El pequeño agricultor independiente sigue el camino de los pequeños artesanos y comerciantes independientes. Lo están obligando a abandonar la tierra para trasladarse a las ciudades, y su lugar lo están ocupando propietarios, corporaciones y máquinas absentistas. Algunos justificarían todo esto en nombre de la eficiencia.

A mi modo de ver, se trata de un enorme disparate social, económico y cultural. Porque los pequeños agricultores que vivían en sus fincas se preocupaban por su tierra. Y dada la vinculación con su tierra -que a menudo era hereditaria y tradicional además de económica- se les podría haber alentado a cuidarla de manera más competente que hasta ahora. Las corporaciones y máquinas que las reemplacen nunca estarán vinculadas a la tierra por el sentido de derecho de nacimiento y continuidad, o por el amor que impone el cuidado. Estarán sujetos a la regla de la eficiencia, que sólo tiene en cuenta el volumen de la producción anual y no piensa en el lento incremento de la vida de la tierra, no medible en libras o dólares, que aseguraría el sustento y la vida. la salud de las generaciones venideras.

 Si esperamos corregir nuestros propios abusos y los de otras razas y los de nuestra tierra, y si nuestro esfuerzo por corregir estos abusos ha de ser más que una moda política que a la larga será sólo otra forma de abuso, entonces tendremos que ir mucho más allá de la protesta pública y de la acción política. Tendremos que reconstruir la esencia y la integridad de la vida privada en este país. Tendremos que reunir los fragmentos de conocimiento y responsabilidad que hemos repartido entre las oficinas, las corporaciones y los especialistas, y tendremos que volver a unir esos fragmentos en nuestras propias mentes y en nuestras familias. y hogares y vecindarios. Necesitamos un mejor gobierno, de eso no hay duda.

Pero también necesitamos mejores mentes, mejores amistades, mejores matrimonios, mejores comunidades. Necesitamos personas y hogares que no tengan que esperar de las organizaciones, sino que puedan realizar los cambios necesarios en sí mismos, por sí mismos.

Durante la mayor parte de la historia de este país nuestro lema, implícito o hablado, ha sido Pensar en grande. He llegado a creer que un lema mejor, y esencial ahora, es Pensar en pequeño. Eso implica el necesario cambio de pensamiento y de sentimiento, y sugiere el trabajo necesario. Pensar en grande nos ha llevado a los dos mayores y más baratos trucos políticos de nuestro tiempo: la elaboración de planes y la elaboración de leyes. Los lotófagos (indolentes y vagos) de esta era están en Washington, DC, Pensando a lo grande. A alguien se le ocurre un problema y a alguien en el gobierno se le ocurre un plan o una ley. El resultado, en gran medida, ha sido la persistencia del problema y la ampliación y enriquecimiento del gobierno.

 Pero la disciplina del pensamiento no es generalización; es detalle y es comportamiento personal. Mientras el gobierno "estudia", financia y organiza su Gran Pensamiento, no se hace nada. Pero el ciudadano que está dispuesto a Pensar en pequeño y, aceptando la disciplina de ello, a seguir adelante por su cuenta, ya está resolviendo el problema. Un hombre que intenta vivir como prójimo de sus vecinos tendrá una comprensión viva y práctica de la obra de la paz y la hermandad, y no debe haber ningún error al respecto: está haciendo esa obra. Una pareja que hace un buen matrimonio y cría hijos sanos y moralmente competentes está sirviendo al futuro del mundo de manera más directa y segura que cualquier líder político, aunque nunca pronuncien una palabra pública. Un buen agricultor que se ocupa del problema de la erosión del suelo en un acre de terreno tiene una mejor comprensión de ese problema y se preocupa más por él y probablemente esté haciendo más para resolverlo que cualquier burócrata que hable de ello en general. Un hombre que está dispuesto a asumir la disciplina y la dificultad de enmendar sus propios caminos vale más para el movimiento conservacionista que cien que insisten simplemente en que el el gobierno y las industrias corrijan sus decisiones.

 Si le preocupa la acumulación de basura, entonces inicie una organización en su comunidad para hacer algo al respecto. Pero antes, y mientras te organizas, recoge tú mismo algunas latas y botellas. De esa manera, al menos, se asegurará a usted mismo y a los demás de que habla en serio. Si le preocupa la contaminación del aire, ayude a impulsar controles gubernamentales, pero conduzca menos su automóvil y use menos combustible en su hogar. Si te preocupa la represa de los ríos salvajes, únete al Sierra Club, escribe al gobierno, pero apaga las luces que no estés usando, no instales un aire acondicionado, no abuses de los aparatos eléctricos, no desperdicies agua. En otras palabras, si tienes miedo de la destrucción del medio ambiente, entonces aprende a dejar de ser un parásito ambiental. Todos somos, de una forma u otra, y los remedios no siempre son obvios, aunque ciertamente siempre serán difíciles. Requieren un nuevo tipo de vida: más dura, más laboriosa, más pobre en lujos y artilugios, pero también, estoy seguro, más rica en significado y más abundante en placer real. Para tener un medio ambiente sano todos tendremos que renunciar a las cosas que nos gustan; Es posible que incluso tengamos que renunciar a cosas que consideramos necesarias. Pero tener miedo de la enfermedad y aun así no estar dispuesto a pagar la cura no es sólo ser hipócrita; está condenado al fracaso. Si dices una buena frase sin que lo que digas te cambie, entonces no sólo eres hipócrita y estás condenado; te has convertido en un agente de la enfermedad. Consideremos, por ejemplo, al Presidente Nixon, que anuncia su grave preocupación por la destrucción del medio ambiente, pero enciende el aire acondicionado para apagar un incendio.

 Aunque estoy seguro de que a algunos les parecerá extraño, no se me ocurre nada mejor forma de implicación personal en la mejora del medio ambiente que la de la jardinería. Una persona que cultiva un huerto familiar, si lo cultiva de forma ecológica, está mejorando un pedazo del mundo. Produce algo para comer, lo que le independiza un poco del negocio de comestibles, pero también amplía para sí el significado de la comida y el placer de comer. Los alimentos que cultive serán más frescos, más nutritivos y menos contaminados por venenos, conservantes y colorantes que los que pueda comprar en una tienda. Está reduciendo el problema de la basura; un jardín no es un recipiente desechable y digiere y reutiliza sus propios desechos. Si le gusta trabajar en su jardín, entonces dependerá menos de un automóvil o de un comerciante para su placer. Se involucra directamente en el trabajo de alimentar a la gente.

Si cree que me estoy desviando del tema, permítame recordarle que la mayoría de las verduras necesarias para una familia de cuatro personas se pueden cultivar en una parcela de cuarenta por sesenta pies (unos 200 metros cuadrados). Creo que podríamos ver en esto un potencial económico de considerable importancia, ya que ahora parece que nos enfrentamos a la posibilidad de una hambruna generalizada.

HUERTO HURBANO
HUERTO HURBANO

¿Cuántos alimentos podrían cultivarse en los patios de las ciudades y las urbanizaciones? ¿Cuánto se podría cultivar a lo largo de los extravagantes derechos de paso del sistema interestatal? ¿O cuánto se podría cultivar, mediante las prácticas intensivas y la economía de la pequeña granja, en las llamadas tierras marginales? A Louis Bromfield le gustaba señalar que el pueblo de Francia sobrevivió crisis tras crisis porque era una nación de jardineros, que en tiempos de necesidad se dirigieron con gran habilidad a sus propias pequeñas parcelas de terreno. y F. H. King, un profesor de agricultura que viajó mucho por Oriente en 1907, habló con un agricultor chino que mantenía a una familia de doce personas, "un burro, una vaca... y dos cerdos en una hectárea de tierra cultivada" - y que hizo esto, además, por métodos agrícolas que eran lo suficientemente sólidos, desde el punto de vista ecológico, como para haber mantenido su tierra en óptima fertilidad durante varios miles de años de tal uso. Éstas son posibilidades que resultan evidentes y atractivas para las mentes que están preparadas para Pensar en Pequeño. Pero para los que Piensan en Grande, es decir, para los burócratas y empresarios de la agricultura, los que Piensan en Pequeño son simplemente invisibles. Pero la agricultura intensiva y orgánica mantuvo prósperas las granjas de Oriente durante miles de años, mientras que la agricultura extensiva -es decir, la agricultura explotadora o agricultura extractiva ha reducido críticamente la fertilidad de las tierras agrícolas estadounidenses en unos pocos siglos o incluso unas pocas décadas.

AGRICULTURA INTENSIVA
AGRICULTURA INTENSIVA
AGRICULTURA EXTENSIVA
AGRICULTURA EXTENSIVA

Una persona que se propone cultivar un huerto en su casa, mediante prácticas que preserven en lugar de explotar la economía del suelo, ha puesto su mente decisivamente en contra de lo que está mal en nuestra sociedad. Se ayuda a sí mismo de una manera que lo dignifica y que es rica en significado y placer. Pero está haciendo algo más y que es más importante: está estableciendo un contacto vital con el suelo y el clima del que depende su vida. Ya no considerará la lluvia como un impedimento al tráfico, ni el sol como un adorno navideño. Y uno esperaría que su sentido de la dependencia del hombre del mundo se habrá vuelto lo suficientemente preciso como para ser políticamente clarificador y útil.

si aplicamos nuestra mente directa y competentemente a las necesidades de la tierra, entonces habremos comenzado a realizar cambios fundamentales y necesarios en nuestra mente

 Lo que estoy diciendo es que si aplicamos nuestra mente directa y competentemente a las necesidades de la tierra, entonces habremos comenzado a realizar cambios fundamentales y necesarios en nuestra mente. Comenzaremos a comprender, desconfiar y cambiar nuestra economía derrochadora, que comercializa no sólo los productos de la tierra, sino también la capacidad de la tierra para producir. Veremos que la belleza y la utilidad dependen por igual de la salud del mundo. Pero también veremos a través de las modas pasajeras de protesta. Veremos que la guerra, la opresión y la contaminación no son cuestiones separadas, sino aspectos de la misma cuestión. En medio de los clamores por la liberación de este o aquel grupo, sabremos que ninguna persona es libre excepto en la libertad de otras personas, y que la única libertad real del hombre es conocer y ocupar fielmente su lugar, un lugar mucho más humilde que el que tenemos. El que se nos ha enseñado a pensar - en el orden de la creación.

nuestro gran peligro es que, encerrados en nuestra economía egoísta y miope, hemos estado dispuestos a cambiar o destruir mucho más allá de nuestro poder de comprensión. No somos lo suficientemente humildes ni lo suficientemente reverentes

Pero el cambio de mentalidad del que hablo implica no sólo un cambio de conocimiento, sino también un cambio de actitud hacia nuestra ignorancia esencial, un cambio en nuestra actitud ante el misterio. El principio de la ecología, si lo tomamos en serio, debería mantenernos conscientes de que nuestras vidas dependen de otras vidas y de procesos y energías en un sistema entrelazado que, aunque podemos destruirlo, no podemos comprender ni controlar completamente. Y nuestro gran peligro es que, encerrados en nuestra economía egoísta y miope, hemos estado dispuestos a cambiar o destruir mucho más allá de nuestro poder de comprensión. No somos lo suficientemente humildes ni lo suficientemente reverentes.

 Hace algún tiempo escuché a un representante de una empresa papelera referirse a la conservación como una "inversión sin retorno". El pensamiento de este hombre estaba exclusivamente orientado al beneficio anual de su industria. Limitado por la exigencia de que las ganancias fueran grandes, simplemente no podía responder a ninguna otra exigencia, ni siquiera a las necesidades obvias de sus propios hijos.

ALCE NEGRO
ALCE NEGRO

 Consideremos, en contraste, la profunda inteligencia ecológica de Alce Negro, "un hombre santo de los Sioux Ogalala", quien, al contar su historia dijo que no era su propia vida lo que era importante para él, sino lo que había compartido con toda la vida. : "Es la historia de toda la vida lo que es santo y es bueno contarlo, y de nosotros los de dos patas participando de ella con los de cuatro patas y las alas del aire y todas las cosas verdes..." Y de la gran visión que le vino cuando era niño, dijo: "Vi que el aro sagrado de mi pueblo era uno de los muchos aros que formaban un círculo, ancho como la luz del día y como la luz de las estrellas, y en el centro crecía un poderoso árbol en flor para albergar a todos los hijos de una madre y padre. Y vi que era sagrado."

 

* Gracias a Wendell Berry, a la editorial ERRATA NATURAE y a la colaboración de Federico Aguilera Klink

WENDELL BERRY

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ERRATA NATURAE
EL FUEGO DEL FIN DEL MUNDO

 

mancheta junio 23