Cuántos millones de personas han muerto en las guerras de EEUU - por Nicolas J. S. Davies. en CONSORTIUM NEWS (2018) traducido y reproducido en MEDIUM y EL MUNDO NO PUEDE ESPERAR. Señala y comenta Federico Aguilera Klink

 

 

MEDIUM, en traducción de Javier Villate (Partes 1 y 2) y EL MUNDO NO PUEDE ESPERAR, en traducción de Álvaro P. Salvador (Parte 3) reproducen este denso, extenso pero valioso e importante texto publicado en inglés en 2018 en CONSORTIUM NEWS por Nicholas J. S. Davies. Existen varios y acertados informes sobre el coste financiero del esfuerzo bélico USA en su defensa a ultranza del neoliberalismo y los intereses económicos. Pero poco se ha estudiado sobre el ingente coste en vidas humanas. Nuestras opulentas, alegres y confiadas sociedades se estremecen con razón cuando se perpetra un atentado o un accidente en el que muere gente. Nadie se queja, lógicamente, por el gasto que se aplique a salvar una vida humana o incluso a rescatar un cadáver. Pero asistimos sin inmutarnos a la hecatombe, auténtico genocidio que están generando sin cesar las guerras del fascismo del siglo XXI, el neoliberalismo. El impresionante texto de Davies es de 2018 pero no ha perdido vigencia, ni, lamentablemente gravedad el hecho que estudia. Lo recomienda y comenta Federico Aguilera Klink.

Imagen de la mancheta: XQ

Escribe Federico Aguilera Klink:

Un texto de Nicolas Davies, periodista norteamericano que lleva años tratando de conocer cuántos millones de muertos han causado las guerras generadas por EEUU y sus acólitos europeos para poder seguir saqueando los recursos naturales del planeta, desde el 11 S.

Me parece que ir tomando conciencia de estos crímenes es fundamental pues, al final, está claro que somos nosotros, los consumidores privilegiados occidentales (algunos, claro) los que nos beneficiamos de ellos al poder consumir casi de todo y a precios cuyos costes ignoramos o no queremos conocer.

Para mí, no se puede hablar de Emergencia Climática, Transición Ecológica y todo eso sin hablar de estas guerras criminales que apoyan 'nuestros' gobiernos y de las que 'nos beneficiamos', además, en términos de creación de puestos de trabajo y de beneficios para la banca, vendiéndoles armas y aumentando el PIB, claro.

Así pues, y como reza el título del libro de Nicolas Davies, de una u otra manera tenemos Las manos manchadas de sangre, pero no resulta de "buen gusto" hablar de ello para poder seguir consumiendo y despilfarrando los recursos del planeta. Todo muy acorde con la "cultura democrática occidental"..

 






 

Cuántos millones de personas han muerto en las guerras de EEUU: I. Irak

El número de víctimas de las guerras de EEUU desde el 11 de septiembre de 2001 ha sido en gran medida incontable, pero aceptar la verdadera escala de los crímenes cometidos sigue siendo un imperativo moral, político y legal urgente

NICOLAS J. S. DAVIES

26 de marzo de 2018

 

 

 

 

¿Cuántas personas han muerto en las guerras que EEUU ha librado desde el 11-S? He investigado y escrito sobre esta cuestión desde poco después que EEUU lanzara estas guerras, que ha tratado de justificar como respuesta a los crímenes terroristas que mataron a 2.996 personas en EEUU el 11 de septiembre de 2001.

Pero ningún crimen, por horrendo que sea, puede justificar guerras contra países y personas que no fueron responsables del crimen cometido, tal como explicó pacientemente el exfiscal de Nüremberg Ben Ferencz a NATIONAL PUBLIC RADIO.

En “The Iraq Death Toll 15 Years After the U.S. Invasion” (El número de muertos en Irak 15 años después de la invasión estadounidense), que escribí junto con Medea Benjamin, estimamos el número de muertos en Irak de la manera más precisa y honesta posible en marzo de 2018. Nuestra estimación es que en Irak han muerto alrededor de 2,4 millones de personas como resultado del histórico acto de agresión cometido por EEUU y Reino Unido en 2003. En este informe, explicaré con mayor detalle cómo llegamos a esa estimación y proporcionaré algún contexto histórico. En la segunda parte de este informe haré una estimación actualizada similar de cuánta gente ha muerto en las otras guerras de EEUU después del 11-S.

Estudios de mortalidad vs. informaciones pasivas

Samar Hasan se lamenta después de que sus padres fueran asesinados

por soldados estadounidenses en Irak en 2005. (Foto: Chris Hondros / Getty Images)

Exploré estas mismas preguntas en el capítulo 7 de mi libro Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq (Sangre en nuestras manos: La invasión y destrucción de Irak por parte de EEUU) y en artículos anteriores, desde “Burying the Lancet Report… and the Children” (Enterrando el Informe de Lancet… y a los niños) en 2005 hasta “Playing Games With War Deaths” (Jugando con los muertos de las guerras) en 2016.

En cada uno de esos escritos expliqué las estimaciones de muertes causadas por las guerras publicadas regularmente por los organismos de la ONU, los grupos de estudios y los medios de comunicación, y que casi todos ellos se basan en “informaciones pasivas” fragmentarias, no en estudios exhaustivos de la mortalidad.

De los países en los que EEUU y sus aliados han estado librando guerras desde 2001, Irak es el único en el que los epidemiólogos han realizado estudios de mortalidad basados en las mejores prácticas que se han desarrollado y utilizado en otras zonas de guerra (como Angola, Bosnia, República Democrática del Congo, Guatemala, Kosovo, Ruanda, Sudán y Uganda). En todos estos países, al igual que en Irak, los resultados de estudios epidemiológicos exhaustivos revelaron entre 5 y 20 veces más muertes que las cifras publicadas anteriormente basadas en informes pasivos.

Nuestra estimación es que en Irak han muerto alrededor de 2,4 millones de personas como resultado del histórico acto de agresión cometido por EEUU y Reino Unido en 2003

Body Count: Casualty Figures After 10 Years of the «War on Terror»”, un informe publicado por Physicians for Social Responsibility (Médicos por la Responsabilidad Social) en 2015, encontró que el estudio de 2006 realizado por THE LANCET fue el estudio de mortalidad más completo y fiable realizado en Irak, basado en el diseño de su estudio, la experiencia e independencia del equipo de investigación, el corto tiempo transcurrido desde que se documentaron las muertes y su consistencia con otras contabilidades de la violencia en el Irak ocupado. En ese estudio se estimó que unos 601.000 iraquíes murieron en los primeros 39 meses de la guerra y la ocupación, mientras que la guerra también había causado unas 54.000 muertes no violentas.

En los otros países afectados por las guerras de EEUU después del 11-S, los únicos informes existentes sobre víctimas mortales han sido realizados por la ONU, basados en investigaciones de incidentes reportados a las misiones locales de asistencia de la organización — como en Irak y Afganistán — o directamente por la ONU y grupos de estudio independientes como el Observatorio Sirio de Derechos HumanosIraq Body Count y Airwars, a partir de informes pasivos de agencias gubernamentales, centros de salud y medios de comunicación locales o extranjeros.

Estos informes pasivos son citados regularmente por la ONU y las agencias gubernamentales, los medios de comunicación e incluso por los activistas como “estimaciones” del número de personas muertas, pero no son lo que parecen. Por definición, ninguna colección de informes fragmentarios puede ser una estimación realista de todas las personas muertas en un país asolado por la guerra.

En el mejor de los casos, los informes pasivos pueden revelar un número mínimo de muertes en la guerra. Pero esa es a menudo una fracción tan pequeña de las muertes reales que es altamente engañoso citarla como una “estimación” del número total de personas muertas. Esta es la razón por la que los epidemiólogos han desarrollado métodos de muestreo científico que utilizan para producir estimaciones precisas de las muertes por guerra a través de estudios de mortalidad estadísticamente válidos.

Las enormes disparidades que los epidemiólogos han encontrado entre los resultados de los estudios de mortalidad y los informes pasivos (una relación de 5 a 1 y de 20 a 1) han sido consistentes en muchas zonas de guerra diferentes en todo el mundo. En los países donde los gobiernos occidentales no son responsables del estado de guerra, no ha habido controversia política sobre estos resultados, y son citados regularmente por las autoridades y los medios de comunicación occidentales.

Pero los políticos y los medios occidentales han desestimado y marginado los resultados de los estudios de mortalidad en Irak por razones políticas. La responsabilidad de EEUU y Reino Unido por el estado de guerra en Irak significa que la escala de la matanza es un grave asunto de responsabilidad política y penal de las máximas autoridades, que eligieron ignorar el consejo legal de que la invasión de Irak sería un “crimen de agresión”.

En 2006, Sir Roy Anderson, consejero científico jefe del ministerio de defensa de Reino Unido, informó a las autoridades británicas que “el diseño del estudio [de THE LANCET] es sólido y emplea métodos que se consideran cercanos a las «mejores prácticas» en este área”.

El presidente de EEUU George W. Bush en un poster de Robbie Conal.)

 

La BBC obtuvo copias de correos electrónicos en los que las autoridades británicas admitían que el estudio era “probable que fuera correcto” y que “la metodología de la encuesta empleada aquí no puede ser criticada, siendo una forma probada y comprobada de medir la mortalidad en zonas de conflicto”. Pero las mismas autoridades lanzaron inmediatamente una campaña para desacreditar el estudio. El presidente George W. Bush declaró públicamente: “No lo considero un informe fiable”. Y los serviles medios de comunicación corporativos estadounidenses lo rechazaron rápidamente.

En “Playing Games With War Deaths” concluí que “al igual que con el cambio climático y otros temas, las autoridades de la ONU y los periodistas deben superar las presiones políticas, tomar en cuenta las investigaciones científicas y dejar de arrastrar a la gran mayoría de las víctimas de nuestras guerras por este «agujero de la memoria» orwelliano”.

Algunos han argumentado que no es importante saber si nuestras guerras han matado a decenas de miles de personas o a millones, ya que todas las muertes en las guerras son una trágica pérdida de vidas y deberíamos simplemente llorarlas, en lugar de discutir sobre los números. Pero como señalaron los autores de “Body Count”.

Los números difundidos por los medios de comunicación deberían ser en sí mismos lo suficientemente aterradores… Pero, al parecer, todavía se perciben como tolerables y, además, fáciles de explicar dada la imagen de excesiva violencia por motivos religiosos. Sin embargo, la cifra de 655.000 muertos solo en los tres primeros años de la guerra apunta claramente a un crimen contra la humanidad que se acerca al genocidio.

Estoy de acuerdo con los autores de “Body Count>”, ya que no es lo mismo matar a millones de personas que a unas decenas de miles, como parece creer la mayoría de la gente en Reino Unido y EEUU, según las encuestas de opinión.

La mayoría de los estadounidenses diría que es importante saber si el papel de Alemania en la Segunda Guerra Mundial condujo a la muerte de millones de personas o solo de diez mil. Sugerir esto último es realmente un delito en Alemania y en otros países.

Por tanto, los políticos, periodistas y ciudadanos de EEUU que dicen que no importa cuántos iraquíes hayan muerto están aplicando, consciente o inconscientemente, un doble rasero moralmente insostenible sobre las consecuencias de las guerras de nuestro país, precisamente porque son las guerras de nuestro país.

Una guerra que sigue matando

Aunque el estudio de THE LANCET de 2006 sobre la mortalidad posterior a la invasión de Irak es reconocido por expertos independientes, entre ellos los autores del informe “Body Count” de Physicians for Social Responsibility, como la estimación más precisa y fiable de las muertes por guerra en cualquiera de nuestras guerras posteriores al 11-S, fue llevado a cabo hace casi 12 años, tan solo 39 meses después de la guerra y la ocupación de Irak. Tristemente, eso no fue ni mucho menos el final de las consecuencias mortíferas y catastróficas del histórico acto de agresión de EEUU y Reino Unido.

El estudio de THE LANCET de 2006 documentó el aumento constante de la violencia en el Irak ocupado entre 2003 y 2006, y muchos otros indicadores señalan que la escalada de la violencia en el país continuó al menos hasta el final de la “escalada” estadounidense en 2007. La oleada de cadáveres mutilados de víctimas de los escuadrones de la muerte en Bagdad no alcanzó su punto más álgido hasta finales de 2006, con 1.800 cadáveres en julio y 1.600 en octubre. Luego se quintuplicaron los bombardeos aéreos de Irak en 2007, y enero de 2008 fue el mes en el que se realizaron los bombardeos más intensos desde el inicio de la invasión en 2003.

Este patrón da credibilidad a una encuesta realizada por una respetada firma británica, Opinion Research Business (ORB), en junio de 2007, un año después del estudio de THE LANCET, en el que se estimaba que para entonces habían muerto 1.033.000 iraquíes.

El estudio de THE LANCET estimó que 328.000 — más de la mitad de las muertes violentas que contabilizó — habían ocurrido entre mayo de 2005 y mayo-junio de 2006. Por consiguiente, si la estimación de ORB es correcta, significaría que otros 430.000 iraquíes murieron en los 12 meses transcurridos después del estudio de la prestigiosa revista médica británica.

“La cifra de 655.000 muertos solo en los tres primeros años de la guerra apunta claramente a un crimen contra la humanidad que se acerca al genocidio”
 — Body Count

Aunque la cifra de un millón de iraquíes muertos es realmente fuerte, el aumento constante de muertes revelado por la encuesta de ORB es consistente con otros estudios de la violencia de la ocupación, que siguió incrementándose a finales de 2006 y en 2007.

La violencia en Irak disminuyó en 2008 y durante varios años después. Pero los escuadrones de la muerte de la policía especial, reclutados, entrenados y desatados en Irak por el ministerio del interior iraquí, las fuerzas de ocupación de EEUU y la CIA entre 2004 y 2006 (rebautizados como Policía Nacional tras el descubrimiento de su centro de torturas de Al Yadiriyah en 2005, y luego como Policía Federal en 2009), continuaron su reinado del terror contra los árabes suníes en el norte y el oeste del país. Esto generó un resurgimiento de la resistencia armada y llevó a grandes áreas de Irak a aceptar el gobierno del Estado Islámico en 2014, como una alternativa a los implacables abusos del gobierno corrupto y sectario iraquí y sus mortíferos escuadrones de la muerte.

Iraq Body Count (IBC), radicado en Reino Unido, ha compilado informes pasivos de muertes de civiles en Irak desde la invasión, pero solo había contabilizado 43.394 muertes hasta junio de 2006, cuando el estudio de THE LANCET estimó 601.000 muertes violentas: casi 14 veces más. Just Foreign Policy (JFP), de Estados Unidos, creó un “estimador de muertes iraquíes” que actualizó la estimación del estudio de THE LANCET, rastreando las muertes reportadas pasivamente por IBC y multiplicándolas por la relación entre el estudio de mortalidad y el informe pasivo de IBC de 2006.

Puesto que el IBC se basa principalmente en los informes de los medios de comunicación en lengua inglesa, es posible que haya subestimado aún más las muertes después de 2007, ya que el interés de los medios de comunicación occidentales por Irak ha disminuido. Por otra parte, a medida que se hizo más seguro para los funcionarios del gobierno y los periodistas viajar por Irak, su cobertura informativa podría haber mejorado. O quizás estos y otros factores se equilibraron entre sí, haciendo que el estimador de muertes iraquíes de JFP sea bastante preciso. De todas formas, es posible que se haya vuelto menos preciso con el paso del tiempo y, además, se interrumpió en septiembre de 2011. En ese momento, su estimación de muertes iraquíes ascendía a 1,46 millones.

Otro estudio de la mortalidad fue publicado en la revista médica PLOS en 2013, cubriendo el periodo hasta 2011. Su autor principal dijo a NATIONAL GEOGRAPHIC que su estimación de cerca de 500.000 muertos en Irak era “probablemente una estimación baja”. El estudio tenía un margen de error más amplio que el estudio de 2006 de THE LANCET, y los equipos de encuestadores decidieron que era demasiado peligroso trabajar en dos de los cien grupos que fueron elegidos al azar para la encuesta.

El problema más serio del estudio de PLOS parece radicar en que muchas casas fueron destruidas o abandonadas y muchas familias fueron aniquiladas o simplemente desaparecieron, así que nadie quedó para informar de las muertes de esas familias a los equipos de encuestadores. En el extremo, las casas o bloques enteros de viviendas donde todas las personas habían sido asesinadas o habían huido no fueron contabilizadas en absoluto.

Después de la extrema violencia de 2006 y 2007 y varios años más de menor intensidad, el efecto de la destrucción y los desplazamientos en el estudio de PLOS parece haber sido mucho mayor que en 2006. Uno de cada seis hogares en Irak se vio obligado a mudarse al menos una vez entre 2005 y 2010. El ACNUR registró tres millones de refugiados dentro o fuera del país, pero reconoció que muchos más no estaban registrados. Los autores añadieron 55.000 muertes a su total, estimando que el 15 por ciento de los dos millones de hogares de refugiados perdió a un miembro de su familia cada uno, pero reconocieron que eso fue un cálculo muy conservador.

Los autores del informe “Body Count” citado calcularon que si solo el 1 por ciento de las casas encuestadas estuviera vacío o destruido y cada uno de esos hogares hubiera perdido a dos miembros de la familia, esto habría incrementado la estimación general de mortalidad del estudio de PLOS en más de un 50 por ciento. Ignorar los dos grupos que, en efecto, representaban las partes más devastadas de Irak debe de haber tenido un efecto similar. El método de la encuesta por muestreo de conglomerados se basa en el efecto de estudiar una muestra representativa de diferentes áreas, desde las más afectadas hasta las que están relativamente indemnes y reportan pocas o ninguna muerte. La mayoría de las muertes violentas se concentran a menudo en un pequeño número de conglomerados, lo que hace que los dos grupos que se omitieron sean desproporcionadamente importantes para la exactitud de la estimación final.

 

Mapa de Irak. El territorio kurdo está en el noreste

 

 

 

Desde 2011, una nueva fase de la guerra ha tenido lugar. Hubo una Primavera Árabe en Irak en 2011, pero fue reprimida sin piedad, llevando a Faluya y otras ciudades una vez más a una rebelión abierta. Varias ciudades importantes cayeron ante el empuje del Estado Islámico en 2014, fueron asediadas por las fuerzas del gobierno iraquí y luego destruidas en gran parte por los bombardeos aéreos y los disparos de cohetes y artillería de las fuerzas de EEUU, Irak y sus aliados. Iraq Body Count y la misión de asistencia de la ONU para Irak han recogido informes pasivos de decenas de miles de civiles muertos en esta fase de la guerra.

El ex ministro de asuntos exteriores iraquí Hoshyar Zebari le dijo a Patrick Cockburn, del periódico británico INDEPENDENT, que los informes de los servicios de inteligencia kurdos iraquíes estimaban que al menos 40.000 civiles murieron solo en el bombardeo de Mosul. Zebari dijo que probablemente había muchos más cuerpos enterrados entre los escombros, lo que implicaría que los informes que vio fueran de cuerpos encontrados y enterrados hasta ese momento.

Un proyecto reciente de desescombro y recuperación de cadáveres en solo un barrio de Mosul arrojó otros 3.353 cuerpos sin vida, de los cuales una quinta parte parecían ser combatientes del Estado Islámico y el 80 por ciento restante, civiles. Otras 11.000 personas siguen dadas por desaparecidas por sus familias en Mosul.

Iraq Body Count ha actualizado su contabilidad de muertos para el periodo que va hasta junio de 2006 a 52.209, reduciendo su proporción de muertes violentas en comparación con el estudio de 2006 de THE LANCET a 11,5:1. Si aplicamos el método del estimador de muertes iraquíes de JFP desde julio de 2007 hasta el presente, utilizando esa proporción actualizada, y lo añadimos a la estimación de ORB de 1,03 millones de muertos para junio de 2007, podemos llegar a una estimación actual del número total de iraquíes muertos desde 2003. Esto puede no ser tan exacto como un nuevo estudio exhaustivo de la mortalidad, pero a mi juicio es la estimación más precisa que podemos hacer basándonos en lo que sabemos.

Esto nos da una estimación de 2,38 millones de iraquíes muertos desde 2003, como resultado de la criminal invasión estadounidense y británica de Irak.

Estimaciones mínimas y máximas

Dada la importante incertidumbre que subyace a esta estimación, es conveniente calcular un número mínimo y uno máximo basado en posibles variaciones en las cifras involucradas.

Para llegar a un número mínimo y uno máximo de personas que pueden haber muerto violentamente en Irak, podemos empezar con el número mínimo y máximo de muertes establecidos con una probabilidad del 97,5 por ciento por el estudio de 2006 de THE LANCET, a saber, 426.000 y 794.000. En 2007 ORB dio un abanico más estrecho para su mínimo y máximo gracias al mayor tamaño de su muestra, pero el de ORB no fue considerado tan riguroso como el estudio de THE LANCET. Si aplicamos los mismos márgenes al estudio de ORB que los empleados por THE LANCET, esto nos da un mínimo de 730.000 y un máximo de 1,36 millones de personas muertas hasta junio de 2007.

Para actualizar esas cifras mínimas y máximas al momento actual utilizando una variación del método de JFP, debemos también tener en cuenta los cambios en la relación entre el recuento de muertes de IBC y el número real de personas muertas. Lo ratios de las cifras mínima y máxima del estudio de THE LANCET en relación con el recuento revisado de IBC para junio de 2006 es aproximadamente de 8:1 y 15:1, respectivamente.

Estos ratios están muy por debajo de los existentes entre los estudios exhaustivos de mortalidad y los informes pasivos encontrados en otras zonas de guerra en todo el mundo, que han variado de 5:1 a 20:1, como he señalado anteriormente. Pero tal vez IBC haya contabilizado más o menos muertes reales desde 2006 que las que hizo para el periodo anterior. Sin duda, ha intentado mejorar el alcance de su recogida de datos. Por otra parte, en la fase más reciente de la guerra, muchas personas murieron a causa de los bombardeos y ataques dirigidos por EEUU en áreas controladas por el Estado Islámico, donde la gente era castigada o incluso ejecutada por tratar de comunicarse con el mundo exterior. Por consiguiente, los datos de IBC para este periodo pueden ser aún más fragmentarios.

El mundo nunca responsabilizará a los principales criminales de guerra estadounidenses y británicos por sus crímenes mientras no entienda la magnitud y el horror de lo que han hecho

Para llegar a una estimación mínima y máxima realista, debemos tener en cuenta estas dos posibilidades. La relación de 8:1 de IBC con respecto al número mínimo de muertes del estudio de THE LANCET de 2006 puede haber caído más cerca de la relación mínima histórica de 5:1, o su relación de 15:1 con respecto al número máximo del estudio de la revista médica británica puede haber aumentado más cerca del máximo histórico de 20:1. El uso de una relación de 6,5:1 para llegar al número mínimo de muertes y 17,5:1 para el máximo nos autoriza a dar un mínimo más bajo y un máximo más alto que en 2006, sin igualar las relaciones más extremas jamás vistas en otros conflictos. Eso nos da un mínimo de 760.000 iraquíes muertos desde julio de 2007 y un máximo de 2,04 millones.

Si añadimos estas cifras a los mínimos y máximos que calculamos para el periodo previo a junio de 2007, tendremos unas cifras totales mínimas y máximas para todo el periodo desde la invasión de Irak por parte de EEUU y Reino Unido en 2003. Podemos estimar que el número de iraquíes muertos como consecuencia de esa invasión ilegal debe de estar entre los 1,5 y 3,4 millones. Al igual que ocurre generalmente con estos rangos estadísticos, es probable que el número real de personas muertas se acerque más a nuestra estimación principal de 2,38 millones que al extremos mínimo o máximo de este rango.

Necesidad de un nuevo estudio sobre la mortalidad en Irak

Es muy importante que la comunidad de salud pública proporcione estudios precisos y actualizados sobre la mortalidad en Irak y otras zonas de guerra tras el 11-S.

Un nuevo estudio sobre la mortalidad en Irak debe encontrar la manera de examinar incluso las zonas más peligrosas y debe desarrollar, finalmente, procedimientos realistas para estimar las muertes en los casos en que hayan fallecido familias enteras o en que algunas casas o viviendas hayan sido destruidas o abandonadas. Este factor ha sido identificado como un posible defecto de todos los estudios de mortalidad en Irak desde 2004, y se vuelve más significativo a medida que pasa el tiempo. Esto no se puede ignorar y tampoco nos debemos contentar con meras conjeturas.

Los equipos de estudio podrían elaborar registros de casas vacías y destruidas en los grupos de población que están siendo objeto de estudio, y podrían preguntar a los vecinos sobre las casas vacías o destruidas en las que un gran número de personas o familias enteras podrían haber muerto. Podrían también investigar sobre el número de personas refugiadas e internamente desplazadas para estimar las muertes producidas en esas poblaciones.

 

Los epidemiólogos han superado peligros y dificultades muy serias para desarrollar técnicas que permitan medir con precisión el coste humano de la guerra. Su trabajo debe continuar y debe seguir desarrollándose y perfeccionándose. Deben superar enormes presiones políticas, incluso de los culpables responsables de la carnicería, para politizar y desacreditar su increíblemente difícil pero noble y vital labor.

En el XV aniversario de la ilegal invasión de Irak, el Centro de Derechos Constitucionales de EEUU ha renovado su llamado para que Washington pague reparaciones de guerra al pueblo iraquí. Esta es una de las formas en que los países que son culpables de agresión y otros crímenes de guerra han cumplido tradicionalmente con su responsabilidad colectiva por las muertes y la destrucción que han causado.

En Blood On Our Hands concluí mi relato de la guerra de EEUU en Irak con un llamamiento similar para efectuar reparaciones de guerra, así como para el enjuiciamiento por crímenes de guerra de las autoridades civiles y militares de EEUU y Reino Unido, responsables del “crimen internacional supremo” de agresión y otros crímenes de guerra sistemáticos cometidos en Irak.

Aceptar la verdadera magnitud de los crímenes cometidos sigue siendo un imperativo moral, político y jurídico urgente para el pueblo de Irak, EEUU, Reino Unido y el mundo entero. El mundo nunca responsabilizará a los principales criminales de guerra estadounidenses y británicos por sus crímenes mientras no entienda la magnitud y el horror de lo que han hecho. Y el mundo no conocerá la paz mientras los agresores más poderosos puedan cometer con impunidad el “crimen internacional supremo”.

 


Nicolas J. S. Davies es autor de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq. También ha escrito el capítulo sobre “Obama at War” de Grading the 44th President: a Report Card on Barack Obama’s First Term as a Progressive Leader.

Publicado en inglés en Consortiumnews, 22 de marzo de 2018

Traducción: Javier Villate (@bouleusis)

https://medium.com/diferencias/cu%C3%A1ntos-millones-de-personas-han-muerto-en-las-guerras-de-eeuu-i-irak-b6f273de044f

 

¿A Cuántas Personas Ha Matado Estados Unidos En Sus Guerras Post-9/11? Parte 2: Afganistán y Pakistán

3 de abril de 2018

El número de víctimas de las guerras de los EU desde el 11 de septiembre del 2001 no se han contabilizado, pero enfrentar la verdadera magnitud de los crímenes cometidos sigue siendo un imperativo moral, político y legal, argumenta Nicolas J.S. Davies, en la segunda parte de su serie.

Nicolas J.S. Davies

Consortium News

Traducido del inglés paraen 17 de enero de 2019

En la primera parte de esta serie, calculé que aproximadamente 2.4 millones de iraquíes han sido asesinados como resultado de la invasión ilegal de Estados Unidos e Inglaterra en su país, en el 2003. Me dirijo ahora a las muertes afganas y pakistaníes de la intervención de EU en Afganistán que comenzó en el 2001 y aún continúa. En la tercera parte, examinaré las muertes causadas por E.U. en Libia, Somalia, Siria y Yemen. Según el general de los Estados Unidos retirado, Tommy Franks, quien dirigió la guerra en contra de los talibanes en Afganistán en reacción al 11 de septiembre, el gobierno de los EU no lleva la cuenta de las victimas civiles que ha causado. “Sabes, no hacemos recuento de los cuerpos,” dijo Franks una vez. Es difícil saber si eso es cierto o si el recuento ha sido cubierto.

Como expliqué en la primera parte, los EU ha intentado justificar sus invasiones a Afganistán y a varios otros países como una respuesta legítima a los ataques terroristas del 9/11. Pero los EU no fueron atacados por otro país ese día, y ningún ataque, por horrible que haya sido, justifica 16 años de guerra, y contando, contra una serie de países que no atacaron a los Estados Unidos.

Como el ex fiscal de Núremberg, Benjamin Ferencz, dijo a NPR una semana después de los ataques terroristas, fueron crímenes contra la humanidad, pero o fueron “crímenes de guerra”, porque los Estados Unidos no estaba en guerra. “Castigar a personas que no son responsables por los crímenes cometidos, nunca es una respuesta legítima”, explicó Ferencz. “Debemos hacer una distinción entre castigar a los culpables y castigar a otros. Si simplemente se toman represalias bombardeando Afganistán, digamos, o a los talibanes, se matarán muchísimas personas que no creen en lo que pasó, que no aprueban lo que ha sucedido”.

Como Ferencz predijo, hemos matado a “muchísimas personas” que no tenían nada que ver con los ataques del 11 de septiembre. ¿A cuántas personas? Ese es el tema de este artículo.

Afganistán

En el 2011, el galardonado periodista de investigación Gareth Porter estaba investigando las redadas nocturnas de las fuerzas de operaciones especiales de los E.U. en Afganistán para su artículo, “Cómo McChrystal y Petraeus Construyeron una Máquina de Matar Indiscriminadamente”. La expansión de las redadas nocturnas del 2009 al 2011 fue un elemento central para Barack Obama en la progresión de la guerra de los Estados Unidos en Afganistán. Porter documentó un incremento gradual de 50 veces, aumentando de 20 redadas al mes en mayo del 2009 a más de 1,000 redadas al mes para abril del 2011.

Pero extrañamente, la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas a Afganistán (UNAMA por sus siglas en inglés) informó una disminución en el número de civiles asesinados por fuerzas estadounidenses en Afganistán en el 2010, incluyendo una disminución de en el número de civiles muertos en las redadas nocturnas de 135 en el 2009 a solo 80 en el 2010.

 

La calle patrullada por la Marina de los E.U. en Shah Karez en la provincia

de Helmand, Afganistán, el 10 de febrero.

(Foto de las Fuerzas Marinas de los Estados Unidos, por el sargento Robert Storm)

Los informas de la UNAMA sobre las muertes de civiles se basan en investigaciones echas por la Comisión Independiente de Derechos humanos de Afganistán (AIHRC por sus siglas en inglés), por lo que Noori Shah Noori, periodista afgana que trabaja en el artículo con Porter, entrevistó a Nader Nadery, un Comisionado de la AIHRC, para averiguar qué estaba pasando.

Nadery le explicó a Noori, “… que esa cifra representa solamente el número de muertes de civiles de 13 incidentes que han sido investigados a fondo. Se excluyeron las muertes de otros 60 incidentes de los que se habían recibido quejas, pero que aún no habían sido investigados exhaustivamente”.

“Desde entonces, Nadery estima que el total de las muertes de civiles en las 73 redadas sobre las que se obtuvieron quejas fue de 420”, continuó Porter. “Pero la AIHRC admite que no tiene acceso a la mayoría de los distritos dominados por los talibanes y que las personas en esos distritos no tienen conocimiento de que es posible quejarse de las redadas con la Comisión. Así que, ni la AIHRC ni las Naciones Unidas se enteran de una proporción significativa, muy probablemente la mayoría, de las redadas nocturnas que terminan en muertes de civiles”.

Desde entonces, la UNAMA ha actualizado el número de civiles que murieron en las redadas nocturnas de los E.U. en el 2010 de 80 a 103, lo que todavía ni se acerca a las estimación de Nadery de 420. Pero, como explicó Nadery, incluso esa cifra debe ser una pequeña fracción del número de muertes de civiles en alrededor de 5000 redadas nocturnas en ese año, la mayoría de las cuales se realizaron probablemente en áreas donde las personas no tienen contacto con la UNAMA o la AIHRC.

Como admitieron los oficiales militares superiores de los Estados Unidos a Dana Priest y William Arkin de The Washington Post, más de la mitad de las redadas realizadas por las fuerzas de operaciones especiales de los Estados Unidos tienen como blanco a la persona o casa equivocadas, por lo que un gran aumento en las muertes de civiles era un resultado predecible y esperado de la expansión de esas redadas mortales de “matar o capturar”.

El aumento masivo de las redadas nocturnas de los Estados Unidos en el 2010 probablemente lo convirtió en un año excepcional, por lo que es poco probable que los informes de la UNAMA regularmente excluyeran tantos informes no investigados de muertes de civiles en el 2010. Pero por otro lado, en los informes anuales de la UNAMA jamás se menciona que sus cifras de las muertes civiles se basan solamente en las investigaciones realizadas por la AIHRC, así que no está claro qué tan inusual ha sido que se omitieran el 82 por ciento de los incidentes reportados de muertes de civiles en las redadas nocturnas de los E.U. del informe de ese año.

Solo podemos estimar cuántos incidentes reportados se han omitido en otros informes anuales de la UNAMA desde el 2007 y, en cualquier caso, eso todavía no nos diría nada sobre los civiles muertos en áreas que no tienen contacto con la UNAMA o la AIHRC.

De hecho, para la AIHRC, contabilizar los muertos es solo un subproducto de su función principal, que es investigar los informes de violaciones de derechos humanos en Afganistán. Pero la investigación de Porter y Noori reveló que la dependencia de la UNAMA en las investigaciones realizadas por la AIHRC como base de las declaraciones definitivas sobre el número de civiles muertos en Afganistán en sus informes, tiene el efecto de barrer un número desconocido de investigaciones incompletas y muertes de civiles no denunciadas por una especie de “agujero de la memoria”, dándolos por perdido de virtualmente todas las fuentes publicadas sobre el costo humano de la guerra en Afganistán.

Los informes anuales de la UNAMA incluso contienen coloridos gráficos de torta para reforzar la falsa impresión de que se trata de estimaciones realistas del número de civiles muertos en un año determinado, y que las fuerzas progubernamentales y las fuerzas de ocupación extranjeras solo son responsables de una pequeña parte de ellos.

Las subcuentas sistemáticas de la UNAMA y los gráficos de torta sin sentido se convierten en la base de los titulares y las noticias de todo el mundo. Per se basan en cifras que la UNAMA y la AIHRC bien saben que son una pequeña fracción de las muertes de civiles en Afganistán. Solo una historia poco común como la de Porter arroja un indicio esta impactante realidad.

De hecho, los informes de la UNAMA solo reflejan la cantidad de muertes que el personal de la AIHRC ha investigado en un año determinado, y pueden tener poca o ninguna relación con la cantidad real de personas que han sido asesinadas. Desde este punto de vista, las fluctuaciones relativamente pequeñas en los informes de la UNAMA de muertes de civiles de un año a otro en Afganistán parecen tener las mismas posibilidades de representar fluctuaciones en los recursos y empleo de personal en la AIHRC como aumentos y disminuciones reales en el número de personas muertas.

Si solo una cosa es clara en los informes de la UNAMA sobre las muertes de civiles, es que nadie debería citarlos como estimaciones del número total de civiles muertos en Afganistán, mucho menos los funcionarios de la ONU y del gobierno y periodistas de los medios masivos que, a sabiendas o no, engañan a millones de personas cuando las repiten.

Estimación de Muertes Afganas a Través de la Niebla del Engaño Oficial

Por lo tanto, las cifras más citadas sobre muertes de civiles en Afganistán se basan, no solo en “informes pasivos”, sino en informes engañosos que ignoran a sabiendas muchas o la mayoría de las muertes reportadas por familias y funcionarios locales desconsolados, mientras que muchas o la mayoría de las muertes de civiles no son nunca reportadas a la UNAMA o a la AIHCR en primer lugar. Entonces, ¿cómo podemos llegar a una estimación inteligente o remotamente precisa de cuántos civiles han muerto en Afganistán?

Body Count: Cifras de Víctimas Después de 10 Años de la “Guerra contra el Terror”, publicado en 2015 por Physicians for Social Responsibility (PSR) o Médicos para la Responsabilidad Social en español, uno de los co-ganadores del Premio Nobel de la Paz de 1985, estima la muerte de combatientes y civiles en Afganistán según los datos de la UNALA y otras fuentes. Las cifras de Body Count (Conteo de Cuerpos en español) para el número de combatientes asesinados parecen más confiables que las cuentas incompletas de muertes de civiles de la UNAMA.

El gobierno afgano informó que 15,000 de sus soldados y policías fueron asesinados durante el 2013. Los autores de Body Count tomaron estimaciones de los talibanes y otras fuerzas antigubernamentales asesinadas en 2001, 2007 y 2010 de otras fuentes y extrapolándolas a años en los cuales no había estimaciones disponibles, basados en otras medidas de intensidad del conflicto (cantidad de ataques aéreos, redadas nocturnas, etc.). Estimaron que 55,000 “insurgentes” fueron asesinados para finales del 2013.

 

En Afganistán, el Ejército de los E.U. Pfc. Sean Serritelli proporciona

seguridad fuera del Puesto Avanzado de Combate Charkh el 23 de agosto de 2012.

(Crédito de la foto: Spc. Alexandra Campo)

Los años desde 2013 han sido cada vez más violentos para el pueblo de Afganistán. Con reducciones en las fuerzas de ocupación de los E.U. y la OTAN, las fuerzas afganas a favor del gobierno son ahora las más afectadas por el combate contra sus compatriotas ferozmente independientes, y otros 25,000 soldados y policías han sido asesinados desde el 2013, según mis propios cálculos basados en informes de prensa y este estudio realizado por el Instituto Watson en la Universidad de Brown.

Si la misma cantidad de soldados antigubernamentales han sido asesinados, eso significaría que al menos 120,000 combatientes afganos han muerto desde el 2001. Pero, debido a que las fuerzas progubernamentales están armadas con armas más pesadas y sigues estando respaldadas por el apoyo aéreo de E.U. es probable que las pérdidas antigubernamentales sean mayores que las de las tropas gubernamentales. Así que, una estimación más realista sería que entre 130,000 y 150,000 combatientes afganos han sido asesinados.

LA tarea más difícil es estimar cuántos civiles han muerto en Afganistán a través de la niebla de la información errónea de la UNAMA. El informe pasivo de la UNAMA ha sido profundamente defectuoso, basado en investigaciones completas de tan solo el 18 por ciento de los incidentes reportados, como en el caso de las redadas nocturnas en el 2010, sin informes de gran parte del país donde los talibanes son más activos y suceden la mayoría de los ataques aéreos y redadas nocturnas de E.U. Parece que los talibanes nunca han publicado ningún número de muertes de civiles en las zonas bajo su control, pero han desafiado las cifras de la UNAMA.

No se han hecho intentos de realizar un estudio de mortalidad en Afganistán como el estudio Lancet de 2006 en Irak. El mundo le debe al pueblo de Afganistán ese tipo de contabilidad seria por el costo humano de la guerra que le ha permitido engullirlos. Pero parece poco probable que eso suceda antes de que el mundo cumpla con la tarea más urgente de poner fin a la guerra que ha durado 16 años.

Body Count tomó las estimaciones de Neta Crawford y el proyecto Costos de Guerra en la Universidad de Boston para el 2001-6, más el recuento defectuoso de la ONU desde el 2007, y las multiplicó por un mínimo de 5 y un máximo de 8, para obtener un rango de 106,000 a 170,000 civiles asesinados desde el 2001 hasta el 2013. Aparentemente los autores desconocen las fallas en los informes de la UNAMA revelados a Porter y Noori por Nadery en 2011.

Pero Body Count reconoció la muy conservadora naturaleza de su estimación, señalando que “en comparación con Irak, donde la urbanización es más pronunciada, y el monitoreo por parte de la prensa local y extranjera es más pronunciado que en Afganistán, el registro de muertes de civiles ha sido mucho más fragmentario.”

En mi artículo de 2016, “Manipulando las cifras de muertes civiles”, sugerí que la proporción de informes pasivos a las muertes de civiles reales en Afganistán era, por lo tanto, más probable entre las proporciones encontradas en Irak en 2006 (12:1) y en Guatemala al final de su Guerra Civil en 1996 (20:1).

Mortalidad en Guatemala y Afganistán

De hecho, la situación geográfica y militar en Afganistán es más análoga a Guatemala, con muchos años de guerra en áreas remotas y montañosas contra una población civil indígena que ha tomado las armas contra un gobierno central corrupto y respaldado por extranjeros.

La guerra civil guatemalteca duró desde 1960 hasta 1996. La fase más letal de la guerra se desató cuando la administración de Reagan restableció la ayuda militar estadounidense a Guatemala en 1981, después de una reunión entre el ex subdirector de la CIA Vernon Walters y el presidente Romeo Lucas García, en Guatemala.

El teniente coronel George Maynes, asesor militar de EU, y el general Benedicto Lucas, hermano del presidente Lucas, planificaron una campaña llamada Operación Ash, en la que 15,000 soldados guatemaltecos arrasaron la región de Ixil masacrando comunidades indígenas y quemando cientos de aldeas.

 

El presidente Ronald Reagan reuniéndose con el dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt.

Los documentos de la CIA que Robert Parry desenterró en la biblioteca Reagan y en otros archivos de E.U. definieron específicamente los objetivos de esta campaña para incluir “el mecanismo de apoyo civil” de las guerrillas, afectando a toda la población indígena rural. Un informe de la CIA de febrero de 1982 describía cómo funcionó esto en práctica en Ixil:

“Los oficiales del mando de las unidades involucradas han recibido instrucciones de destruir todos los pueblos y aldeas que están cooperando con el Ejército Guerrillero de los Pobres (el EGP) y eliminar todas las fuentes de resistencia”, dice el informe. “Desde el inicio de la operación, varias aldeas han sido incendiadas, y un gran número de guerrilleros y colaboradores han sido asesinados”.

El presidente guatemalteco Rios Montt, quien murió el domingo, tomó el poder en un golpe de estado en 1983 y continuó la campaña en Ixil. Fue procesado por genocidio, pero ni Walters, ni Mayne ni ningún otro funcionario estadounidense han sido acusados por ayudar a planificar y apoyar los asesinatos en masa en Guatemala.

En ese momento, muchas aldeas en Ixil ni siquiera estaban marcadas en los mapas oficiales y no habían caminos pavimentados en esta región remota (siguen habiendo muy pocas hoy en día). Al igual que en Afganistán, el mundo exterior no tenía idea de la magnitud y brutalidad de la matanza y destrucción.

Una de las demandas del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), la Organización Revolucionaria de Personas Armadas (ORPA) y otros grupos revolucionarios en las negociaciones que condujeron al acuerdo de paz de 1996 en Guatemala fue que se reportara genuinamente la realidad de la guerra, incluyendo cuántas personas murieron y quiénes los mataron.

La Comisión de para el Esclarecimiento Histórico patrocinada por la ONU documentó 626 masacres y encontró que alrededor de 200,000 personas habían muerto en la guerra civil de Guatemala. Al menos el 93 por ciento fueron asesinadas por las fuerzas militares y escuadrones de la muerte respaldados por E.U. y solamente el 3 por ciento por las guerrillas, no se sabe sobre el otro 4 por ciento. El número total de personas asesinadas fue 20 veces lo que se estimaba basándose en informes pasivos.

Los estudios de mortalidad en otros países (como Angola, Bosnia, la República Democrática del Congo, Irak, Kosovo, Ruanda, Sudán y Uganda) nunca han encontrado en los informes pasivos y estudios de mortalidad una discrepancia mayor que en Guatemala.

Basados en la discrepancia entre los informes pasivos en Guatemala y lo que a la larga encontró la ONU ahí, a UNAMA parece haber reportado menos del 5 por ciento de las muertes de civiles reales en Afganistán, lo que no tendría precedentes.

Costos de Guerra y la UNAMA han contabilizado 36,754 muertes de civiles hasta el final de 2017. Si estos informes (extremadamente) pasivos representan el 5 por ciento del total de las muertes de civiles, como en Guatemala, el número real de muertes sería aproximadamente de 735,000. Si la UNAMA ha, en efecto, eclipsado el record previamente insuperado de sub-conteo de las muertes de civiles de Guatemala y solo contabilizó el 3 o 4 por ciento del total real de muertes, entonces el total real podría ser tan alto como de 1.23 millones. Si la proporción fue la misma que se encontró originalmente in Irak en el 2006 (14:1 – antes de que el Iraq Body Count revisara sus cifras), sería solo de 515,000.

Sumando estas cifras a mi estimación de combatientes afganos asesinados en ambos lados, podemos hacer un cálculo aproximado de que alrededor de 875,000 afganos han sido asesinados desde el 2001, con un mínimo de 640,000 y un máximo de 1.4 millones.

Pakistán

Los Estados Unidos expandieron su guerra en Afganistán a Pakistán en el 2004. La CIA comenzó a lanzar ataques con aviones teledirigidos, y los militares pakistaníes, bajo la presión de los E.U., lanzaron una campaña militar contra los militantes en Waziristán del Sur ya que estaban bajo la sospecha de tener vínculos con Al Qaeda y el Talibán afgano. Desde entonces, los E.U. han realizado al menos 430 ataques con aviones no tripulados en Pakistán, según la Oficina de Periodismo de Investigación, y el ejército pakistaní ha llevado a cabo varias operaciones en zonas que fronterizas con Afganistán.

 

Mapa de Pakistán y Afganistán (Wikipedia)

El hermoso valle Swat (alguna vez llamado “la Suiza del Este” por la reina Elizabeth que visitaba del RU) y tres distritos vecinos fueron tomados por los talibanes pakistaníes entre el 2007 y el 2009. Fueron recuperados por el ejército pakistaní en el 2009 en una devastadora campaña militar que dejó a 3.4 millones de personas en condición de refugiados.

La Oficina de Periodismo de Investigación informa que de 2,515 4,026 personas han sido asesinadas en ataques con aviones teledirigidos en Pakistán, pero eso es una pequeña fracción del total de las muertes de guerra en Pakistán. Crawford y el programa Costos de Guerra en la Universidad de Boston estimaron el número de pakistaníes asesinados en alrededor de 61,300 hasta agosto del 2016, basado principalmente en informes del Instituto Pak para Estudios de la Paz (PIPS) en Islamabad y el Portal de Terrorismo de Asia Meridional (SATP) en Nueva Delhi. Eso incluía 8,200 soldados y policías, 31,000 combatientes rebeldes y 22,100 civiles.

La estimación de Costos de Guerra de los combatientes rebeldes muertos fue de un promedio de 29,000 reportados por el PIPS y 33,000 reportados por el SATP, habiendo el SATP actualizado desde entonces a 33,950. El SATP ha actualizado su conteo de muertes de civiles a 22,230.

Si aceptamos la cifra más alta de estas cifras informadas pasivamente del número de combatientes muertos en ambos bandos y utilizamos las proporciones históricamente típicas de entre 5:1 y 20:1 a los informes pasivos para generar un mínimo y un máximo número de muertes de civiles, eso significaría que entre 150,000 y 500,000 paquistaníes han sido asesinados.

Una estimación promedio razonable sería que alrededor de 325,000 personas han muerto en Pakistán como resultados de la Guerra de los Estados Unidos en Afganistán que se desbordó a través de sus fronteras.

Combinando mis estimaciones para Afganistán y Pakistán, estimo que alrededor de 1.2 millones de afganos y pakistaníes han muerto como resultado de la invasión estadounidense de Afganistán en el 2001.

Nicolas J.S. Davies es el autor de Blood On Our Hands: la invasión y destrucción de Irak por los Estados Unidos. También escribió el capítulo sobre “Obama en Guerra” en Calificando al Cuadragésimo Cuarto Presidente: Una Boleta sobre el Primer Mandato de Barack Obama como Líder Progresivo.

¿Cuántas vidas se han llevado las guerras de Estados Unidos posteriores al 11S? Parte 3: Libia, Siria, Somalia y Yemen

En esta tercera y última serie de artículos, Nicolas J. S. Davies investiga sobre el número de víctimas mortales en las guerras encubiertas y mediante terceros de Estados Unidos en Libia, Siria, Somalia y Yemen y pone de manifiesto la importancia de estudiar exhaustivamente las cifras de muertos en guerras.

Nicolas J. S. Davies (Traducido del inglés por: Álvaro P. Salvador)

29 agosto, 2018

En las dos partes anteriores de este reportaje, concluí que como consecuencia de la invasión estadounidense de Irak se ha matado a 2,4 millones de personas aproximadamente, mientras que, en las guerras que Estados Unidos lideró en Afganistán y Pakistán, se mató a 1,2 millones aproximadamente. En esta tercera y última parte del reportaje, calcularé cuántas vidas se perdieron tras las intervenciones del ejército de Estados Unidos y de la CIA. en Libia, Somalia y Yemen.

De entre los países a los que Estados Unidos ha atacado y desestabilizado a partir del 2001, Irak es el único en el que se han realizado estudios exhaustivos y “activos” que posibiliten desvelar víctimas mortales que, con otros métodos, no se habrían contabilizado. Los estudios de mortalidad "activos" se caracterizan por encuestar “activamente” a las familias para así dar con fallecidos cuyas muertes no se habían recogido en noticias u otras publicaciones.

Fuerzas del Ejército de EE.UU. operando en el sur de Irak durante la Operación Libertad Iraquí,

2 de abril de 2003 (Foto de la Marina de EE.UU.)

Estos estudios los suelen realizar personas que trabajan en el ámbito de la salud pública, como son Les Roberts (Universidad de Columbia, en Estados Unidos), Gilbert Burnham (Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos) y Riyadh Lafta (Universidad Mustansiriya, en Bagdad). Ellos son los autores del estudio de 2006 de la revista Lancet sobre la mortalidad en la guerra de Irak. En su presentación en Irak, destacaron que los equipos iraquíes responsables de las encuestas eran independientes respecto al Gobierno de ocupación y que, gracias a esto, sus investigaciones ganaron objetividad y los encuestados estuvieron más predispuestos a expresarse con sinceridad.

Los estudios de mortalidad exhaustivos que se han llevado a cabo en otros países golpeados por la guerra (como Angola, Bosnia, República Democrática del Congo, Guatemala, Irak, Ruanda, Sudán y Uganda) han descubierto que el número total de muertos es entre 5 y 20 veces superior al indicado previamente por la información "pasiva" fundamentada en noticias, registros hospitalarios o investigaciones sobre derechos humanos.

Al no existir tales estudios exhaustivos para Afganistán, Pakistán, Libia, Siria, Somalia y Yemen, he partido de informes pasivos de fallecidos en guerra e intentado calcular la proporción probable de muertes reales que han reflejado con sus métodos. Para ello, me he basado en la razón entre la cifra real de muertes y la calculada pasivamente en otras zonas de conflicto.

Solo he tenido en cuenta las muertes violentas y, en ningún caso, las causadas por los efectos indirectos de las guerras, como la destrucción de hospitales y sistemas sanitarios, la expansión de enfermedades que en circunstancias normales son evitables y las consecuencias de la desnutrición y la contaminación, con un impacto considerable en todos esos países.

En el caso de Irak, mi estimación de alrededor de 2,4 millones de muertes la calculé dando por válidas las cifras del estudio de Lancet de 2006 y de la encuesta de 2007 de Opinion Research Business (ORB), concordantes entre ellas. Para los años posteriores a 2007, partí de a las cifras de Iraq Body Count (IBC) y apliqué la proporción del año 2006 entre muertes reales (contadas por Lancet) y muertes contabilizadas pasivamente por IBC: 11,5/1.

En Afganistán, calculé que se ha matado a unos 875.000 ciudadanos. Además, expliqué que los informes anuales de muertes civiles de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en el Afganistán (UNAMA) se basan exclusivamente en investigaciones de la Comisión Independiente de Derechos Humanos del Afganistán (CIDHA) y cómo descartan deliberadamente un alto número de muertes civiles que la CIDHA aún no ha investigado o que están en proceso de investigación. Asimismo, la información de UNAMA no incluye dato alguno sobre muchas partes del territorio con actividad talibán y de otras fuerzas de resistencia, donde precisamente por este motivo ocurren la mayoría de ataques aéreos e incursiones nocturnas de Estados Unidos.

Así, concluí que los datos de la UNAMA sobre muertes civiles en Afganistán parecen tan poco válidos como los de la guerra civil de Guatemala, tras cuyo final la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, financiada por la ONU, detectó que en primera instancia se había contabilizado un número de muertos 20 veces por debajo del que verdaderamente se produjo.

En cuanto a Pakistán, calculé que se había acabado con la vida de unas 325.000 personas. Esta cifra la obtuve sumando los datos publicados de fallecidos en combate y el número de muertos civiles ofrecido por el South Asia Terrorism Portal (SATP) en India, el cual multipliqué aplicando la media de las proporciones de guerras anteriores (12,5/1).

Estimación de fallecidos en Libia, Siria, Somalia y Yemen

En la tercera y última parte de este reportaje, calcularé el número de víctimas mortales causadas por las guerras encubiertas y a través de terceros de Estados Unidos en Libia, Siria, Somalia y Yemen.

Los altos mandos del ejército de Estados Unidos han aclamado la doctrina de su país de desarrollar guerras encubiertas y mediante terceros, que floreció durante el gobierno de Obama, por ser una forma de enfocar la guerra “disfrazada y silenciosamente, sin medios de comunicación>”. Consideran que esete planteamiento empezó a desarrollarse en las guerras de EE.UU. en América Central de los años ochenta. Si bien el sistema estadounidense de reclutamiento, formación, mando y control de escuadrones de la muerte en Irak fue apodado “la opción El Salvador”, la estrategia con la que dicho país intervino en Libia, Siria, Somalia y Yemen ha sido más fiel aún a dicho modelo.

Estas guerras han tenido consecuencias devastadoras para los habitantes de dichos territorios, pero ese enfoque "disfrazado, silencioso y sin medios de comunicación" ha resultado tan eficaz en términos propagandísticos que la mayoría de estadounidenses apenas conoce el papel de su país como instigador de la violencia y caos irrefrenables que han invadido esas zonas.

La total publicidad del lanzamiento de misiles sobre Siria del 14 de abril de 2018, ilegal pero con una gran carga simbólica, contrasta notablemente con la campaña «disfrazada, silenciosa y sin medios de comunicación» con la que Estados Unidos ha destruido Al Raqa, Mosul y otras ciudades sirias e iraquíes usando más de 100.000 bombas y misiles desde 2014.

Los habitantes de Mosul, Al Raqa, Kobani, Sirte, Faluya, Ramadi, Tahuerga y Deir Ez Zor han muerto como árboles que se van cayendo en un bosque sin presencia de periodistas occidentales o equipos de televisión que grabaran la masacre. Cabe recordar las preguntas que formulaba Harold Pinter sobre crímenes de guerra anteriores de Estados Unidos en su discurso de aceptación del premio Nobel en 2005: “¿Sucedieron? ¿Son todos atribuibles a la política exterior de Estados Unidos? La respuesta es “sí”. Todos ellos sucedieron y todos son atribuibles a la política exterior estadounidense. Sin embargo, ustedes no se iban a enterar. Nunca ocurrieron. Jamás ha ocurrido nada. Incluso en el mismo momento en que ocurría, no estaba ocurriendo. No importaba ni tenía interés alguno”.

Para mayor información sobre el rol fundamental de Estados Unidos en cada una de estas guerras, consulten por favor mi artículo Giving War Too Many Chances [Demasiadas oportunidades a la guerra] (en inglés), publicado en enero del 2018.

Libia

El único argumento legal de la OTAN y sus aliados monárquicos árabes para iniciar, a principios de febrero del 2011, el lanzamiento de al menos 7.700 bombas y misiles sobre Libia y una invasión con fuerzas de operaciones especialesfue la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que autorizaba a emplear "todas las medidas necesarias" con el propósito rigurosamente definido de proteger a la población civil libia.

 

Se ve humo después de que un ataque aéreo de la OTAN golpeó Trípoli, Libia Photo: REX

Sin embargo, la guerra arrebató muchas más vidas civiles que las que, según cualquier estimación, se perdieron durante la rebelión inicial, que fueron entre 1.000 (según datos de la ONU) y 6.000 (según la Liga Libia por los Derechos Humanos). Así las cosas, la intervención militar fracasó claramente en su objetivo expreso y autorizado, proteger civiles y, por el contrario, logró otra misión distinta y no autorizada, derrocar ilegalmente al Gobierno libio.

Si bien la resolución 1973 del Consejo de Seguridad prohibía explícitamente "el uso de una fuerza de ocupación extranjera de cualquier clase en cualquier parte del territorio libio", la OTAN y sus aliados lanzaron una invasión encubierta de Libia. Participaron miles de tropas de operaciones especiales cataríes y occidentales que planificaron el avance de los rebeldes a través del territorio, atacaron con medios aéreos a fuerzas gubernamentales y lideraron la toma final de los cuartes de Bab Al-Aziziya, en Trípoli.

El comandante Hamad bin Ali al-Atiya, jefe del Estado Mayor de Catar, explicaba con orgullo a AFP: “Estábamos entre ellos. En cada región había cientos de efectivos cataríes sobre el terreno. El adiestramiento y las comunicaciones eran responsabilidad de Catar. Catar (…) supervisó la estrategia de los rebeldes, pues, al ser civiles, no contaban con suficiente experiencia militar. Hicimos de enlace entre los rebeldes y las fuerzas de la OTAN”.

Además, existen fuentes de información fiables, según las cuales es posible incluso que fuera un agente de las fuerzas de seguridad francesas quien asestó el golpe de gracia al líder libio Muamar al Gadafi tras su detención y después de ser torturado y sodomizado con un cuchillo por los “rebeldes de la OTAN”.

Según las conclusiones de una investigación de la comisión de Asuntos Exteriores del parlamento británico, en 2016, “una intervención limitada con el objetivo de proteger civiles derivó en una estrategia oportunista de cambio de régimen por medios militares” y desató “un derrumbe político y económico, una guerra entre milicias y tribus, crisis humanitarias y migratorias, violaciones generalizadas de los derechos humanos y la dispersión del armamento del régimen de Gadafi por todo el territorio, así como el crecimiento del EI (Estado Islámico) en el Magreb”.

Datos pasivos sobre muertos civiles en Libia

Tras el derrocamiento del Gobierno libio, la prensa trató de investigar sobre el delicado asunto de las muertes civiles, tan crucial para la justificación jurídica y política de la guerra. No obstante, el Consejo Nacional de Transición (CNT), el nuevo gobierno inestable constituido por rebeldes y exiliados respaldados por Occidente, detuvo la publicación de estimaciones de víctimas y emitió la orden al personal sanitario de no proporcionar información a periodistas.

En cualquier caso, tal y como ocurrió en Irak y Afganistán, los depósitos de cadáveres se encontraban desbordados durante la guerra y fueron muchos los que enterraron a sus seres queridos sin llevarlos a ningún hospital, en sus patios traseros o allí donde pudieran.

Un líder rebelde calculó en agosto del 2011 que se había matado a unos 50.000 libios. Más adelante, el 8 de septiembre de ese mismo año, Naji Barakat, el nuevo ministro de Sanidad del CNT, hizo público que había 30.000 muertos y 4.000 desaparecidos, según un estudio basado en datos de hospitales y de administraciones locales y comandantes rebeldes de la mayoría del país, bajo el control del CNT en aquel momento. Afirmó asimismo que se requerirían varias semanas para completar el estudio, por lo que auguró que la cifra definitiva sería aún mayor.

La información proporcionada por el entonces ministro de Sanidad no diferenciaba entre víctimas civiles y militares, pero indicaba que en torno a la mitad de esos 30.000 fallecidos de los que se tenía constancia pertenecía a tropas leales al Gobierno, incluidos 9.000 integrantes de la Brigada Khamis, al mando de Khamis, el hijo de Gadafi. Barakat, además, solicitó a la población que cada familia dejara constancia de sus muertos y desaparecidos cuando acudiera a rezar a la mezquita ese viernes. Aquella estimación del CNT de 30.000 muertos dio la impresión de estar integrada principalmente por los combatientes de ambos bandos.

Cientos de refugiados de Libia hacen fila en un campo de tránsito cerca de la frontera entre Túnez y Libia. 5 de marzo de 2016. (Foto de las Naciones Unidas)

La investigación más exhaustiva sobre el número de muertos desde que terminó la guerra en Libia en 2011 fue un “estudio epidemiológico basado en la comunidad” titulado Libyan Armed Conflict 2011: Mortality, Injury and Population Displacement [El conflicto armado de 2011 en Libia: mortalidad, heridos y desplazamientos poblacionales]. Sus autores fueron tres profesores universitarios de medicina tripolitanos y se publicó en la revista African Journal of Emergency Medicine en 2015.

Los autores de dicho estudio partieron de los datos del ministerio libio de Vivienda y Planificación sobre fallecidos en guerra, heridos y desplazados y enviaron equipos a encuestar presencialmente a un miembro de cada familia. De este modo, pudieron comprobar cuántos integrantes de cada unidad familiar habían muerto, habían resultado heridos o habían sido desplazados. No realizaron distinción entre víctimas civiles y combatientes.

Por otra parte, tampoco recurieron al “muestreo aleatorio por conglemerados” empleado por el estudio de Lancet en Irak con el fin de calcular estadísticamente el número de víctimas mortales no contabilizadas previamente. Aun así, el estudio El conflicto armado de 2011 en Libia es el registro más completo de fallecidos durante la guerra libia hasta febrero del 2012 y confirmó la muerte de al menos 21.490 personas.

En 2014, el caos continuo y los conflictos entre facciones en Libia fueron escalando hasta dar pie a lo que Wikipedia considera actualmente la segunda Guerra Civil Libia. Un grupo denominado Libya Body Count (LBC)comenzó entonces a registrar en tablas las muertes violentas que iban ocurriendo. Se basó  para ello en las informaciones aparecidas en prensa, siguiendo el modelo de Iraq Body Count (IBC). No obstante, LBC solo llevó a cabo esta labor durante tres años (dese enero del 2014 hasta diciembre del 2016). En 2014 contó 2.825 muertos, en 2015, 1.523 y, en 2016, 1.523 (el LBC aclara en su web que esa coincidencia entre la cifra de los dos últimos años se trata de una mera casualidad).

El proyecto ACLED (Armed Conflict Location and Event Data), con sede en Reino Unido, también ha mantenido un registro de las muertes violentas en Libia. Contabilizó 4.062 entre 2014 y 2016, en comparación con las 5.871 de Libya Body Count. Para los periodos restantes que LBC no cubrió entre marzo del 2012 y marzo del 2018, ACLED ha contabilizado 1.874 víctimas.

Si LBC hubiera cubierto el periodo completo (desde marzo del 2012) y hubiera recabado un número proporcionalmente igual de superior respecto al de ACLED de entre 2014 y 2016, en total habría contado 8.580 muertes.

En realidad, ¿a cuántas personas se ha matado en Libia?

Si se combinan las cifras del estudio El conflicto armado de 2011 en Libia y nuestro cálculo producto de los números de Libya Body Count y ACLED, resulta un total de 30.070 muertes registradas por métodos pasivos desde febrero del 2011.

El estudio El conflicto armado de 2011 en Libia (LAC, por sus siglas en inglés) partió de los datos oficiales de un país que llevaba sin gobierno estable y unificado unos 4 años, mientras que Libya Body Count fue un esfuerzo inexperto de emular el Iraq Body Count intentado recurrir a una red más amplia al no basarse exclusivamente en medios de información en inglés.

En el caso de Irak, la proporción entre el estudio de Lancet de 2006 y el Iraq Body Count fue superior debido a que IBC solo contó víctimas civiles y Lancet incluyó además a combatientes iraquíes. Al contrario que IBC, las dos fuentes pasivas a las que nosotros hemos recurrido en Libia contabilizaban tanto civiles como combatientes. Teniendo en cuenta las descripciones de una línea de cada incidente recopilado en la base de datos de LBC , sus números parecen incluir aproximadamente partes iguales de combatientes y de civiles.

Las bajas militares, generalmente, se contabilizan con más exactitud que las civiles, pues las fuerzas militares tienen interés por valorar con precisión el número de víctimas del enemigo, así como por identificar las propias. Ocurre lo contrario con los muertos civiles, que, en la gran mayoría de casos, son pruebas de crímenes de guerra cuyos culpables desean ocultar por todos los medios.

Por esta razón, con Afganistán y Pakistán, discriminé entre víctimas militares y civiles y solo apliqué las proporciones típicas entre fuentes pasivas y estudios de mortalidad a los civiles. Acepté directamente como válidos los datos pasivos sobre número de combatientes fallecidos.

Sin embargo, las fuerzas enfrentadas en Libia no son ejércitos nacionales con una cadena de mando estricta y una estructura organizativa que permita recopilar eficazmente los datos de víctimas, como sí ocurre en otros conflictos y países. Por esta razón, los cálculos de nuestras dos fuentes principales, el estudio LAC y el Libya Body Count, parecen estar considerablemente por debajo de la realidad tanto en el número de fallecidos civiles como en el de combatientes. De hecho, el Consejo Nacional de Transición (CNT), en sus estimaciones de agosto y septiembre de 2011, ya contabilizó 30.000 muertos, muchos más que los indicados por el estudio LAC.

Cuando se publicó el estudio Lancet de 2006 sobre mortalidad en la guerra de Irak, se reveló un número de muertos 14 veces superior al proporcionado por la lista de fallecidos civiles de Iraq Body Count. No obstante, IBC descubrió posteriormente la muerte de más personas en ese periodo, lo que redujo la proporción entre la estimación del estudio de Lancet y la cifra actualizada de IBC a 11,5/1.

La combinación de los números del estudio El conflicto armado de 2011 en Libia y de Libya Body Count parece reflejar una proporción mayor del total de muertes violentas reales que la que Iraq Body Count logró en Irak, principalmente, porque tanto el estudio LAC como el LBC incluyeron a civiles y combatientes y porque el Libya Body Count tiene también en cuenta fuentes de noticias en árabe, mientras que el IBC se basa casi exclusivamente en medios en inglés y, por lo general, exige que para incluir una muerte en su registro haya “un mínimo de dos fuentes independientes por cada dato”.

En otros conflictos, los datos pasivos nunca han logrado contar a más de una quinta parte de las víctimas mortales halladas mediante estudios epidemiológicos exhaustivos y «activos». Teniendo todos estos factores en cuenta, el verdadero número de personas a las que se ha matado en Libia parece ser entre cinco y doce veces superior a las cifras del estudio El conflicto armado de 2011 en Libia, el Libya Body Count y ACLED.

Así las cosas, calculó que la guerra, la violencia y el caos que desataron los Estados Unidos y sus aliados en Libia a partir en febrero de 2011 y que continúan en la actualidad han acabado con la vida de 250.00 libios. Si tomamos como límites extremos las razones 5/1 y 12/1 y los aplicamos a las cifras pasivas de mortalidad, como mínimo se ha matado a 150.000 personas y, como máximo, a 360.000.

Siria

La intervención “disfrazada, silenciosa y sin medios de comunicación” de Estados Unidos en Siria se inició a finales del 2011, con una operación de la CIA para introducir en Siria combatientes extranjeros y armas a través de Turquía y Jordania, en colaboración con Catar y Arabia Saudí para militarizar la agitación que comenzó con las protestas pacíficas de la Primavera Árabe contra el Gobierno baazista.

 

Smoke billows skyward as homes and buildings are shelled in the city of Homs, Syria. June 9, 2012. (Photo from the United Nations)

Los grupos políticos más izquierdistas y demócratas de Siria que coordinaban las protestas no violentas de 2011 se opusieron firmemente a esos esfuerzos exteriores por desatar una guerra civil y emitieron contundentes comunicados en los que rechazaban la violencia, el sectarismo y la intervención extranjera.

En diciembre del 2011, una encuesta de opinión financiada por Catar indicó que el 55% de los sirios apoyaba al Gobierno de su país. Pero, a pesar de ello, Estados Unidos y sus aliados estaban determinados a adoptar el modelo de cambio de régimen que habían aplicado en Libia, a sabiendas desde el primer momento de que esta guerra sería mucho más sangrienta y destructiva.

La CIA y sus aliados monárquicos árabes, finalmente, introdujeron en Siria miles de toneladas de armas y miles de combatientes yihadistas extranjeros vinculados a Al Qaeda. En el armamento, que llegó en un principio desde Libia y, posteriormente, desde Croacia y los Balcanes, se incluía obuses, lanzamisiles y otras armas pesadas, fusiles de francotirador, granadas propulsadas por cohetes, morteros y armas ligeras. En última instancia, Estados Unidos proporcionó de forma directa potentes misiles antitanque.

Mientras, en lugar de sumarse a los esfuerzos de Kofi Annan, respaldado por la ONU, para llevar la paz a Siria en 2012, Estados Unidos y sus aliados se reunieron en tres conferencias de "Amigos del Pueblo Sirio" para perseguir su propio plan alternative de ofrecer cada vez más apoyo a los rebeldes, a su vez cada vez más dominados por Al Qaeda. Kofi Annan abandonó asqueado su ingrata misión después de que Clinton, Secretaría de Estado de Estados Unidos, y sus aliados británicos, franceses y saudíes minaran cínicamente su plan de paz.

Como se suele decir, el resto es historia, una historia de violencia que se extiende hasta la eternidad y de un caos que ha sumido a EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia, Irán y a todos los vecinos de Siria en un huracán de sangre. Como observó Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios Políticos de Wahsington, todas esas potencias externas se han mostrado dispuestas a combatir por Siria aunque para ello haya que sacrificar “hasta al último sirio”.

La campaña de bombardeos contra el Estado Islámico que el presidente Obama lanzó en 2014 es la más contundente desde la guerra de Vietnam y en ella se lanzaron más de 100.000 bombas y misiles sobre Siria e Irak. Patcik Cockburn, el veterano corresponsal en Oriente Medio del diario británico Independent viajó recientemente a Al Raqa, que en su día fue la sexta ciudad más grande de Siria, y escribió que “la destrucción es absoluta”.

“En otras ciudades sirias que han sido bombardeadas hasta la saciedad aún perdura por lo menos un barrio que ha quedado intacto”, explicaba Cockburn. “Esto es así incluso en Mosul (Irak), pese a que la mayor parte quedó reducida a escombros, pero en Al Raqa, los daños y la desmoralización lo invaden todo. La gente se sorprende cuando da con algo que sí funciona, como un simple semáforo, el único de toda la ciudad”.

Calcular el número de muertes violentas en Siria

Toda estimación pública que yo he encontrado sobre el número de personas a las que se ha matado en Siria procede directa o indirectamente del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), dirigido por Rami Abdulrahman desde Coventry (Reino Unido). Abdulrahman, que fue prisionero político en Siria, trabaja con cuatro auxiliares en dicho país, quienes, a su vez, cuentan con una red de unos 230 activistas antigubernamentales repartidos sobre el territorio. El OSDH recibe financiación de la Unión Europea y, según algunas fuentes, también del Gobierno británico.

Si bien Wikipedia cita al Centro Sirio para la Investigación Política como fuente distinta con cifras mayores de mortalidad, sus cálculos usan como punto de partida los datos del OSDH. Además, otras estimaciones con resultados inferiores, publicadas por la ONU, parecen también basarse principalmente en la información del OSDH.

 

Una pancarta de protesta en el barrio Kafersousah de Damasco, Siria, el 26 de diciembre de 2012. (Foto: Freedom House Flickr)

El OSDH ha sido criticado por su flagrante enfoque opositor, que ha llevado a algunos a poner en duda la objetividad de sus datos. Parece asimismo haber infravalorado el número de víctimas civiles causadas por los ataques aéreos de EE.UU., pero esto podría deberse también a la dificultad y peligro que entraña informar desde territorios dominados por el Estado Islámico, como sucedió ya en Irak.

De hecho, el OSDH admite que sus cálculos pueden no incluir el total de personas con cuya vida se ha acabado en Siria. En su informe más reciente, de marzo del 2018, añadió 100.000 víctimas más a sus cuentas para compensar las infravaloraciones, otras 45.000 en concepto de prisioneros desaparecidos o ejecutados a manos del Gobierno y 12.000 más por las personas ejecutadas, o desaparecidas bajo custodia del EI u otros grupos rebeldes.

Dejando a un lado esos ajustes, el informe del OSDH de marzo del 2018 documenta la muerte de 353.935 combatientes y civiles en Siria. Esa cifra está integrada por 106.390 civiles, 63.820 militares sirios, 58.130 miembros de milicias progubernamentales (incluidos 1.630 de Hizbulá y 7.686 extranjeros), 63.360 miembros del EI, Jabhat Fatah Al Sham (antes Frente Al Nusra) y otros yihadistas islámicos, 62.039 combatientes antigubernamentales de otros grupos y 196 víctimas no identificadas.

Si agrupamos todos estos números simplificando entre civiles y combatientes, resultan 106.488 civiles y 247.447 combatientes fallecidos (repartiendo equitativamente esos 196 muertos no identificados), incluidos 63.820 militares del ejército sirio.

El recuento del OSDH no es un estudio estadístico exhaustivo como el de Lancet de 2006 en Irak. Sin embargo, pese a su punto de vista favorable a los rebeldes, parece ser uno de los trabajos que más lejos llegan en cuanto a cálculo «pasivo» de víctimas de entre los realizados en guerras recientes.

Al igual que las instituciones militares de otros países, es probable que las fuerzas sirias mantengan datos medianamente precisos del número de bajas entre sus propias filas. Teniendo esto en cuenta, salvo por las víctimas pertenecientes al ejército, sería algo nunca antes visto que el OSDH hubiera sido capaz contabilizar más del 20% de víctimas restantes de la guerra civil siria. No obstante, las estimaciones del OSDH bien pueden considerarse tan minuciosas como otros esfuerzos previos por calcular la mortalidad mediante métodos "pasivos".

Tomando las cifras de muertos en guerra no militares que recopiló pasivamente el OSDH y asumiendo que suponen el 20% del total de las víctimas, obtendríamos que se mató a 1,45 millones de civiles y combatientes no militares. Tras añadir los 64.000 soldados sirios fallecidos, calculó que en Siria se ha arrebato la vida a 1,5 millones de personas aproximadamente.

En caso de que el OSDH haya sido más exitoso que otros intentos previos de contar “pasivamente” los muertos en guerra y haya sido capaz de incluir al 25% o el 30% de víctimas, la cifra real podría ser, en el mejor de los casos, de 1 millón. Si, por el contrario, no ha sido tan eficaz como parece y sus cálculos se asemejan más a los habituales en otros conflictos, estaríamos hablando de que es perfectamente posible que se haya acabado con la vida de 2 millones de personas.

Somalia

La mayoría de estadounidenses recuerdan la intervención de EE.UU. en Somalia que desembocó en el incidente del derribo del helicóptero Black Hawk y acabó con la retirada de las tropas americanas en 1993. Sin embargo, la mayoría de estadounidense no recuerdan, o tal vez jamás lo hayan sabido, que su país realizó otra intervención “disfrazada, silenciosa y sin medios de comunicación” en Somalia en el año 2006 para apoyar una invasión militar por parte de Etiopía.

Somalia estaba por fin “tirando para adelante” autónomamente con el Gobierno de la Unión de Tribunales Islámicos (UTI), un conglomerado de tribunales tradicionales que acordaron colaborar para gobernar el país. La UTI, a su vez, se alió con un caudillo en Mogadiscio y derrotó a otros jefes militares que gobernaban en feudos privados desde el derrocamiento del gobierno central en 1991. Todo buen conocedor de Somalia saludó de buen grado la UTI y la consideraron como un avance esperanzador hacia la paz y la estabilidad en Somalia.

Sin embargo, dentro de su “guerra contra el terrorismo”, el gobierno de Estados Unidos consideró a la Unión de Tribunales Islámicos un enemigo y un objetivo de acciones militares. Consecuentemente, EE.UU. se alió con Etiopía, tradicionalmente un rival territorial de Somalia (y de mayoría cristiana), y llevó a cabo ataques aéreos y operaciones con fuerzas especiales para apoyar una invasión etíope de Somalia con la que apartar a la UTI del poder. Tal y como ha ocurrido en cualquier otro país que Estados Unidos y sus aliados han invadido desde 2001, la consecuencia fue que se volvió a sumir a Somalia en una violencia y caos que perduran en la actualidad.

Cálculo del número de muertos en Somalia

Las fuentes pasivas cifran los muertos en Somalia desde la invasión etíope apoyada por EE.UU. en el año 2006 en 20.171 (según el Programa de Datos sobre Conflictos de Uppsala, o UCDP por sus siglas en inglés, en el año 2006) y en 24.631 (según ACLED). Sin embargo, una ONG local premiada, Elman Peace and Human Rights Centre, de Mogadiscio, que contó las víctimas mortales de 2007 y 2008, solo en esos dos años calculó 16.210 muertes violentas, es decir un número 4,7 veces superior al del UCDP y 5,8 veces mayor al de ACLED para el mismo periodo.

Volviendo a Libia, Libya Body Count calculó un número solo 1,45 veces superior al de ACLED. En Somalia, no obstante, la cifra de Elman Peace es 5,8 veces mayor que la de ACLED (comparando entre los dos conflictos, Elman cuadriplica la diferencia entre LBC y ACLED). Estos datos sugieren que las estimaciones de Elman Peace fueron más o menos el doble de rigurosas que las de Libya Body Count y que ACLED parece ser aproximadamente la mitad de efectivo contando fallecidos en Somalia que en Libia.

UCDP arrojó cifras superiores a las de ACLED entre 2006 y 2012, mientras que, desde 2013 es ACLED la que ha publicado números mayores. La media de sus estimaciones resulta en un total de 23.916 muertes violentas entre los meses de julio del 2006 y del 2017. Si Elman Peace hubiera proseguido contando víctimas mortales y hubiera hallado cifras 5,25 veces por encima (la media de 4,7 y 5,8) de las de las mencionadas agrupaciones internacionales, se habrían contabilizado unos 125.000 fallecidos desde la invasión etíope de julio del 2006, respaldada por Estados Unidos.

No obstante, si bien Elman Peace contó muchos más muertos en Somalia que UCDP o ACLED, sus datos siguen tratándose de estimaciones "pasivas". Por eso, para calcular el número total de fallecidos resultantes de la decisión de EE.UU. de acabar con el joven Gobierno somalí de la UTI, deben multiplicarse esas cifras por un número situado entre la proporción hallada en otros conflictos, es decir, entre 5/1 y 20/1.

Si se aplica la razón de 5/1 a mi pronóstico de la cifra que Elman Project podría haber contado hasta la actualidad, resulta un total de 625.000 muertos. Aplicando la proporción 20/1 a los números mucho más bajos de UCDP y ACLED, tendríamos una cantidad inferior, de 480.000 fallecidos.

Es muy poco probable que Elman Project estuviera contando a más del 20% de los fallecidos reales en toda Somalia. Por otro lado, UCDP y ACLED solo incluían informaciones sobre muertos en Somalia recopiladas desde sus sedes en Suecia y Reino Unido a partir de datos publicados, por lo que bien podrían haber contabilizado menos del 5% del total de víctimas mortales.

Si Elman Project solo estuviera reflejando el 15% del total de muertes en vez del 20%, esto supondría que, desde 2006, se habría acabado con la vida de 830.000 personas. Asimismo, si las cifras de UCDP y ACLED hubieran incluido a más del 5 % del total de muertos, el dato total de fallecidos podría ser inferior a 480.000. No obstante, esto implicaría que Elman Project habría recopilado una proporción aún mayor de la cifra real de fallecidos, algo sin precedentes para este tipo de proyectos.

Por lo tanto, según mis estimaciones, el número real de personas con cuya vida se ha acabado en Somalia desde 2006 debe rondar entre 500.000 y 850.000, y lo más probable es que se encuentre aproximadamente en las 650.000 muertes violentas.

Yemen

Estados Unidos es miembro de una coalición que lleva bombardeando Yemen desde 2015, en un esfuerzo por restaurar el poder del expresidente Abdrabbuh Mansur Hadi. Hadi fue elegido en 2012, después de que las protestas de la Primavera Árabe y un levantamiento armado obligaran a dimitir en noviembre del 2011 a Ali Abdullah Saleh, el anterior dictador de Yemen, respaldado por Estados Unidos.

Bajo el mandato de Hadi, debería haberse elaborado una constitución nueva y haberse convocado elecciones en dos años. No obstante, el nuevo presidente no cumplió con ninguna de estas obligaciones, por lo que el poderoso movimiento zaidí de los hutíes tomó la capital en septiembre de 2014, puso a Hadi bajo arresto domiciliario y exigió que tanto él como su Gobierno cumplieran su cometido y convocaran nuevas elecciones.

Los zaidíes son una rama particular del chiismo que supone el 45 % de la población de Yemen. Los imanes zaidíes mandaron sobre la mayor parte del país durante más de mil años. Tanto suníes como zaidíes han convivido en paz en Yemen durante siglos, e incluso es habitual encontrar matrimonios mixtos y que recen en las mismas mezquitas.

El ultimo imán zaidí fue derrocado durante una guerra civil en los años sesenta. En dicho conflicto, Arabia Saudí apoyó a la monarquía zaidí, mientras que Egipto invadió Yemen para apoyar a las fuerzas republicanas, que en 1970 acabaron constituyendo la República Árabe de Yemen.

En 2014, Hadi renunció a cooperar con los hutíes y dimitió en enero del 2015. Huyó a Adén, su ciudad de origen, y posteriormente a Arabia Saudí, país que lanzó un brutal bombardeo respaldado por Estados Unidos e inició un bloqueo naval con los que intentar devolverlo al poder.

Aunque es Arabia Saudí la que realiza la mayor parte de los ataques aéreos, es EE.UU. quien le ha vendido la mayoría de aeronaves, bombas, misiles y otro armamento que emplea. Reino Unido es su segundo mayor proveedor de armas. Sin los sistemas de inteligencia por satélite y de repostaje en vuelo de Estados Unidos, Arabia Saudí no podría lanzar esos ataques por todo el territorio yemení que lleva a cabo en la actualidad. Así las cosas, que EE.UU. interrumpiera el suministro de armas, la provisión de repostaje en vuelo y el apoyo diplomático supondría un paso decisivo hacia el fin del conflicto bélico.

Cálculo de las víctimas de guerra en Yemen

La estimaciones publicadas sobre el número de fallecidos en Yemen se basan en estudios periódicos de los hospitales del país realizados por la Organización Mundial de la Salud y publicados habitualmente por la Oficina de la ONU de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Su estimación más reciente, de diciembre del 2017, indica que han muerto 9.245 personas, de las cuales 5.558 eran civiles.

No obstante, el informe de la OCHA de diciembre del 2017 incluía una aclaración: "Debido al alto número de instalaciones sanitarias no operativas o parcialmente operativas como consecuencia del conflicto, las cifras indicadas están infraestimadas y es probable que sean superiores".

 

Un vecindario en la capital yemení de Sanaa después de un ataque aéreo, 9 de octubre de 2015. (Wikipedia)

Incluso cuando los hospitales operan con normalidad, durante las guerras, muchas personas que pierden la vida nunca llegan a un centro sanitario. Los ataques aéreos saudíes han golpeado varios hospitales yemeníes, un bloqueo naval restringe la importación de medicamentos y los suministros eléctricos, de agua, alimentos y de combustible se han visto afectados por los bombardeos y el bloqueo. Así las cosas, es probable que los resúmenes de la OMS, basados en los registros de víctimas de los hospitales, incluyan solo a una mínima proporción del total real de fallecidos.

ACLED contabiliza un número algo inferior que la OMS: 7.846 a finales del 2017. Sin embargo, al contrario que la OMS, ofrece datos actualizados de 2018 e incluye otras a 2.193 víctimas más desde enero. Si la OMS continúa superando en un 18% los números de ACLED, su cifra hoy en día sería 11.833.

La propia OCHA y la OMS admiten que han infravalorado sustancialmente el número de víctimas de la guerra en Yemen. Además, la razón entre los informes pasivos de la OMS y el verdadero número de víctimas parece acercarse a lo más alto del rango de proporciones halladas en otros conflictos, que han variado entre 5/1 y 20/1. Teniendo esto en cuenta, según mis cálculos, se ha arrebatado la vida a unas 175.000 personas (una cifra 15 veces superior a la indicada por la OMS y ACLED), con un mínimo de 120.000 y un máximo de 240.000.

El verdadero coste humano de las guerras de Estados Unidos

En total, teniendo en cuenta las tres partes que integran este reportaje, he calculado que las guerras de Estados Unidos posteriores al 11S han provocado la muerte de 6 millones de personas. Quizás el número acertado sea solo 5 millones; o tal vez sean 7 millones. En cualquier caso, de lo que estoy bastante seguro es de que son varios millones.

No son solo cientos de miles de víctimas, como creen muchas otras personas por lo demás bien informadas. Esto es así porque las recopilaciones de “informes pasivos” en ningún caso pueden dar cuenta de más que una fracción del total real de muertos en países que padecen los niveles de violencia y caos que la agresión de nuestro país les han infringido desde el año 2001.

No cabe duda de que el proceder sistemático del Observatorio Sirio de Derechos Humanos ha registrado una proporción mayor del total real de muertes que las incluidas en las bajas cifras de las investigaciones que la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Afganistán ha presentado con apariencia de estimaciones de mortalidad. Sin embargo, se trata en ambos casos de fuentes que solo informan sobre una parte mínima del total de fallecidos.

Y, por supuesto, el número de personas cuya vida se ha erradicado, decididamente, no está en las decenas de millar, como se ha llevado a pensar a la mayoría de estadounidenses y británicos, según se ha observado en encuestas de opinión.

Necesitamos con urgencia que expertos en salud pública realicen estudios exhaustivos de mortalidad en todos aquellos países a los que, desde 2001, Estados Unidos ha sumido en la guerra. Solo de este modo el mundo podrá responder adecuadamente ante la verdadera magnitud de la muerte y destrucción que estos conflictos han provocado.

Ahora cobra sentido la advertencia profética que Barbara Lee lanzó a sus compañeros antes de emitir su solitario voto discrepante contra el uso de la fuerza militar en 2001; nos hemos convertido en ese “mal que condenamos”. Sin embargo, estas guerras (todavía) no han estado acompañadas de desfiles militares aterradores ni de discursos sobre dominar el mundo. En vez de eso, han sido justificadas políticamente mediante una “guerra informativa” para demonizar a los enemigos y fabricar crisis y, después, se han desarrollado de forma “disfrazada y silenciosa, sin medios de comunicación” para ocultar a la opinión estadounidense y de todo el mundo su coste en sangre humana.

Tras 16 años de guerras, aproximadamente 6 millones de muertes violentas y 6 países arrasados por completo y otros muchos desestabilizados, se hace urgente que la población estadounidense aceptemos el verdadero coste humano de las guerras de nuestro país y que nos han manipulado y engañado para que miremos hacia otro lado. Debemos hacerlo antes de que los conflictos se alarguen aún más, antes de que arrasen con más países, antes de que socaven aún más el derecho internacional y antes de que maten a más millones de nuestros conciudadanos del mundo.

Como escribió Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo: “Ya no podemos permitirnos recoger del pasado lo que era bueno y denominarlo sencillamente nuestra herencia, despreciar lo malo y considerarlo simplemente como un peso muerto que el tiempo por sí mismo enterrará en el olvido. La corriente subterránea de la Historia occidental ha llegado finalmente a la superficie y ha usurpado la dignidad de nuestra tradición. Esta es la realidad en la que vivimos”.

 

Nicolas J.S. Davies es el autor de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction  of Iraq [Sangre en nuestras manos: la invasión estadounidense y la destrucción de Irak]. También escribió el capítulo Obama at War [Obama en la guerra] de Grading the 44th President: a Report Card on Barack Obama’s First Term as a Progressive Leader [Evaluación del 44º presidente. El boletín de notas del primer mandato como presidente progresista].


https://medium.com/diferencias/cu%C3%A1ntos-millones-de-personas-han-muerto-en-las-guerras-de-eeuu-i-irak-b6f273de044f

http://worldcantwait-la.com/spanish.htm