La impureza ética de un cargo público - por Nicolás Guerra Aguiar
La impureza ética de un cargo público - por Nicolás Guerra Aguiar *
Pero Pedro Rodríguez Zaragoza, profesional de la cosa política, está tan creído, señor presidente, pues usted le deja ser… Por ser, ha sido el hazmerreír sobre Canarias, burla, coña, tragedia, angustia, impotencia de una Regíón –Canarias- que dejó en su tableta de juego la representatividad institucional encomendada: el solitario desajuste de la prepotencia. Pedro Rodríguez Zaragoza se burló de todos nosotros, de quienes le pagamos el exquisito sueldo -¡qué despilfarro, qué derroche, qué estupidez la nuestra!- y las casi sobrenaturales creencias de que ellos están más cerca del Olimpo… si no son el mismo Olimpo.
Me avergüenza en mi condición de canario la tomadura de pelo de este personaje dedicado al juego del solitario (solitario, pues, sin conciencia ética) mientras los representantes de otras comunidades discutían en torno a temas escalofriantemente lamentables: afectan a nuestros paisanos y a la humanidad, la misma que huye de su terruño y renuncia a elementales condiciones humanas impactada por bombas y asesinatos.
Rodríguez Zaragoza, en apariencia sencillo, bonachón, chistoso y profesional de la enseñanza me ha ridiculizado, me ha impactado como ser humano y azorado como miembro de nuestra tierra isleña. Lamento su actitud deshonesta, pues “deshonesto” significa ‘contrario al decoro, al pudor, a la decencia, al recato, a la rectitud’. Y todos estos comportamientos ni son virtudes teologales ni pertenecen a la quintaesencia del ser humano, aquella recónditamente escondida en sus más profundas interioridades. Muy al contrario, la dignidad humana exige elementales comportamientos, básicas maneras de ser, simples y sencillas formas absolutamente diferenciadoras de nuestras familias no racionales, por más que la racionalidad sea en algunos de nuestros políticos un algo desconocido, ajeno, indiferente… cuando no muy peligroso: a fin de cuentas consiste en relacionarse con la razón, cualidad humana reclamadora de discurso, orden, pensamiento…
Rodríguez Zaragoza es hombre vinculado a la política (con mínúscula, claro) desde el milenio anterior. Representa a la especie imperecedera cuyos engarces impiden la modernización de nuestra tierra, marchita, ajada y maleada desde tiempos inmemoriales por caciques, enviados de Madrid, aguatenientes y designios divinos. Tierra desprovista de sí misma en cuanto unidad geográfica, ansias de superación, cultura y bienestar.
Y como la Canarias del señor Clavijo ansía ser –seguir siendo- ridiculización, mamarrachada, sanaca y guanaja, rasquera intelectual, el Gobierno envía a Rodríguez Zaragoza a la tal reunión de consejeros y viceconsejeros: a fin de cuentas, es lo que hay. El Gobierno –en ese apartado- no da
Rodríguez Zaragoza llegó a ser -¡”Abre la muralla”!- jefe del Gabinete del presidente del Gobierno de Canarias; viceconsejero de Administraciones Públicas; representante de España en la Comisión de Desarrollo Sostenible (Congreso de Poderes Locales y Regionales de Europa); consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación; presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife. Es decir, la rigurosa esencia del poder público atístico, Gobierno de Canarias, condición natural de la Patria, vergel de belleza sin par…
No llegó a la presidencia, bien es cierto: dominó su espíritu solitario, retraído, anacoreta, actuante en los últimos años tras el descubrimiento de las tabletas, acaso incluso hasta regalo del Gobierno. Porque en una persona retraída, encerrada en sí misma, modelo renacentista del vividor político, ¿para qué los roncos ruidos de una presidencia si, a la par, pueden conseguirse remansos, recodos, suavidades de un juego en solitario… a la vez que los canarios pagan viaje, hotel, dietas, perras de vino y degustaciones?
Da lo mismo saber o no saber, estar al día o no, ser sensible acaso. Lo importante es la presencia física, oronda, dominante, mayestática… A fin de cuentas, el juego del solitario es eso: un juego más como el practicado desde tiempos atrás, una diversión, un divertimento… Pero eso sÍ: de cuerpo presente en la tal reunión. No como el representante de San Borondón: llegó, firmó (cobrará, pues, dietas) y se fue al Atlántico bravío, a las oscuridades e irresponsabilidades.
Sin embargo, y a pesar de todo, enternece Rodríguez Zaragoza, angelical criatura. Dadivoso, espléndido, suave y contrito, arrepentido: pide perdón (“¡No estés eternamente enojado, / perdóname, señor!”), y el Gobierno canario lo perdona, claro, ¡es de su tierra! ¡Es de su pueblo! ¡Es esencia roquenublera, teidera, salmorera, incluso orchillera! Significa, también, tradición política canaria, mediocridad, acto patriótico: con quién, por ejemplo, hablan sus señorías desde sesiones parlamentarias en las cuales no hay parlamento?
Señor Clavijo: ¿tomará usted medidas radicalmente radicales contra su (¿a quién representa?) viceconsejo, desasosiego ético, desfachatez, estrechez intelectual, desdén hacia nuestra tierra canaria?
*- En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar