Celestiales visiones sobre las dictaduras - por Nicolás Guerra Aguiar
Celestiales visiones sobre las dictaduras - por Nicolás Guerra Aguiar *
Dictadura del proletariado o dictadura burguesa, da igual. Ninguna de las dos puede ser justificada pues ambas significan la pérdida de básicos principios inherentes a la condición humana: libertad, ejercicio de la palabra para expresar ideas, poder absolutamente en manos de la ciudadanía a través de justas leyes…
Por tanto, estimado lector, la palabra dictadura va enlazada con dos estamentos sociales muy importantes a lo largo de los inmediatos siglos pasados: proletariado y burguesía. La dictadura del proletariado solo se consigue -según sus teóricos- echando abajo la segunda, la correspondiente a la burguesía.
Viene a cuento lo anterior tras públicas intervenciones de los señores Guerra (vicepresidente del Gobierno socialista, 1982 – 1991), González (presidente también socialista entre 1982 y 1996) y Rivera (presidente de Ciudadanos, partido que cogobierna con el PP en Andalucía bajo el control ideológico de Vox). Los tres opinaron sobre la situación política en Venezuela y llegaron a coincidentes conclusiones.
El señor González declara: "Nicolás Maduro es peor que un dictador, es un tirano arbitrario". Defiende, además, la autoproclamación de Guaidó en Venezuela “blanqueando así el golpe de Estado” (público.es).
La coincidencia del señor Rivera con los anteriores es absoluta: “El país sudamericano [suramericano] también es peor que una dictadura”. Sin embargo, hay afirmaciones que, como poco, parecen imprudentes: “Las dictaduras no tienen libertad, pero tienen cierta paz y orden porque todo el mundo sabe lo que hay".
Por tanto, “cierta paz y orden” se logran con dictaduras, alabado sea Dios. Pero oculta el señor Rivera que centenares de miles de españoles no se conformaron con “cierta paz y orden”: no les importaron expedientes, cárceles, torturas o muertes violentas mientras levantaban sus palabras contra la opresión.
Así, la cuestión planteada es la siguiente: ¿todas las dictaduras son malas o, acaso, pueden atenuar sus terribles perversidades cuando potencian las economías? La del señor Maduro, pues, sería maligna por sus negativas consecuencias económicas sobre el país. Pero la del general Pinochet “tuvo eficacia en el terreno económico”. Si tal estimación la aplicamos a España, ¿su desarrollo económico durante la dictadurísima franquista atenúa las barbaries de la misma, señor Guerra?
Para el señor Guerra el presidente norteamericano es compañía poco recomendable pero… el pueblo venezolano “debe ser liberado” (¿como el iraquí y sus pozos de petróleo?). Sabido es que EE UU avisó a España de “inmediatos acontecimientos” en Venezuela. Justifica, así, la intromisión del señor Trump (todos olvidan a Marruecos, Nicaragua, Turquía, Egipto… y olvidan también a Naciones Unidas, único organismo internacional competente -las más de las veces con flemática flexibilidad- para sancionar y boicotear a gobiernos dictatoriales o, ante situaciones extremas, intervenir militarmente para salvar a la población). Por tanto, si la dictadura del señor Maduro hubiera significado el fortalecimiento económico… sería dictablanda. ¡Qué cosas!
Las ideas de los señores Guerra y González –con todos mis respetos- me resultan impropias de quienes fueron legítimo Gobierno socialista durante años y, sobre todo, esperanzas de diez millones de votantes (1982), es decir, el 48% de las papeletas y casi el doble que Alianza Popular (génesis del PP). Mayoría absoluta ratificada cuatro años después (44%) y en 1989 (40%). Pero la crisis comienza: necesitará al PNV y a los catalanes del señor Pujol para la cuarta legislatura. El vertiginoso descenso del PSOE catapulta al señor Aznar (la continuidad en el poder durante catorce años había conducido a arbitrariedades, corruptelas y radical alejamiento de la esencia socialista).
Lo del señor Rivera es algo así como coherente: “Las dictaduras tienen cierta paz y orden”, pregona cara al sol. Por tal razón justificaría la celebración franquista de los “XXV Años de Paz”, allá en mi primera juventud. Pero, ¿cuántos centenares de miles de españoles no pudieron conmemorar el glorioso cuarto de siglo desde destierros, cárceles, prisiones militares, cementerios, cunetas, paredones… por rebelarse contra la dictadura? ¿Orden, dice? Sí, claro: se imponía con muertos a causa de balas disparadas al aire, Billys – Niño, caídas accidentales, Carabancheles, Tribunales de Orden Público, cierres de periódicos y revistas…
No, en absoluto: ninguna dictadura tiene eximentes. Ni tan siquiera atenuantes. Ni de coña.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar