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jueves, 18 de abril de 2024 07:55h.

Faraones ultraperiféricos - por Ramón Trujillo

   Uno se pregunta cómo era la mentalidad de aquellos antiguos egipcios que empleaban una gran cantidad de trabajo y recursos para construir pirámides que servirían de tumbas a sus faraones. Es más, ¿cómo pudo un pueblo dedicar grandes esfuerzos colectivos a algo socialmente tan estéril como la construcción de la tumba del rey?

Faraones ultraperiféricos - por Ramón Trujillo, coordinador de Izquierda Unida Canaria *

   Uno se pregunta cómo era la mentalidad de aquellos antiguos egipcios que empleaban una gran cantidad de trabajo y recursos para construir pirámides que servirían de tumbas a sus faraones. Es más, ¿cómo pudo un pueblo dedicar grandes esfuerzos colectivos a algo socialmente tan estéril como la construcción de la tumba del rey?

   Quizá suspiramos con alivio por creer que vivimos en una época en la que un derroche tan absurdo de las energías colectivas no es posible. Pero, ¿y si, en lo que a dilapidar recursos colectivos se refiere, no hay tanta diferencia entre los faraones egipcios y los gobernantes de la Canarias ultraperiférica? ¿Cuáles podrían ser los equivalentes ultraperiféricos de las pirámides de los faraones egipcios? ¿Es Paulino Rivero comparable a Ramsés II? ¿Las pirámides ultraperiféricas paulinitas generarán un flujo turístico dentro de algunos milenios? Por sus obras los conoceréis…

    Las pirámides ultraperiféricas no tienen vocación de eternidad. Por ejemplo, en 2013, se decidió el desguace de la desaladora Las Palmas II, que costó 75 millones de euros y jamás fue utilizada. Recientemente, se publicó que la balsa de Maneje, en Lanzarote, es una infraestructura “mal proyectada y completamente inútil”, que será desmantelada. En esa misma isla, el no-monumento de Tindaya costó 12.7 millones de euros y, en otra muestra de dispendio inmaterial de recursos colectivos, el Gobierno de Canarias se obligó a pagar 5.2 millones de euros, a cambio de nada, por avalar a una empresa de catering. Por su parte, entre 2004 y 2013, cinco de los siete ayuntamientos lanzaroteños perdieron más de siete millones de euros por invertir en productos financieros especulativos. ¿En qué parte del programa electoral anunciaban que irían al bingo con dinero público?

   En Gran Canaria, el puerto de Arinaga recibió tres barcos en sus primeros cuatro años. Tenerife construye el puerto de Granadilla, pese al dictamen pericial que determina que la fuerza del viento impediría la carga y descarga de buques durante más de cien días al año. Los faraones ultraperiféricos ven la botella medio llena y sólo reparan en los más de doscientos días aptos para la actividad portuaria. Y, con el mismo optimismo cementófilo, piden 471 millones de euros para 10.8 kilómetros de autovía, entre Santiago del Teide y La Guancha, que permitirán convertir en rambla un tramo de la autopista que discurre junto a La Laguna. ¿Tiene sentido sembrar asfalto en un lugar para arrancarlo en otro?

   La mentalidad neofaraónica y ultraperiférica asume que siempre es deseable construir más y más infraestructuras. Así, en 2004, el Gobierno canario y CEOE-Tenerife coincidieron en que la isla “está todavía al 40% de su capacidad en cuanto a las infraestructuras que necesita”. La idea de sustituir a toda costa la repetición tediosa de árboles y plantas por la diversidad del cemento y el asfalto constituye la versión remozada de cómo veía sir Walter Raleigh la Guayana: “una tierra que tiene todavía intacta su virginidad; jamás saqueada, arada o trabajada; la faz de la tierra sin romper; la virtud y la sal del suelo sin gastar por el abono; las tumbas sin abrir para sacar el oro; las imágenes de los dioses aún por derribar de lo alto de los templos”.

   Los faraones ultraperiféricos quieren terceras pistas aeroportuarias como futuras pirámides. Así, se proponen construir una nueva pista en el Aeropuerto del Sur de Tenerife pese a que, en 2013, sólo se usó el 25.8% de la capacidad de la pista actual. Aunque las previsiones infladas auguraban 16 millones de viajeros para 2015, lo cierto es que, el pasado año, sólo hubo 8.7 millones de pasajeros, una cifra inferior a la de 2000. Sin embargo, en enero de 2004, el entonces presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, declaraba que, si no se construía otra pista, el Aeropuerto del Sur se colapsaría en 2015. Y la prueba del buen funcionamiento de los embustes institucionales es que, en junio de 2005, se divulgó una encuesta del propio Cabildo que señalaba a la segunda pista como la gran infraestructura pendiente mejor valorada por la ciudadanía tinerfeña.

   También en Gran canaria está prevista la construcción de una tercera pista para un aeropuerto que utiliza sólo el 40.3% de la capacidad de sus dos pistas actuales y que, en 2012, movió 9.8 millones de pasajeros, frente a los 15 millones previstos. Es más, parece que nadie se ha preguntado cómo se las arregla el aeropuerto londinense de Stansted para mover 17.4 millones de pasajeros con una sola pista o, mejor aún, cómo ha hecho el aeropuerto de Gatwick para atender a 35 millones de viajeros con una pista.

   El economista Ginés de Rus explica que las infraestructuras innecesarias “reducen el nivel de bienestar social, al constituirse en una carga, en sus gastos de construcción, explotación y mantenimiento para el conjunto de la sociedad, que no recibe a cambio beneficios que compensen la renuncia a consumo presente, a otros proyectos de inversión pública o privada, y a otros gastos sociales que necesariamente han dejado de acometerse”. Las pirámides ultraperiféricas son una oportunidad perdida para atender necesidades reales.

   Pero el ultradespilfarro ultraperiférico prosigue en tiempos de crisis: los presupuestos del Estado para 2015 anticipan una partida de 71 millones de euros para el puerto-monumento de Granadilla. Y no puede ser de otra manera mientras siga habiendo un pequeño grupo de grandes empresarios de la construcción que ha capturado las decisiones de los representantes públicos. Y es que Canarias sufre a gobernantes ultradespilfarradores, ultravictimistas, ultraperiféricos y ultradeficitarios en prácticas democráticas, propios de un estado depredador.

Ramón Trujillo, coordinador de Izquierda Unida Canaria.

* Publicado con autorización del autor