Buchitos cafetiles en Gáldar - por Nicolás Guerra Aguiar
Buchitos cafetiles en Gáldar - por Nicolás Guerra Aguiar *
Entonces me vinieron a la memoria las palabras de Miguel de Unamuno cuando visitó La Laguna y escribió sobre ella, ciudad universitaria con tradición centenaria y trazado urbanístico radicalizado frente a recoletas e intrincadas calles y callejuelas propias de la Edad Media: “En La Laguna […] unas calles largas, largas como el ensueño; en el fondo, una torre oscura tronchada. Acá y allá casas con salientes miradores de madera, de celosías, pintados de verde por lo común […], calles espaciosas y rectas”. (Por cierto: no hay en el texto ningún cura con negra sotana, tal como incluye -quizás erróneamente- la tradición oral.)
Y si al pensador vasco (el de “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir”) le impactaron las laguneras “calles espaciosas y rectas”, sospecho también
Su final marcaba el límite del casco durante mi infancia, pues a partir de la estación de los
Pero así debía ser la calle: larga, rectilínea desde el centro político-religioso hasta los límites que marcan el final (o el inicio, si se llega por la vieja carretera). Pues Gáldar, con tradición histórica, construyó siempre a lo grande, hiperbólicamente, acaso con la premonición de lo que es hoy, centro económico del Noroeste grancanario. Si ya entrado el XVIII y acaso con solo tres mil habitantes Gáldar sustituyó conventos iniciados siglos atrás por arquitectura de bella piedra como la iglesia (afectó a la mísera economía obrera) y desde los iniciales años del XIX maneja planos para la inmensidad de la plaza, las ambiciones de quienes gobernaban pudieron resultar extremas o desorbitadas a mentes muy cortas.
Sin embargo las proyecciones son ejemplos de inteligente visión hacia el futuro, casi a años luz, rigor político, perspectivismo global… (¿Qué pueblo, por ejemplo, se pretende para dentro de veinticinco años?) Y valen más ahora, pues se acercan las elecciones municipales: Gáldar cuenta con siete partidos políticos o asociaciones interesados en recibir el apoyo ciudadano. El ejercicio de su derecho constitucional pretende llevar a cabo proyectos, diseños racionalmente explicados no ya en mítines (donde todo se promete) sino a través de documentos redactados con precisión, rigor, saber e inteligencia… y notariados bajo palabra.
Ciento cuarenta y siete aspirantes a concejales (más los suplentes) son muchas personas a las cuales, como punto de partida, se les consideran pensamientos, ideas, preparaciones técnicas y culturales para hacerse cargo del municipio pues, a la vista está, hoy no basta con buenas intenciones: formación, preparación e ideas diáfanas son rigurosamente imprescindibles.
Y hablando de las inmediatas, la cosa estaría muy clara en Gáldar si nos dejamos llevar por paralelismos relacionados con los resultados de las generales. Además, las portadas de todos los periódicos lo avanzaron el jueves: “El PSOE ganaría las elecciones en Canarias según la estimación del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas”, cuyo trabajo de campo se realizó antes de abrirse las urnas el 28 de abril. Por tanto, el éxito socialista anterior solidificaría la disposición ciudadana para el próximo 26. Pero, ¿ganar en Canarias significa victorias en todos los ayuntamientos? Me parece que no: las municipales no se rigen por fidelidades partidistas.
Pero todo lo anterior ya es política - ficción, por más que la política -sobre todo en estas fechas inmediatas a elecciones municipales- sea la comidilla diaria en todos los municipios. A fin de cuentas solo ellos deciden su futuro sin intromisiones insulares, regionales o nacionales pues lo municipal es más personal, incluso hasta menos ideológico: todos los candidatos son conocidos por la mayoría de la población. Y se sabe de virtudes y defectos, méritos y deméritos.
El reloj de la iglesia sonó las doce. El tañido de las campanas me trajo otro grato recuerdo infantil: cuando tocaban a ánimas debíamos recogernos como singuidos. Y me recojo en el silencio.
* La casa de mi tí agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar