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domingo, 28 de abril de 2024 10:50h.

La guerra es una estafa. Y capítulo 5 ¡Al diablo con la guerra!- por General Smedley D. Butler (1935)

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En La casa de mi tía con la colaboración de Federico Aguilera Klink

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LA GUERRA ES UNA ESTAFA. En La casa de mi tía con la colaboración de Federico Aguilera Klink
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Capítulo 5

¡AL DIABLO CON LA GUERRA!

No soy tan tonto como para creer que la guerra sea cosa del pasado. Sé que la gente no quiere guerra, pero es inútil pensar que no podamos ser empujados a otro conflicto bélico. Mirando retrospectivamente, Woodrow Wilson fue reelegido presidente en 1916 sobre la base de una plataforma electoral según la cual él «nos había mantenido fuera de la guerra» y con la promesa implícita que él «nos mantendría fuera de guerra».

A pesar de estos ofrecimientos, Wilson pidió al Congreso, cinco meses después, declarar la guerra a Alemania. En ese intervalo de cinco meses no se le preguntó al pueblo si había cambiado de opinión. A los cuatro millones de jóvenes que se pusieron los uniformes y marcharon o navegaron [a los frentes de guerra] no se les preguntó si querían salir del país para sufrir y morir. Cabe preguntar, ¿qué hizo que nuestro gobierno cambiara de idea tan de repente? Dinero.

Debe recordarse que una comisión de los países aliados llegó [a Estados Unidos] poco antes de la declaración de guerra y visitó al presidente. Éste convocó a un grupo de asesores. El presidente de la comisión habló. Despojado de su lenguaje diplomático, esto es lo que expresó al presidente y a su grupo: «No tiene caso que continuemos engañándonos a nosotros mismos». La causa de los aliados está perdida. Ahora les debemos a ustedes (a los banqueros estadounidenses, a los fabricantes estadounidenses de municiones, a los manufactureros estadounidenses, a los especuladores estadounidenses, a los exportadores estadounidenses) cinco o seis mil millones de dólares. Si perdemos —y sin la ayuda de Estados Unidos debemos perder— nosotros, Inglaterra, Francia e Italia, no podremos pagar este dinero… y Alemania no lo hará. Así que… Si en el caso de las negociaciones de guerra, el secreto hubiese sido proscrito legalmente, si la prensa hubiese sido invitada a estar presente en esa conferencia, o si la radio hubiese estado allí para difundir el contenido de las conversaciones, Estados Unidos nunca hubiera entrado en la [Primera] Guerra Mundial.

El problema fue que esta conferencia, como todas las discusiones relacionadas con la guerra, estuvo envuelta en el mayor secreto. Cuando nuestros jóvenes fueron enviados a la guerra se les dijo que era «una guerra para hacer al mundo seguro para la democracia» y que era «una guerra para terminar con todas las guerras». Pues bien, dieciocho años después, el mundo

tiene menos democracia que entonces. Además, ¿qué nos incumbe si Rusia o Alemania o Inglaterra o Francia o Italia o Austria viven en democracia o son monarquías? ¿Si son fascistas o comunistas?

Nuestro problema es preservar nuestra propia democracia. Y muy poco se ha logrado como para asegurarnos que la [Primera] Guerra Mundial fuera realmente la guerra para terminar con todas las guerras. Sí, hemos tenido conferencias de desarme y conferencias para la limitación de armamentos. No significan nada. Una acaba de fracasar; los resultados de otra se han anulado. Enviamos a estas conferencias nuestros soldados de carrera, nuestros marinos, nuestros políticos y nuestros diplomáticos. ¿Y qué sucede? Los militares de carrera y los marinos no quieren el desarme.

Ningún almirante quiere estar sin buque. Ningún general quiere estar sin mando. Ambas situaciones significan hombres sin trabajo. Ellos no apoyan el desarme. No pueden estar de acuerdo con la limitación de armamentos. Y en todas estas conferencias se encuentran al acecho, en el fondo, pero todopoderosos, siempre los mismos, los siniestros agentes de aquellos que obtienen utilidades de la guerra.

Ellos se encargan que estas conferencias no desarmen ni limiten seriamente los armamentos. El principal objetivo de las potencias participantes en cualquiera de estas conferencias no ha sido la de alcanzar el desarme para prevenir la guerra sino para conseguir más armamento para ella misma y menos armamento para cualquier enemigo potencial.

Sólo existe una forma de desarmarse con alguna apariencia de factibilidad. Consiste en que todas las naciones se reúnan y conviertan en chatarra cada buque, cada cañón, cada fusil, cada tanque, cada avión de guerra. Inclusive si esto fuera posible en su totalidad, no sería suficiente. La próxima guerra, según los expertos, no será librada con acorazados, artillería, fusiles o pistolas.

Será peleada con sustancias químicas y gases letales. Secretamente cada nación está estudiando y perfeccionando nuevos y más terribles medios de aniquilar masivamente a sus enemigos. Sí, se seguirán construyendo buques, porque los armadores deben obtener sus beneficios. Se seguirán fabricando pistolas y se seguirá produciendo pólvora y fusiles, porque los fabricantes de municiones deben obtener sus enormes ganancias. Y los soldados, por supuesto, deben vestir uniformes, porque sus fabricantes también deben obtener sus beneficios de la guerra.

Pero la victoria o la derrota serán determinadas por la habilidad e inventiva de nuestros científicos. Si los ponemos a trabajar produciendo gas venenoso y más y más instrumentos diabólicos de destrucción, mecánicos y explosivos, carecerán de tiempo para el trabajo constructivo de edificar una mayor prosperidad para todos los pueblos. Aplicándolos en este trabajo útil, todos podremos ganar más dinero de la paz que de la guerra, inclusive hasta los fabricantes de municiones. Por eso… proclamo, ¡AL DIABLO CON LA GUERRA!

 

SMEDLEY BUTLER
SMEDLEY BUTLER
SMEDLEY BUTLER

 

mancheta ene 23