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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Estrellados, pero contentos - por Álvaro Felipe

 

ÁLVARO FELIPEHenry-Louis Mencken escribió en una ocasión "Cuando oigas a un hombre hablar de su amor por la patria, es signo de que espera que le paguen por eso".  La historia nos viene demostrado que tenía razón y que los más avezados no esperan que se le pague: se cobran directamente. Como ejemplos tenemos la “Gürtel” a nivel nacional y, en nuestro terruño patrio, el “Pelotazo de Las Teresitas”.

CLAVIJO TOREA CON LA BANDERA

 

Estrellados, pero contentos - por Álvaro Felipe Hernández *

Henry-Louis Mencken escribió en una ocasión "Cuando oigas a un hombre hablar de su amor por la patria, es signo de que espera que le paguen por eso".  La historia nos viene demostrado que tenía razón y que los más avezados no esperan que se le pague: se cobran directamente. Como ejemplos tenemos la “Gürtel” a nivel nacional y, en nuestro terruño patrio, el “Pelotazo de Las Teresitas”.

Nacer es un acto pasivo, siempre he pensado que nunca nacemos y que en realidad "nos nacen”, porque no lo hacemos de forma voluntaria. “I was born”, escriben con mucha más lógica semántica los sajones. Y es que el hecho de que nos expulsen de un útero cerca de unas determinadas coordenadas geográficas, no debería constituir en sí mismo mérito o demérito alguno. Creer lo contrario sería admitir que nacionalismo y astrología comparten raíces.

Decía Bernard Shaw que “El nacionalismo es la extraña creencia de que un país es mejor que otro por virtud del hecho de que naciste ahí”. Lo malo es cuando esta exótica creencia es inducida por el marketing del nacionalismo redentor, haciéndonos creer que somos unos privilegiados por haber nacido “aquí” y no un poco “más allá”. Y es que en pleno siglo XXI el humanismo global debiera ser la única ideología, pero los salvapatrias apelan al nacionalismo como Repsol a la última gota de petróleo.

Y caemos en la misma trampa que utilizó Hitler. Nuestro símbolo más querido e imprescindible, la bandera de las siete estrellas verdes, ahora está oprimido porque la metrópoli imperialista no la deja ondear a nuestro viento, que es el mejor de todos los vientos. Ahora tenemos un enemigo común y un motivo para unirnos y luchar por nuestra identidad; no hay nada nuevo bajo el sol de Goebbels. Todos nos quieren ver libres y felices, empezando por los que se erigieron autoridad certificadora del izquierdismo, que olvidan que "El nacionalismo es un invento de la burguesía para dividir al proletariado" -Marix dixit-. Y se desgañitan los salvapatrias compitiendo por buscar el titular más sublime en la defensa de nuestra señera estrellada. La excepción a la regla, como no, es el PP, que abomina públicamente de las siete estrellas verdes, pero lo hace porque su inmenso amor por la patria se focaliza exclusivamente en la rojigualda -con aguilucho, yugo y flechas- y en la cruz blanca de la bandera de Suiza.

Sea como fuere, todos nos quieren hacer caer en la trampa del 52 aniversario de nuestra bandera estrellada, ya sólo nos faltaba eso. Demagogia, Chauvinismo y trapos agitados en un mástil, siempre han sido una buena herramienta para que el pueblo canario olvide los años de gestión de nuestros salvapatrias, los que acuñaron frases como “todo por Canarias”, “Canarias, lo nuestro”, “Habla canario” y “De aquí en adelante”. Son nuestros verdugos, los que  nos han situado a la cola de todo, pero nosotros nos fijamos en la bandera estrellada como se fija el toro en el capote de su torero, mientras el paraíso terrenal de Secundino Delgado agoniza entre la chatarra de las torres petrolíferas.

El debate social ya se ha desviado convenientemente hacia nuestra “estrellada” siguiendo el camino que marcó la “señera estelada” de los catalanes, símbolo inmisericorde del 3% de los Pujol. Nosotros no somos menos y también tenemos bandera estrellada, aun más estrellada que la señera de los catalanes, porque nuestros puyoles no bajan del 5%.

Con o sin bandera, hace muchos años que nuestros salvapatrias nos estrellaron contra el muro de la miseria. Vamos a celebrarlo. Jodidos pero contentos.

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Álvaro Felipe