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viernes, 26 de abril de 2024 10:00h.

De cómo discrepar implica gilipollez - por Nicolás Guerra Aguiar

El Partido Popular en Canarias perdió el pasado jueves la oportunidad de mostrarse como una institución exquisitamente respetuosa con las ideas ajenas –e incluso contrarias-, tras el filosófico e iluminado razonamiento que vomitó su diputado el señor Fernández González, don Manuel, cuando dijo que “los marroquíes consideran gilipollas a los canarios por no querer sacar petróleo de las bolsas que se encuentran cercanas a las costas de Fuerteventura y Lanzarote”.

De cómo discrepar implica gilipollez - por Nicolás Guerra Aguiar

El Partido Popular en Canarias perdió el pasado jueves la oportunidad de mostrarse como una institución exquisitamente respetuosa con las ideas ajenas –e incluso contrarias-, tras el filosófico e iluminado razonamiento que vomitó su diputado el señor Fernández González, don Manuel, cuando dijo que “los marroquíes consideran gilipollas a los canarios por no querer sacar petróleo de las bolsas que se encuentran cercanas a las costas de Fuerteventura y Lanzarote”. Idea de pensamiento, por otra parte, que no he podido encontrar entre intelectuales clásicos, renacentistas e ilustrados,  lo cual demuestra que el señor Fernández los supera. Y por si tuviera que ver con la Revolución Científica, releeré a Copérnico, Kepler, Galileo, incluso a Newton, pues sospecho que el contenido simbólico de sus palabras esconde posicionamientos encauzados hacia las revoluciones filosóficas, seguro.

  Aunque, por otra parte -qué hábil el señor Fernández- sembró en mí una duda, autoría reservada a los elegidos: ¿era consciente del significado de la palabra?, pues gilipollas es ‘persona que no tiene coeficiente intelectual suficiente’. Y lo digo porque sabios hay que se han manifestado en contra de las prospecciones. Y no me parecen, precisamente, de bajos coeficientes intelectuales. Quizás el señor Fernández –desgilipollizado tiempo ha-  supo del alcance literario de tal voz, pues seguramente llegó a plantearse que si Pérez Galdós la usa en Misericordia cuando habla de suburbios madrileños, él podría emular al novelista  para referirse a todos aquellos canarios que considera bocazas, carentes de falta de juicio, osados en sus comentarios y faltos de criterio para medir sus manifestaciones púbicas  entre los que se encuentran, insisto, catedráticos universitarios, científicos especializados. (Sin embargo, el Partido Popular se opone a las prospecciones en Baleares: ¿gilipollas? Es lógico: allí actúan como virreyes las familias Riu Güel –la todopoderosísima cadena Riu- y  Mascaró Riera, de la constructora mallorquina Melchor Mascaró SA, y propietaria de otra decena de empresas relacionadas con el sector.)

  Pero hay un aparente comportamiento machista en el señor Fernández, pues entre quienes rechazan las perforaciones se encuentran miles de mujeres. Y ocurre que estas están fuera de la consideración fernandezna de “gilipollas” pues para el Nobel y académico Cela, la segunda parte de la palabra se refiere al pene. Y sobre pensamientos del PP en torno a   cambios de sexo, ya conocemos sus muy respetables principios. Por tanto, yo hubiera usado tontolculo pues, a fin de cuentas, las incluye. Aunque una voz ya de siglos, gañán, con su significado de hoy, hubiera cabido perfectamente en el apocalíptico mensaje del señor Fernández. Pero hemos de respetarle que haya monopolizado aquella palabra, a fin de cuentas ejerce su derecho constitucional a definirse en esta sociedad de los seres humanos de las personas.

Porque si bien es cierto que en la sociedad canaria hay dos sectores no coincidentes respecto a las prospecciones, tampoco se puede negar que ambas partes esgrimen argumentos, unos más asentados que otros, bien es cierto, pero son puntos de vista en torno a algo de trascendencia vital para Canarias, región que depende del turismo. Para otros, en las actuales circunstancias las bolsas de petróleo son económicamente muy tentadoras, aunque dicen muchos críticos que Canarias no obtendría ningún beneficio económico. A fin de cuentas, las empresas explotadoras serían de fuera, y ya se sabe lo que ha sucedido de aquí atrás.  

  Pero volvamos con el comportamiento del señor Fernández y el silencio del PP. Si el hombre sólo es capaz de argumentar con tan endebles y simplones planteamientos, una de dos: o su sempiterna profesión política lo ha ascendido a condiciones sobrehumanas ajenas al resto de los mortales o –y eso me temo- el inexorable paso del tiempo ha ido consumiendo con acelerada aceleración sus células grises, y hoy ya solo son recuerdos de lo que un día ya muy lejano, casi secular, palpitó en su cerebro. Lo cual me lleva a una inmediata interrogación retórica: ¿para que discursee con vacíos contenidos sin ideas razonadas y recios argumentos estamos pagándole los miles de euros anuales que cobra del Parlamento canario, es decir, de nuestros impuestos?

  Pero hay más. Nadie del PP en el Parlamento mostró incomodidad, fastidio o vergüenza ante las palabras pronunciadas. Y me extrañó profundamente, pues conozco a mucha gente del PP que me manifestaría su desagrado con tal corrientillo comportamiento, sobre todo en sede parlamentaria.  Es normal, por otra parte, que la señora Montelongo González, por ejemplo, no reaccionara sobre la marcha –también ella es diputada- y reprendiera a su compañero de partido. Es algo que, a todas luces, cae por su peso: dos más dos es y será siempre igual a cuatro, y no se puede hacer trampas ante una verdad indiscutible. Idéntica postura de inacción intelectual mantuvieron el señor Enseñat Bueno (diputado por Fuerteventura, aunque los apellidos me despistaron), el señor Figuereo Force (más de lo mismo) y la señora Pérez Batista, que lo son por Lanzarote, cuyas intervenciones en el Parlamento canario –si las han tenido- la verdad es que me han pasado desapercibidas, limitación la mía, seguramente, por más que procuro estar al día en todo lo que se refiere también a Canarias.

  Pero sí me hubiera gustado conocerlos por una intervención crítica con la del señor Fernández o, al menos, por un reproche ante la vulgaridad, actuación más propia de una conversación de barra o guachinche a causa de alguna calentura o perra de vino. Sin embargo, PP y sus parlamentarios permanecieron en silencio. Otra oportunidad perdida. Porque el silencio es consentimiento: “Quien calla, otorga”, dice el refranero popular. Y aquella oratoria de zafiedad y simpleza no solo define a quien la usa, sino a quien la consiente en cuanto que estaba hablando en nombre del PP. Y si el PP no es zafio ni simple –que no lo es- estimo que no debe dejar pasar un segundo más para poner las cosas en su sitio. “¡Menuda tropa!”, que dijo el señor Rajoy.

También en:

http://www.canarias7.es/articulo.cfm?Id=315174

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/25771-de-como-discrepar-implica-gilipollez