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jueves, 25 de abril de 2024 02:08h.

El ministro, la semántica y los suicidios - por Adolfo Padrón Berriel

Juan Miguel decidió quitarse de en medio. Llevó su cruz en silencio; ni su familia conocía su ahogo. Llegó el momento: tal vez lo había meditado durante meses, o quizás fue su desesperanza no compartida quien lo arrojó al abismo en el último instante: preparó la cuerda, la ató a su cuello, se dejó caer y, sencillamente,  se apagó; sin ruidos, sin testigos. Ese día  el banco lo echaba de casa –business is business-.




 

El ministro, la semántica y los suicidios - por Adolfo Padrón Berriel

Juan Miguel decidió quitarse de en medio. Llevó su cruz en silencio; ni su familia conocía su ahogo. Llegó el momento: tal vez lo había meditado durante meses, o quizás fue su desesperanza no compartida quien lo arrojó al abismo en el último instante: preparó la cuerda, la ató a su cuello, se dejó caer y, sencillamente,  se apagó; sin ruidos, sin testigos. Ese día  el banco lo echaba de casa –business is business-.

No es el primero, ni el único caso, ni mucho menos. Existe una relación directa entre el vertiginoso aumento del número de suicidios en nuestro país y la situación de asfixia colectiva  a la que se nos somete. Existen gráficas que lo demuestran y utilizan las mismas curvas, las mismas barras, que las usadas para analizar la evolución de la bolsa, el decrecimiento de la economía o el progreso de la prima de riesgo: “crestas y valles”, “máximos y mínimos”. ¡Qué fría y versátil resulta la estadística!

Detrás de los datos, siempre está la realidad: la cifra de desahucios crece de manera exponencial y cientos de miles de personas son condenadas a vivir en el hospicio –si hay suerte-  o directamente bajo el puente. Asustados ancianos que asisten incrédulos, bajo estado de shock, a la usurpación del pilar de su vida; niños que no entienden por qué se les bota a dormir al raso; mujeres y hombres que se ven denigrados, condenados de la noche a la mañana a engrosar una marea de parias. Ahora son un desecho y se sienten deshechos.    

Esté drama conforma una de las imágenes más duras y expresivas de la gran estafa social en que se han convertido esta crisis y las satánicas medidas que los gobiernos desarrollan en su nombre. Pero no es el único “efecto colateral” de esta guerra enmascarada: las consecuencias son progresivas, como las de una metástasis. Analizadas de forma aislada pueden parecer controlables, incluso atenuables; si observamos el conjunto, comprobaremos que se está produciendo una destrucción lenta, pero segura,  de todos los tejidos de ese organismo que definimos como sociedad.  

Y a todas éstas llega el Ministro, el de la sonrisa nerviosa, para tranquilizarnos: “2013 será el año que marque el final de la recesión”. “Los presupuestos para 2013 son los más sociales de la historia de la democracia”. Habría que conocer de qué fuente  aprendió el contenido de términos como final y social. Por poner un ejemplo, para algunos siniestros personajes de la historia universal, “final” como adjetivo de Solución quería decir exterminio; para otros, no menos dantescos,  “social” calificando a Orden, se traduce en una visión idílica de un mundo en el que ciertos prohombres están llamados a dirigir el destino de todos los seres, incluso contra ellos mismos.

Sea como fuere, nuevamente los fríos datos colocan las cosas en su sitio y dan una lección de semántica al Ministro: la EPA nos  vuelve a restregar por la cara un paro creciente                                –alarmante en el sector público durante los tres últimos meses, con la destrucción de más de 50.000 puestos de trabajo-. El premeditadamente oculto agujero de la Seguridad Social    -10.500.000.000 €-, hace temer por el pago de las pensiones y la prestación por desempleo. Las comunidades, en virtud de las cifras que detalla la propuesta presupuestaria, advierten del  colapso de los servicios públicos esenciales. Los salarios siguen menguando y la compra se sigue encareciendo. Miles de jóvenes se ven obligados a abandonar sus estudios para ser condenados al “ninismo” a cadena perpetua. Los sectores más débiles, son abandonados a su suerte y hay gente que muere directamente en la calle, víctimas de la desidia general y hay gente que muere en las listas de espera de los hospitales.

Aún con todo ello,  muchas personas se limitan a agachar la cabeza y se sientan a esperar  el milagro o al menos, que la bicoca del drama no les toque directamente. Aún con todo ello, hay sindicatos que desmovilizan.

Demasiada tragedia. Demasiada miseria. Demasiada injusticia. Todavía hoy, demasiada indulgencia.

Nota: Cada día se producen en España una media de 530 nuevos desahucios. El gobierno, tras los últimos suicidios, lamenta que los bancos no estén aplicando el “código de buenas prácticas” que les insinuaron, pero no prevé ningún cambio legislativo. El principal partido de la oposición, se lamenta de no haber legislado cuando tuvo la ocasión.

Canarias a 26 de octubre de 2012

Adolfo Padrón Berriel

(Miembro de co.bas-Canarias y de Canarias Por La Izquierda-Si Se Puede).

También en:

http://www.infonortedigital.com/portada/component/content/article/17553