Dos canarios, frustrados premios nobel - por Nicolás Guerra Aguiar
Dos canarios, frustrados premios nobel - por Nicolás Guerra Aguiar *
El Premio Nobel (en cualquiera de sus variantes) es el máximo galardón a que puede aspirar un ser humano dedicado a investigaciones científicas (medicina, química, física), creatividad literaria, economía o acciones por la paz. Este último no siempre es aceptado como la perfección del reconocimiento pues, dícese, muchos elementos externos -ajenos a posibles méritos- influyen en su concesión.
Es el caso, por ejemplo, del concedido al político estadounidense Henry Kissinger (secretario de Estado entre 1969 y 1977), quien lo compartió con el vietnamita Le Duc Tho “por su participación en la negociaciones de paz para poner fin a la guerra de Vietnam". Pero el asiático renunció a tal distinción visto el fracaso de los acuerdos y el incumplimiento de su palabra por parte de Estados Unidos. (La guerra, recordemos, terminó con la retirada de las tropas norteamericanas, derrotadas por primera vez en su historia.)
Gobiernos, organizaciones no políticas y sectores progresistas internacionales habían mostrado su desacuerdo a la vista de distintas intervenciones norteamericanas en varios países hispanoamericanos. Así, Kissinger urdió el golpe de Estado (1973) contra el socialista chileno Salvador Allende y facilitó el acceso al poder de la sanguinaria dictadura militar pinochetista. El mismo año, ante la posibilidad de que la izquierda ganara las elecciones en Uruguay, propició la subida de los generales a la estructura política, represión incluida. De la misma manera influyó para que los uniformados argentinos tomaran el control del país (1976) para “combatir al comunismo”. Eso sí: en nombre de la Libertad, como Dios manda.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA), controlada por el señor Kissinger, organizó también la reunión de altos mandos militares en Chile (1975) para coordinar y fortalecer la “Operación Cóndor”: las fuerzas policiales y militares de los tres países anteriores (más Bolivia y Paraguay) tuvieron absoluta impunidad para perseguir, detener, someter a crueles interrogatorios, desaparecer o asesinar a contrincantes políticos de izquierdas refugiados en cualquiera de los cinco países. En torno a cincuenta mil muertos y treinta mil desaparecidos -acusados de comunistas o desestabilizadores sociales- fueron las víctimas de un plan urdido desde los despachos de la Secretaría de Estado.
Los rechazos no fueron denunciados por deméritos de ambos a la manera de Kissinger sino, como sabemos, por cuestiones ideológicas: sus planteamientos políticos, religiosos y científicos no fueron aceptados por la ultraconservadora sociedad española. Así el primero, el escritor, fue activo miembro de la Conjunción Republicano – Socialista y censuró a la Iglesia católica (no anticristiano, mas sí anticlerical). El segundo impuso la desapasionada investigación científica opuesta a dogmas sociales y religiosos rigurosamente respetables pero, a la vez, inamovibles frente a razonamientos, argumentaciones y ordenados alegatos. Afirmaciones presentadas como verdades innegables no admiten discusión: fe / razón. (Es preciso recordar que la fe no se refiere, exclusivamente, a cuestiones religiosas.)
En efecto. Benito Pérez Galdós fue progresivamente crítico con la intolerancia religiosa, el fanatismo eclesial (no solo el católico). Su trilogía novelesca -Doña Perfecta, Gloria y La familia de León Roch- más Electra, drama teatral, reflejan la durísima acusación contra sectores privilegiados de la sociedad española pero, a la vez, radicalmente integrista, tan irracionalmente opuesta a elementales cambios en sus intolerancias que llegan en Doña Perfecta, por ejemplo, al contratado asesinato para evitar el matrimonio de un ingeniero europeizado, progresista y liberal, con la hija de una mujer anclada en la Inquisición.
Y lo sorprendente es que, incluso medio siglo después de su muerte, cuando Canarias iniciaba el último cuarto del siglo XX, la Iglesia mantuvo la desatinada animadversión hacia el escritor. Así, en 1970, mientras la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria conmemoraba tal quincuagésimo aniversario con la ubicación del busto en la Plaza de la Feria y la reapertura de esta tras su remodelación, el público asistente notó una marcadísima ausencia: con las autoridades civiles y militares no estaban -contra usos, tradiciones y rutinas- las religiosas. El pensamiento liberal, progresista, renovador e inductivo de Galdós nunca le fue perdonado. El obispo Pildáin, incluso, amenazó con la excomunión a quienes participaran en la inauguración de la casa-museo en la calle Cano. (¿Hereje, anticlerical, librepensador peligroso en ironía de J.J. Armas Marcelo?)
Einsteín 3º y Cabrera 1º, por la derecha, con el Borbón
Pero en la España victoriosa la Ciencia fue marginada e, incluso, perseguida. Cabrera Felipe marcha al exilio en 1937, desarraigo ratificado por Orden ministerial (1939): “… por su pertinaz política antinacionalista y antiespañola en los tiempos precedentes al Glorioso Movimiento Nacional”. ¿Qué política antiespañola? ¿Su servicio como científico a la constitucional II República? ¿Acaso porque abandonó fanatismos religiosos y condicionantes culturales en sus investigaciones? ¿La condenable duda científica como punto de partida? ¿La aborrecible experimentación frente a la irracionalidad? (Señor, ¿qué nos espera?)
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar