África, la víctima colateral de un conflicto lejano - por Vijay Prashad
Recomendado por Francisco Morote, de Attac Canarias, que aporta el antetítulo
África, la víctima colateral de un conflicto lejano - por Vijay Prashad, Instituto tricontinental de Investigación Social
Queridos amigos y amigas,
Saludos desde las oficinas del Instituto Tricontinental de Investigación Social.
El 25 de mayo de 2022, Día de África, Moussa Faki Mahamat —presidente de la Unión Africana (UA)— conmemoró la creación de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1963, que posteriormente se convirtió en la UA en 2002, con un discurso premonitorio. África se ha convertido en «la víctima colateral de un conflicto lejano, el de Rusia y Ucrania», señaló. Ese conflicto ha alterado «el frágil equilibrio geopolítico y geoestratégico mundial», poniendo “el foco sobre la fragilidad estructural de nuestras economías». Se han puesto de manifiesto dos nuevas fragilidades clave: una crisis alimentaria amplificada por el cambio climático y una crisis sanitaria acelerada por el COVID-19.
Una tercera fragilidad de larga duración es que la mayoría de los Estados africanos tienen poca libertad para gestionar sus presupuestos, ya que la carga de la deuda aumenta y los costos de reembolso se incrementan. «Los índices de deuda pública están en su nivel más alto en más de dos décadas y muchos países de bajos ingresos están en, o cerca de, crisis de deuda», dijo Abebe Aemro Selassie, el director del Departamento de África del Fondo Monetario Internacional (FMI). El informe de Perspectivas Económicas Regionales del FMI, publicado en abril de 2022, es una lectura espeluznante, con un titular claro: “Un nuevo golpe y poco margen de maniobra”.
En octubre de 2020, la Campaña Jubileo de la Deuda propuso dos medidas de sentido común para eliminar el exceso de deuda. El FMI posee cantidades significativas de oro que ascienden a 90,5 millones de onzas, con un valor total de 168.600 millones de dólares; con la venta del 6,7% de sus tenencias de oro, podría recaudar más que suficiente para pagar los 8.200 millones de dólares que componen la deuda de los países del SDSS. La campaña también sugirió que los países ricos podrían destinar miles de millones de dólares a esta cancelación emitiendo menos del 9% de su asignación de Derechos Especiales de Giro del FMI. Otras formas de reducir la carga de la deuda incluyen la cancelación de los pagos de la deuda al Banco Mundial y al FMI, dos instituciones multilaterales cuyo mandato es garantizar el avance del desarrollo social y no su propia riqueza financiera. Sin embargo, el Banco Mundial no ha avanzado en esta agenda —a pesar de las dramáticas palabras de su presidente en agosto de 2020— y la modesta suspensión de la deuda del FMI de mayo de 2020 a diciembre de 2021 difícilmente marcará una diferencia. Junto con estas sugerencias razonables, poner en uso productivo los casi 40 billones de dólares que se encuentran en paraísos fiscales ilícitos podría ayudar a los países africanos a salir de la trampa del espiral de deuda.
Parte del problema radica en las exigencias que se hacen a estos Estados para que aumenten su gasto militar frente a cualquier aumento del gasto en ayuda humana y desarrollo. Los países del G5 Sahel gastan entre el 17% y el 30% del total de sus presupuestos en sus ejércitos. Tres de los cinco países del Sahel han aumentado astronómicamente su gasto militar en la última década: Burkina Faso un 238%, Malí un 339% y Níger un 288%. El comercio de armas los está asfixiando. Los países occidentales —encabezados por Francia pero alentados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)— han presionado a estos Estados para que traten todas las crisis como crisis de seguridad. Todo el discurso gira en torno a la seguridad, mientras que las conversaciones sobre el desarrollo social quedan relegadas a un segundo plano. Incluso para las Naciones Unidas, las cuestiones de desarrollo se han convertido en una preocupación secundaria frente al protagonismo de la guerra.
Nadie niega el hecho de que el caos en la región del Sahel se agravó con la guerra de la OTAN contra Libia en 2011. Los problemas anteriores de Mali, incluida una insurgencia tuareg de décadas y los conflictos entre los pastores fulani y los agricultores dogon, se vieron convulsionados por la entrada de armas y hombres procedentes de Libia y Argelia. Tres grupos yihadistas, entre ellos Al Qaeda, aparecieron como de la nada y aprovecharon las antiguas tensiones regionales para tomar el norte de Mali en 2012 y declarar el estado de Azawad. La intervención militar francesa siguió en enero de 2013.
El conflicto en el norte de Malí afecta a la vida de la población tuareg del país, que cuenta con grandes poetas y músicos. Uno de ellos, Souéloum Diagho, escribe que «una persona sin memoria es como un desierto sin agua» («un homme sans mémoire est comme un desert sans eau»). Los recuerdos de las antiguas formas de colonialismo hacen que muchos africanos vean con más claridad que los tratan como «víctimas colaterales» (como lo describió Mahamat de la UA) y reafirmen su convicción de que es inaceptable.
Cordialmente,
Vijay
* Gracias a Vijay Prsahad, a TRICONTINENTAL y a la colaboración de Francisco Morote, de Attac Canarias
https://thetricontinental.org/es/newsletterissue/conflicto-sahel/