Las carencias éticas del Viejo Continente - por Nicolás Guerra Aguiar
Las carencias éticas del Viejo Continente - por Nicolás Guerra Aguiar *
Mientras el régimen turco cierra medios de comunicación y rebosa cárceles con jueces, fiscales, abogados, periodistas, administrativos públicos, profesores, militares, policías, intelectuales, pacifistas, opositores políticos o partidarios del clérigo Gülen (exiliado en EE. UU. y hasta hace poco su aliado), las instituciones europeas callan.
Incluso silencian pudores éticos mientras una entidad no gubernamental centrada en combatir los abusos contra los derechos humanos hace público el encarcelamiento de su presidente y su directora en Turquía, acusados de “cometer un delito en nombre de una organización terrorista”. Esta “organización terrorista” se llama Amnistía Internacional.
Así, Alemania, Francia y España ocupan los puestos 3º, 5º y 7º -respectivamente- como proveedores de armas a nivel mundial. Y la gran fortaleza de la economía europea, Alemania, país al que muchos han definido como “La locomotora de Europa”, exporta casi la mitad de su producción bélica a Oriente Próximo y Asia. Según ABC vendió 650 tanques a siete países, cinco de ellos ajenos a la UE.
Pero no se trata solo de armamento, inagotable manantial de enriquecimientos privados. Hay otros negocios –reconstrucciones, centrales eléctricas, nuevas carreteras…- cuyos beneficios giran siempre en torno a guerras (Irak, Afganistán, Libia, Yemen, Sudán, Somalia…). Y si no, que se lo pregunten a empresas españolas tras la invasión de Irak (2003) como Dragados, Cepsa, Coren (alimentos gallegos), favorecidas por contratos cienmillonarios…
Lo cual, por otra parte, tampoco es nada nuevo: de negocios supieron mucho las industrias de la alta burguesía catalana, vasca, asturiana… enriquecidas durante la Primera Guerra Mundial gracias a la venta de textiles, siderurgias, carbón, químicas, armas ligeras, a los carísimos transportes marítimos y a la explotación obrera. Porque las industrias catalanas, vascas y asturianas no tenían contrincantes ante una Europa desolada por la guerra. Así, aquellas regiones españolas monopolizaron el comercio y vendieron a los dos bandos contendientes.
Ya en la Segunda, más de lo mismo. Empresas españolas se beneficiaron de las llamadas “compras preventivas”, especialmente wolframio (volframio, tungsteno), de vital importancia para la industria armamentística alemana. Ingleses y norteamericanos ofertaban a España libras y dólares en cantidades superiores a los marcos alemanes por el producto. Así consiguieron controlar gran parte del mercado mientras patrióticos empresarios hacían fortunas. Y multiplicaban sus beneficios sin pudor alguno: con aquel dinero compraban armamento alemán para el Ejército español.
Así pues, cien mil turcos llevan meses mirando para la Unión (Económica) Europea desde prolongados encarcelamientos sin tramitaciones judiciales, visitas de abogados e, incluso, sin saber de qué se les acusa. Insensibles ante tales tragedias, veintiocho países cantan hipócritamente los llamados “Criterios de Copenhague”: estos exigen reconocimientos de libertades y derechos ciudadanos. Y la hipocresía europea incluye en los preámbulos de sus constituciones la defensa y amparo de ordenamientos jurídicos cuyos “valores superiores son la justicia, la igualdad y el pluralismo político” tal como reza –por ejemplo- el artículo 1 de la Constitución Española.
Al margen de banalidades y escaparates, Copenhague exige la “economía de mercado o mercado libre”: a fin de cuentas, el germen de la Unión Europea está en los comunes intereses económicos. Y la voz mercado, en acepción del Diccionario, se define como ‘Conjunto de actividades realizadas libremente por los agentes económicos sin intervención del poder público’.
Por tanto, el poder público reserva sus injerencias para casos concretos como, por ejemplo, cubrir con dinero público los efectos del saqueo a que fueron sometidas las cajas de ahorro en España: disparatadas indemnizaciones, autopréstamos, representantes públicos en consejos de administración en el más absoluto de los silencios, dispendios sin control alguno. Robos, piratería, abordajes a las cajas de ahorro pues, a fin de cuentas, no son de nadie (salvo, claro, CajaSur, Caja de la Inmaculada de Aragón y Cajacírculo), ni el Banco de España controla su despilfarro: ¿sesenta y un mil millones según el Banco de España, milmillonada irrecuperable? (El PP volvió a mentir. Rajoy afirmó en 2012: “El rescate de la banca no va a tener coste para los españoles”.)
Europa, pues, paga al Gobierno turco. Este impide la entrada en la UE de refugiados obligados a huir de las guerras. Pero desde que Erdogan lo exija, La UE convertirá en ciudadanos europeos de pleno derecho a casi ochenta millones de turcos, los cuales tendrán libertad de asentamiento por toda la Unión. Europa entrega a Turquía seis mil millones de euros para ayuda a los refugiados. Y Turquía los invierte en armamento que compra, entre otros países, a Alemania.
La muy sensible UE se desprende del Salmo en el cual poetizó a la Libertad y cambia, en cualquier garito de miseria, su identidad ética por fronteras de espinos, ametralladoras y deshumanizaciones. Esconde sus desvergüenzas; recupera la centenaria tradición de mercader y banquera y nada dice sobre los directivos de Amnistía. Todo un ejemplo de honestidad moral.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar