Coronavirus: ¿cambio climático o castigo de Dios? - por Nicolás Guerra Aguiar
Coronavirus: ¿cambio climático o castigo de Dios? - por Nicolás Guerra Aguiar *
La pandemia del coronavirus ha dejado al descubierto el absoluto fracaso de la Ciencia. Y quienes definen su profesión con el recargado nombre de científicos han sido incapaces de reconocerlo: es la soberbia. Por tanto, les echan la culpa a los chinos, a los políticos... Súmese la superstición cientifista: el virus no es un castigo de Dios, sino del cambio climático. Esta soberbia científica, la peor forma de reaccionar frente a la desgracia, nos ha impedido aprovechar el covid-19 para volver a Dios.
Si entrecomillara las citas textuales del párrafo anterior, estimado lector, lo incluiría casi todo. Pero por no sumar expresión alguna que, por subjetiva, pudiera no resumir exactamente el texto periodístico, sobrepaso la prudente reproducción literal. Le presento mis disculpas.
Porque podría entender, por ejemplo, que el supuesto fracaso de la Ciencia y sus profesionales frente al coronavirus nos hubiera permitido el retorno a Dios de no mediar la soberbia científica. Algo así como si otro mal -los hueros cerebros de muchos políticos- impidiera hacer Política de una puñetera vez. Pero lo contradice la socarronería popular: “No hay mal que por bien no venga”.
Así pues, que aprendan los especialistas incluidos desde marzo en el Comité Científico español para tan gigantesca lucha antivírica, a saber: doctor Simón, epidemiólogo; doctor Trilla García, catedrático de Salud Pública (investigaciones sobre vacunas, enfermedades infecciosas, brotes y epidemias); doctora Vanaclocha Luna: estudios centrados en casos de infecciones; María Teresa Moreno-Casbas, doctorada en Epidemiología y Salud Pública; Agustín Portela Moreira, doctor en Ciencias Biológicas, investigador en virología; Inmaculada Casas Flecha, doctora en Farmacia e investigadora científica y Miguel Hernán, médico, epidemiólogo y profesor universitario en Harvard.
Siete soberbios científicos, en resumen, con iniciales desorientaciones, errores, pegadizos desconciertos… (Alfred Nobel perdió a su hermano en una explosión de nitroglicerina antes de descubrir la manera de estabilizarla.) Pero al paso del tiempo con aciertos por más que ahora se imponen carencias de conciencia ciudadana, patéticas irresponsabilidades y absoluto desprecio a elementales normas de prevención: de ahí los rebrotes. (Sapientísimo el señor Casado cuando sentenció: “La reclusión evita el contagio... igual que se evitan accidentes de tráfico". ¡Qué argumento de autoridad!)
Así, tanto el titular del artículo (c) como el subtítulo (“Los científicos no han avanzado un adarme en su investigación contra el virus pero no han retrocedido un milímetro en su soberbia infinita”) son afirmaciones muy contundentes: no van acompañadas de prudentes adverbios como “acaso, quizás, posiblemente” o la locución adverbial “tal vez”. (¿Pero... ”superstición climática”? ¿Brujería? ¡Muy fuerte!)
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Lo cual, además, replantea la tradicional oposición ciencia / religión. Valgan tres ejemplos documentados de paisanos canarios ajenos a precipitadas irreflexiones y, por tanto, racionales, desapasionados, más científicos que seguidores de tradiciones cargadas de milenarias edades. A fin de cuentas algunas forman parte de la fe, y la fe es asentimiento a la revelación de Dios… propuesta por la Iglesia (“Oye mi ruego Tú, Dios que no existes”, escribió Unamuno para distinguir la oposición fe / razón).
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Así pues, ¿”fracaso sin paliativos” de la Ciencia o enfrentamiento a algo desconocido? ¿No pudo influir la continuada destrucción del medio ambiente por parte del hombre? ¿Quizás irrumpe un nuevo ciclo? Algún día se sabrá. Pero que la “soberbia científica nos ha impedido aprovechar el Covid-19 para volver a Dios” carece, como poco, del rigor científico obtenido por observación y razonamiento, ‘con capacidad predictiva y comprobable experimentalmente’.
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* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar