Al fin la esperanza política para Canarias. El golpe de efecto de Ciudadanos - por Nicolás Guerra Aguiar
Al fin la esperanza política para Canarias. El golpe de efecto de Ciudadanos - por Nicolás Guerra Aguiar
Dos profesionales de la política cargados de trienios y responsabilidades de Estado (uno) y gobiernos municipal e insular (el segundo) deciden su reincorporación a la política canaria, hoy tan endeble en Ideas e impactos emocionales. Y tremendamente aburrida, repetitiva, desprovista en general de ordenados pensamientos, creatividades... E, incluso, secuestradora de nobles esperanzas confiadas por muchos paisanos a quienes debían velar por ellas.
Ambos profesionales, respectivamente, son los señores Hernández Bento (exsubsecretario de Industria, Energía y Turismo por el Partido Popular; exdelegado del Gobierno en Canarias) y Bravo de Laguna (filium, ‘el hijo’), exconcejal del Ayuntamiento de Santa Brígida (PP), exalcalde y exconsejero de Deportes del Cabildo grancanario. Los dos, aunque no coincidentes en el tiempo, abandonaron las filas del PP. El primero -afiliado a Ciudadanos en julio pero rechazado el pasado miércoles—había presentado denuncia contra su partido por supuestos “abusos y faltas”. El segundo dilucida ante la duda existencial: ¿Ciudadanos o CoATIción Canaria? ¡El que más rabia le dé! A fin de cuentas los dos son filiales de Madrid..., tal parece deducirse.
Conocí los primeros e ilusionantes pasos de Ciudadanos en Las Palmas. Un grupo de gente muy preparada -habían dejado atrás recios reparos del PP- se reunía con frecuencia: fui invitado a uno de los tales contrastes de pareceres en el hotel Sansofé, casual coincidencia con el nombre de la revista canaria que yo empezaba a trabajar y cuyas conclusiones presenté tres meses atrás.
Como punto de partida palpé ansias de ruptura con trasnochadas tradiciones y anquilosamientos de los muy veteranos dirigentes del PP, pensamiento único en el cual casi se habían amamantado desde los 16, 17 añitos. Pero –y es ley natural- las nuevas generaciones empezaron a encontrarse a años luz de sus mayores, voces indiscutibles hasta el momento. Acaso las experiencias universitarias; la más ágil y fructífera comunicación con gentes de otras tierras; la visión más universal de la sociedad –a fin de cuentas, bebés en la Transición o, incluso, ni nacidos a la vida- y la más amplia y abierta mentalidad hicieron de ellos un grupo rebelde ante las tradiciones. Ni mejores ni peores: sencillamente distintos... e ilusionados.
Y les fue bien al principio. Su palabra se expandía ya por pueblos isleños y prometían como inicial fuerza política: podrían convertirse, incluso, si no en el sustituto del PP sí, al menos, en una organización capaz de acumular miles de votos ayer propiedad de los populares. Las 54 375 papeletas obtenidas en las elecciones al Parlamento de Canarias en 2015 dan fe de su extraordinario inicio. Sin embargo, por la antidemocrática e injusta ley electoral canaria no obtuvieron representación parlamentaria.
Los perdí de vista en 2016, pues supe de fuertes disensiones internas, pactos contra natura para descabezar a un peligroso contrincante (peligroso por inteligente, íntegro, razonador)... Además, Ciudadanos había perdido la tan refrescante autonomía frente a imposiciones de Madrid: cayó en el centralismo, en obediencia a dictámenes mesetarios. Y en agosto vuelvo a saber de ellos. Ya no son, claro, los del hotel Sansofé. Hoy ni tan siquiera salen a la palestra cuando el señor Bravo -filium- los usa como segunda opción, acaso se saben débiles. Y eso empequeñece.
* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar