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jueves, 25 de abril de 2024 15:33h.

De cómo se desMANDELA un Estado racista - por Nicolás Guerra Aguiar

   Todos los medios de comunicación del mundo (preciso: casi todos) ocuparon sus primeras páginas para informar sobre la muerte de Nelson Mandela.

De cómo se desMANDELA un Estado racista - por Nicolás Guerra Aguiar

   Todos los medios de comunicación del mundo (preciso: casi todos) ocuparon sus primeras páginas para informar sobre la muerte de Nelson Mandela. Se trata de aquel sobrehumano personaje que logró ser el primer presidente negro de un país radical y rigurosamente racista en el que hasta hace veinte años los negros no tenían derechos, ni tan siquiera a entrar en servicios urinarios reservados para el Supremo, el hombre blanco. Y a la par que casi todos los medios exaltan las virtudes de un hombre negro cuyo coraje logró la aparente eliminación del racismo en Suráfrica, las más ilustres personalidades mundiales elevan casi a categoría de mito al que llaman padre espiritual de un país que pudo superar la guerra civil entre blancos y negros gracias, precisamente, a que el negro presidente no reclamó venganza contra el esclavista blanco.

   Y tienen razón, en efecto. Nelson Mandela es también aquel poeta guatemalteco –Julio Fausto Aguilera- que se rebeló contra la dictadura en su país, apoyada y bendecida por  el Gobierno norteamericano y la United Fruit Company: Le debo a la libertad, / muy grande deuda le tengo; / Y como le debo, debo / pagarle, pues soy honrado. / Llévenme, pues, a la cárcel, / para que más libre sea. Nelson Mandela estuvo veintisiete años prisionero entre las paredes de aquellos centros que intentan matar con el islamiento la primerísima razón del ser humano: la libertad suya y de su pueblo por las que tanto Mandela y Aguilera sufrieron y padecieron. El primero, Mandela, consiguió salir de ellos. Al poeta Aguilera lo detuvieron a los treintaiún años. También fue torturado en la celda, como hicieron otros blancos -¡siempre los blancos!- con el negro Mandela.  Pero sus captores fueron mucho más allá, a fin de cuentas solo era un poeta: su cuerpo de treintaiún años fue quemado vivo junto a otros trece de camaradas.

   Sí, en efecto. Nelson Mandela es hoy justamente cantado. Y los blancos –incluidos los que aplaudieron su perpetua condena a la sombra, a fin de cuentas sombra y negro son voces sinónimas- incluso crean poéticamente para exaltar su figura. La figura de un hombre negro que logró subvertir la estructura política de un país – hoy Suráfrica, República de Sudáfrica-, aunque sigue en manos de los blancos que desde 1867 lo hicieron de su única propiedad. Y continúa siendo suyo por más que los tiznados cuerpos de los negros ya pueden bañarse en las mismas playas junto al hombre blanco o, incluso, sientan en las aulas sus nigérrimos cuerpos junto a hijos y nietos de quienes fueron amos y señores.

   Porque del último año de cárcel de Nelson Mandela a hoy  solo nos separan veintitrés años. O lo que es lo mismo, hasta ayer permanecía encerrado entre barrotes y condenado a perpetuidad el cuerpo de un hombre que amó la libertad de su pueblo por encima de la suya, porque él siempre fue libre por más que tuviera que pagar tal alto precio. Por eso hoy todos los blancos –casi todos- se rasgan las vestiduras y elevan a los cielos loas, alabanzas, sublimes exaltaciones porque ha muerto un hombre cuya lucha en defensa de la humanidad jamás olvidarán, dicen unos; amante del humanismo y la justicia, destacan otros; con una vida llena de significados, afirman los terceros.

   Y el señor presidente Obama encontró inspiración en Mandela, dijo, porque su vida lo conmovió: “No puedo imaginar mi propia vida sin su ejemplo”. El otro negro le impactó en profundidad y le alaba, precisamente, aquello que todavía le falta a él: coraje y bondad para acabar con la inmoral e inhumana situación de los jóvenes musulmanes ilegalmente secuestrados en Guantánamo, simples sospechosos de acciones violentas que no se han podido probar.

   Sí. Minorías blancas –que no todos los blancos- hicieron de aquella tierra africana un inmenso presidio  con decenas de millones de presos a quienes se les negaban los elementales derechos de que gozaban aquellas. Y porque consiguió liberar al país, el señor Obama elogia la vida y la obra de Nelson Mandela, luchador eterno por sus sueños de libertades e igualdades. Pero olvida el señor presidente -en su sensible emoción- que la libertad no se concede, no se otorga, no se regala con la firma de un papel por parte de captores o secuestradores: es connatural, es esencia, es parte fundamental del ser humano, tal como lo entendieron quienes lucharon para que los bisabuelos del señor Obama dejaran de ser esclavos en tierras norteamericanas. Sin embargo les niega la libertad a quienes mantiene inquisitorialmente retenidos por la fuerza en Guantánamo. Y desprecia tratados internacionales, elementales derechos humanos, dignidades de otros a quienes les van quemando sus vidas sin que los lleven ante tribunales civiles.

   Y aquel hombre que en 1961 cambió la resistencia pasiva aprendida del mahatma Gandhi por acciones –sabotajes- que desde tiempo ha se llaman terroristas y dirigió el brazo armado del ACN (La Lanza de la Nación), volvió a la palabra como única arma frente al apartheid, racismo, discriminación, segregación racial. Pero tuvieron que pasar veintisiete años para que aquella se tradujera en libertad.

   Mientras, los cotizadísimos brillantes surafricanos seguían llegando a los talladores holandeses para que lucieran esplendorosamente en cuellos, muñecas y dedos de mujeres europeas y norteamericanas blancas y mulatas, incluso negras, a fin de cuentas ya se trata del mundo libre. Nada importaron las vidas de quienes los sacaban de las recónditas entrañas de aquella tierra; total, eran esclavos negros que o bien habían robado en supermercados blancos, osaron alzar sus voces contra la segregación racial o, quizás, eran simples sospechosos de ideas blancas en cuerpos negros.

   Honores y glorias a Nelson Mandela, paladín de los negros surafricanos. Pero su inmenso sueño de libertades ya no avanza, han conseguido frenarlo. Los blancos siguen como amos del país, y los negros del Gobierno les sirven, otra forma de esclavitud. Todo, en fin, en perfecto orden de revista, todo bajo control.

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/15-opiniones/27043-de-como-se-desmandela-un-estado-racista

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=319836