La crisis económica canaria, desde la perspectiva empresarial - por Domingo Méndez *

 La Provincia: “Los empresarios auguran seis meses de parálisis y que el paro llegue al 40%”.

Canarias 7: “El destino canario perdió 1.132 millones de euros en dos semanas”. “AIReF prevé una caída de hasta un 11,7% de la economía”.

El Día: “Bruselas prevé que el PIB español caerá un 9,4%”

Diario de Avisos: “Desplome histórico de la economía canaria”. “Canarias se prepara para vivir los capítulos más oscuros de su historia”.

Tanto la Confederación Canaria de Empresarios, (CCE) de Las Palmas, como la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, (CEOE) de Santa Cruz, dan mensajes dramáticos sobre la contracción económica y el aumento del paro.

Es cierto que en una economía tan dependiente de la especialización en el turismo y en el sector servicios, buena parte de él ligado al turismo, la crisis de empleo y la reducción de negocio tendrá consecuencias profundamente negativas.

También es cierto que esta crisis ha puesto de manifiesto la fragilidad de la economía canaria, escasamente diversificada, dependiente del monocultivo exportador de sol y playa y de la importación de casi todo lo demás.

Pero esta estructura económica, no solamente es frágil, sino ecológicamente inviable. La destrucción de suelo agrario, de espacios naturales, del acuífero, la contaminación atmosférica y del mar al que van a parar residuos sin depurar, el gasto de combustibles fósiles en transporte, industria, generación de electricidad conducen inevitablemente a la destrucción de la sustentación del turismo. También a la destrucción de los espacios insulares, que soportan mucho más allá de su capacidad de carga.

La salida lógica, en beneficio de la naturaleza y la sostenibilidad de la vida es promover la transición energética, de tal manera que se limiten rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero; la generalización del transporte colectivo de carácter público, no contaminante; la apropiación pública del agua, de su extracción, transporte, distribución, depuración y reutilización; el fomento de la agricultura y ganadería para consumo local e insular; la promoción de cooperativas y pequeñas empresas en las actividades agrícolas e industriales; la creación de una banca pública al servicio de actividades públicas, comunitarias, de cooperativas y autónomos que sean respetuosas con el medio; la mejora de los servicios públicos de educación, sanidad y dependencia.

Se trata de sustituir la lógica del beneficio privado por la de la satisfacción de necesidades colectivas; la lógica del consumo de bienes que se agotan, por la de la conservación de recursos; la del trabajo hasta el agotamiento, del aumento continuo de la productividad, por la del reparto del trabajo necesario; la del aumento continuo de la producción por la de su reducción y distribución equitativa.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Domingo Méndez