Cosas veredes: tales pactos a tres bandas - por Nicolás Guerra Aguiar
Cosas veredes: tales pactos a tres bandas - por Nicolás Guerra Aguiar *
Cuando el Gobierno español habla de “cuestiones de Estado” para reclamar el apoyo de la oposición -inicio de la pandemia coronavírica, por ejemplo- sucede a veces que células grises y responsabilidades reaccionan positivamente. Sin embargo, situaciones hay en las cuales uno -limitada percepción deductiva, seguramente- no llega a captar por qué PSOE, PP y Vox coinciden más de una vez y, como aparente unidad de destino en lo universal, rechazan determinadas propuestas hechas por otros partidos.
Cabe preguntarse, pues, qué cruenta revolución, volcánico espasmo de la esencia democrática o devastador tsunami pueden producirse en España cuando determinados planteamientos sobre investigaciones llevan al triunvirato anterior (antagónicos proyectos ideológicos) a pactar complicidades y fraternidades.
Otra reclama investigaciones sobre la hipotética corrupción del señor Borbón y Borbón, anterior jefe del Estado, supuesto beneficiado con cien millones de dólares por su mediación entre empresas y la tiranía saudí para la adjudicación del AVE Medina – La Meca. Y si terciara, por qué -presuntamente- un empresario colaboró con 265 000 dólares para el viaje de bodas de los actuales reyes.
Pero lo curioso es que la comisión, según los letrados, podía constituirse sin problema alguno aunque el expresidente no estaría obligado a personarse, pues no ocupa cargo público. No obstante, el artículo 76.2. de la Constitución es taxativo: “Será obligatorio comparecer a requerimiento de las cámaras”. Quien incumpla tal obligación podrá ser sancionado.
Como tampoco tienen dos siglos los crímenes de ETA, muy al contrario: siguen presentes en mi memoria de ser humano, por ejemplo, las terribles imágenes del ataque a la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza (diciembre, 1987). El coche bomba asesinó a cinco niños y once adultos; produjo amputaciones, traumas psicológicos, desequilibrios emocionales… Y de esto solo han pasado treinta y tres años.
De igual manera el Partido Popular (gobernaba el señor Aznar) tiene sobre sus espaldas la responsabilidad moral de la bárbara masacre perpetrada por Al Qaeda cuando tres bombas estallaron en un tren cercano a la estación de Atocha (11 de marzo de 2004): casi doscientas personas murieron asesinadas y dos mil resultaron heridas. Y millones de españoles sintieron también en sus mentes tal salvaje revancha de los yijadistas por la colaboración española en la invasión de Irak, para luego repartirse los milmillonarios beneficios de rapiñas y reconstrucciones. (¿Recuerda, estimado lector, al señor Aznar en el Congreso cuando adelantó su requiescant in pacem con el apocalíptico mensaje “Créanme si les digo que Husein tiene armas de destrucción masiva”?)
Y la noche del 24 de enero de 1977 cinco abogados laboralistas fueron asesinados en sus despachos de la calle Atocha. Pertenecían al Partido Comunista de España y a Comisiones Obreras, el sindicato de clase de Marcelino Camacho orientado ideológicamente “hacia la supresión de la sociedad capitalista y la construcción de una sociedad socialista” (9º Congreso Federal, 2008). Los pistoleros, de extrema derecha.
Los años pasan, sí; e imponen renovaciones, cambios… y olvidos. Hasta que distintas circunstancias retrotraen acontecimientos sucedidos entre el último cuarto del siglo pasado y 2004, no tan lejanos. Suenan señales de alerta y PSOE, PP y Vox unen sus intereses para boicotear todo intento de investigación tras el bombazo: “Un informe de la CIA afirma que González ‘acordó la creación’ de los GAL” (publico); “La CIA acusa a González de ser la X de los GAL” (telecinco)…
Un día se darán a conocer documentos secretos sobre la invasión de Irak, la colaboración del Gobierno PP, las beneficiadas empresas españolas… Y las oscuras golondrinas volverán a recordar la masacre de Atocha, la confabulación para cargársela a ETA, los macabros embustes peperos en el Congreso y en la calle (el señor Casado ya militaba en el PP): ¿retornaría, entonces, el triunvirato?
González y Aznar, ¿supremos dioses intocables o, acaso, partidos políticos que pretenden ocultar sus vergüenzas (o desvergüenzas)?
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar