Consejos para la Paz en forma de poemas - por Nicolás Guerra Aguiar
Consejos para la Paz en forma de poemas - por Nicolás Guerra Aguiar *
Si bien es cierto que muchos poetas fueron trovadores de guerras y pusieron sus palabras al servicio de ideologías totalitarias o rebeldes contra el poder constitucional establecido, también lo es que la inmensa mayoría de quienes cultivan el verso fueron y siguen siendo cantores de la Paz. No obstante, la influencia de los segundos es mínima pues, desgraciadamente, muy poca gente lee poesía.
Y sucede porque, a veces, nadie en las aulas sensibilizó al alumno para que creara lenguaje poético, aquel en el cual no hay límites para la imaginación (los valores simbólicos, por ejemplo, de las rosas rojas, azules, doradas, blancas. O las metafóricas áureas hebras que “el viento mueve, esparce y desordena”. O el símil “La mar como un plato” frente a la aliteración “Los roncos ruidos que ruedan las rocas de la mar”). A la tal ausencia podemos sumar todo aquello que se publica bajo el nombre de “Poesía” aunque su contenido ni es poético ni se le parece en nada. Porque en poesía no basta con decir: hay que decir, además, poéticamente. (Afirmación discutible y con excepciones; pero válida como punto de partida.)
La literatura está cargadísima de ejemplos que corroboran la anterior afirmación: hay poetas de la guerra y poetas de la Paz. E, incluso, poetas que recrean con exquisita belleza los cinco sentidos del hombre mientras cantan acciones bélicas. Así, la “Marcha triunfal” de Rubén Darío impacta en la sensibilidad del oyente a través, por ejemplo, de la musicalidad (“claros clarines; canto sonoro, cálido coro”…) o la luminosidad (“vivos reflejos”…). Pero, en esencia, exalta a la milicia romana que desfila tras alguna victoria y luce su poderío militar (espadas, caballos de guerra, lanzas…) en rítmicos acompasamientos técnicamente perfectos a través de las acentuaciones.
Podría sumar otros títulos de falangistas que elevaron brazos y voces para cantar a José Antonio Primo de Rivera o evocan a sus muertos (en “¡Presente!”) y “se pliegan a los alambres” por la España franquista mientras “Las ametralladoras / cantan su canción sin música”. O cuando la novia del falangista gime entre sauces y cipreses a la vez que “El tremor de las descargas / rindiendo honores al muerto / salpicó de notas lúgubres / la amplitud del cementerio”.
Hace meses recibí Poemas para la paz, antología editada por EL CIERVO: “Se trata de una revista de pensamiento y cultura, progresista y social, de signo cristiano. Pero de un cristianismo poco dogmático y poco eclesial; [razón por la que] colaboran intelectuales ateos”, tal la define mi entrañable amigo, excolega en las aulas y poeta Alejandro Duque Amusco, director durante diez años de una sección de la misma. Duque Amusco (con mayúsculas también en el mundo poético) participó en Las Palmas (2012) y Barcelona (2013) en la presentación de Antología cercada, reedición del Cabildo de Gran Canaria.
La voz de la mujer; las palabras de quienes experimentaron guerras por puro patriotismo o las de quienes las padecieron de forma no directa pero que “sufren las consecuencias de otras no menos sangrientas y dolorosas”; las de quienes aspiran a la solidaridad o sueñan con ella… se conjugan en esta entrañable antología desde la perspectiva cronológica de los últimos 150 años.
Si volviera al aula, de seguro que muchos de estos poemas estarían ya en el sentimiento de mis alumnos. Pero a pesar de la imposibilidad lograré, de una u otra manera, que este trabajo de sensibilización y compromiso con la sociedad llegue a las nuevas generaciones. Es de obligado cumplimiento por mi parte.
* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar