Buscar
jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

¿Copiar la reforma electoral del PSOE? - por Santiago Pérez

Si a estas  alturas de mi vida me preguntaran por las diferencias entre la ideología conservadora y la progresista, seguramente me referiría a su forma de entender el ser humano, a su concepción antropológica: la conservadora, pesimista; y la progresista, humanista y  --más como una aspiración de la voluntad que como una constatación de la inteligencia--   “optimista”.

¿Copiar la reforma electoral del PSOE? - por Santiago Pérez García

Si a estas  alturas de mi vida me preguntaran por las diferencias entre la ideología conservadora y la progresista, seguramente me referiría a su forma de entender el ser humano, a su concepción antropológica: la conservadora, pesimista; y la progresista, humanista y  --más como una aspiración de la voluntad que como una constatación de la inteligencia--   “optimista”.

El conservadurismo ideológico cree que el ser humano es tonto, exclusivamente egoísta, corrupto… Y, en consecuencia, puede ser desinformado, manipulado y debe ser gobernado por quienes tienen más discernimiento. De ahí viene el fondo receloso frente a la democracia que lleva a los conservadores más recalcitrantes a pervertirla o, si las circunstancias lo aconsejan, a destruirla.

Y, porque es corrompible por naturaleza, puede ser sobornado en lo político, en lo social y hasta en los asuntos de su vida privada, bajo la divisa “todo hombre tiene un precio”.

Hay algunos elementos de la camarilla que dirige el PSOE en Canarias   que se comportan, cada vez con más atrevimiento y con mayor comodidad, como si encarnaran lo peor del conservadurismo político: se pone en evidencia en todo el juego de palabras al que se prestan frente a la matraquilla del “trabajo para los canarios”, hablando ahora del trabajo para los “residentes” cuando saben perfectamente que el slogan pauliniano pretende encubrir en falso el fracaso de los sucesivos gobierno de CC en la gestión de las competencias relacionadas con la formación profesional de los canarios, que es lo que explica por qué los empresarios canarios no pueden renunciar a contratar a trabajadores europeos mejor preparados para desempeñar los empleos más cualificados en los sectores más importantes, como el turismo, de la economía del Archipiélago. Y que, además, el latiguillo de Paulino envuelve un mensaje xenófobo directo a las vísceras de la gente de esta tierra, sobre todo a las más desesperada por el paro y la marginación, en la línea de lo peor del nacionalismo: su versión más victimista e irresponsable.

Pero esta moda de tratar a la gente como si todos fuéramos tontos, la han bordado con la propuesta de emprender ahora, no hace tres meses ni dentro de medio año, la reforma del Estatuto de Autonomía. Es una burda respuesta a la iniciativa que ha presentado Nueva Canarias reproduciendo la Proposición de Ley que me atreví a presentar como portavoz del Grupo Socialista durante la pasada legislatura. Se trataba, lo dije entonces, de una propuesta modesta, limitada, pero difícilmente atacable desde el punto de vista democrático: “barreras electorales abajo”.

Era mi respuesta a una constante experiencia: la de que todas las iniciativas de reforma electoral más ambiciosas han acabado en el dique seco, porque los detractores y partidarios de unos aspectos y de otros acababan neutralizándose y neutralizándolas: suma cero.

La nomenclatura del PSC-PSOE   (los Spínola, Cruz y compañía) dejaron morir aquélla iniciativa, que había sido tomada en consideración por unanimidad del Parlamento, informada favorablemente por la Ponencia al no presentarse enmienda alguna, pero rechazada vergonzantemente en Comisión  (sin enmienda alguna, insisto) por CC y PP. Spínola, brillantemente nombrado de nuevo portavoz por José Miguel Pérez tras mi destitución, no tuvo ni siquiera el gesto de pedir su debate definitivo ante el Pleno, lo que era un derecho del Grupo Socialista con el Reglamento parlamentario en la mano, y la dejó caducar por finalización de la legislatura. Es evidente que se estaba relamiendo ante la posibilidad de tocar gobierno. Era uno de tantos regalos prenupciales a CC.

Ahora, en una actitud desfachatada   --como diría Juan Fernando--  reivindican aquella iniciativa que dejaron morir. Y, en el colmo de la falta de respeto a la opinión pública, pretenden abrir una vía, la de la Reforma Estatutaria, destinada al fracaso en una legislatura controlada por un PP con espasmos recentralizadores.

Lo que puede hacer el Parlamento de Canarias, ejerciendo su propia autoridad, es modificar algunos aspectos esenciales de un sistema electoral profundamente antidemocrático, como son las barreras electorales. Por eso, renunciar a hacerlo metiendo la reforma electoral en una Reforma estatutaria actualmente inviable  --para luego echarle las culpas al PP--   no es más que cinismo chusquero.

Y contentarse con bajar las barreras electorales al 15% de los votos válidos, cosa que ahora no aclaran pero que la  han venido cacareando los Spínola y cía durante esta legislatura es…¡en fin!. En circunscripciones electorales con tan pocos escaños  (cinco islas tienen asignados menos de 10 escaños), el sistema proporcional tiene un sesgo mayoritario. Si se aplican barreras electorales del 20, del 30 o del 15%, los efectos son prácticamente los mismos: debilitar el pluralismo político, mantener un sistema tripartito en manos de CC y desincentivar la participación electoral, minando la representatividad del Parlamento.

Acusar a NC de copiar una iniciativa del PSOE, no para reivindicarla sino para rechazarla, es la enésima tarjeta de presentación de una dirigencia que se está convirtiendo en los alumnos más aventajados de las peores truculencias de CC.

O, a lo peor, es que ya eran así y no lo sabíamos. Ni ellos mismos, a lo mejor, tampoco.

 

La Laguna, 4 de septiembre de 2013.

Santiago Pérez.