Acaso desequilibrio constitucional - por Nicolás Guerra Aguiar
Acaso desequilibrio constitucional - por Nicolás Guerra Aguiar *
Antes de ser constitucionalmente legitimado como rey de España, Juan Carlos de Borbón ya ejercía como tal. La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947 y la de 22 de julio (1969) lo habían hecho heredero de título y privilegios emanados de un sistema ilegítimo en cuanto que la dictadura franquista se había impuesto por la fuerza de las armas. (Poco importó a EE UU. Mucho menos a la democrática Europa.)
Casi sin proponérselo (o tal vez sí: la prepotencia es ignorancia) España retrocedió a la
Y tal fórmula -pasajera, transitoria y eventual según algunas fuerzas políticas- fue aceptada durante un período de tiempo como el posicionamiento más prudente y juicioso pues -justificaban- toda la estructura del Estado permanecía en manos de los herederos franquistas, desde las jefaturas administrativas hasta las más altas instancias del Poder (político, económico, religioso, policial y militar).
Por tanto, el mismo texto de carácter jurídico-político tiene sus limitaciones: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidades” (56.3.). Así, sospechosos comportamientos relacionados con tráfico de influencias y posteriores beneficios económicos, paraísos fiscales, ahorrillos... serán, in aeternum, eso: dudas, recelos, atisbos, barruntos, conjeturas, corazonadas, presentimientos, presunciones, suposiciones, vislumbres, cálculos, desconfianzas, escamas, suspicacias, mosqueos… (Un amplísimo campo léxico, pues, relacionado con ‘juicio que se forma de algo por indicios u observaciones’ y cuyo estadio siguiente no serviría, en este caso, para llevar a los tribunales al supuesto beneficiado: la democrática Constitución lo impide.)
Ante tales hechos sospechosos (contundentes presunciones) los partidos políticos de compromiso, como tales, guardan silencio de cementerio por más que desde las alturas enhiestos cipreses enrojezcan de vergüenza ajena. Porque el mutismo, si no traduce consentimiento, al menos se acerca a “meter el sueño azul bajo las sábanas, / hacer la vista gorda a lo que pasa, / guardar la sed de estrellas bajo llave”. Y eso, desde la decencia ética, ya lo había adelantado Agustín Millares: “Te digo y te repito que no vale”.
Pues bien: un día dice el Gobierno psocialista que corresponde a la Casa Real tomar la decisión para que el señor Borbón, padre, abandone su chabola en Zarzuela, ya no apropiada. Después, el emérito “está dispuesto a dejar Zarzuela”… y pone la mirada en el extranjero. Lo cual, así de repente, me perpleja, vive Dios: ¿acaso exige residir fuera de España a cambio de desocupar la residencia oficial y evitar quebrantos y desequilibrios a su hijo?
¿Y por qué el Gobierno izquiernárquico, para fortalecer la institución, no habilita el palacio de El Pardo como residencia del exrey? Es patrimonio del Estado, y como “L’État c’est moi” (que dijo un Borbón)... Y si no, el Palacio Real con sus tres mil y tantas habitaciones… A fin de cuentas fue construido por un pariente, Felipe V, quizás con premonitoria idea. (¿Y si el Gobierno forzara para que desaparezca el título de “rey emérito”?)
El señor Borbón jamás pisará los pasillos de un juzgado. Más: ni tan siquiera será procesado. Seguirá haciendo lo que le han permitido desde su arribada al poder, es decir, lo que le venga en gana. Morirá como emérito y se celebrarán funerales de Estado con el Gobierno al completo en primera fila. (Asistiría, incluso, hasta el Gobierno actual.)
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar