Felo Monzón: con su homenaje, una deuda menos. Pero hay más -por Erasmo Quintana *

Cuando no se han apagado los ecos todavía del sentido y merecido homenaje que el Cabildo de Gran Canaria le ha tributado al gran pintor indigenista, Felo Monzón Grau-Bassas, por medio de la consejera de Cultura, Guacimara Medina (esta chica vale un Potosí), que cogió a la primera el proyecto apuntándose un buen tanto, el que no quiso apuntarse Encarna Galván en el Ayuntamiento de Las Palmas, quiero aprovechar la ocasión que me ofrece Chema Tante, director del digital La Casa de mi Tía, para hacer un pequeño balance de los actos desde la emocionada admiración que le profeso al amigo que partió, por distintas razones. Fue mi vecino y mi mentor; lo recuerdo esperando la guagua en la parada que había frente al bar Don Balón, cerca del Estadio Insular; como profesor en las clases de dibujo que realicé en la Escuela Luján Pérez y, finalmente, entrañable compañero de partido.

Decir de este universal canario que era un hombre bueno, bondadoso, atento siempre con la persona que compartía con él una vivencia, poniéndose a su altura; de conducta no afectada, y bien que tenía sobrados motivos para estarlo dada su altura intelectual; de acendradas convicciones socialistas y maestro de maestros, todo esto está de más decirlo para quien tuvo la suerte de tratarlo en la distancia corta.

Como hombre de la cultura canaria y de militancia socialista, en el fatídico levantamiento militar fascista de 1936 fue uno de los tantos represaliados y encarcelado en campos de concentración de Gando, y Faiffes en Tenerife, salvando la vida, como hicieron tantos héroes, escondiéndose en casas particulares a la manera en que lo hizo Juan García “El Corredera”. Tuvo suerte, porque pudo casarse con la mujer elegida y amada que le dio tres hijos, y lo importante, que pudo contarlo. A Felo, con todo el dolor, el horror y la amargura del alma que le infligieron las hordas falangistas, nunca le oí un reproche o deseo de venganza sobre los autores de aquella barbarie. Esto se llama perdón con mayúsculas. 

Hay que hacerse un mea culpa colectivo -yo me lo hago- porque no nos hemos portado bien con él, con Felo Monzón. Hace ya unos cuantos años que nos dejó  y no se le había hecho nada, salvo el Premio Canarias que le concedió el Gobierno Autónomo, y su busto en la avenida principal de Siete Palmas, que lleva su nombre.

Pero tan insigne personaje de nuestra cultura merece más. Esta es una de las razones por las que un amigo suyo, incondicional y afectuoso como yo, que es Antonio Aguado, venía luchando durante seis años para que le hicieran este homenaje.

Es decir, institucionalizar el día y mes de su nacimiento, haciendo de ese 4 de abril, el Día de Felo Monzón en Gran Canaria. Pueden ser varios días -esta vez fueron 48 horas- con programación eminentemente cultural, donde incluso se podría honrar la figura de algún artista actual que lo merezca por su trabajo y trayectoria, como bien recoge el proyecto.

Decía que debemos entonar un mea culpa, pero unos más que otros. Antonio Aguado ha recorrido, subiendo penosamente el Monte Carmelo, con más pena que gloria durante seis años para que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria cogiera la idea y la hiciera suya. Y no es porque no se conociera al insigne personaje, el pintor indigenista más importante de Canarias, que sí lo conocían.

Como también la infamia que se comete no quitando el nombre del Borbón, tan fuertemente cuestionado por sus actos innobles cometidos contra todos los españoles de bien, para prolongar el nombre de la avenida hasta el Dr. Negrín, como estuvo en un principio, pero que más tarde, el entonces alcalde, José Manuel Soria (PP), partió para dársela al hoy Emérito huído.  

Aquí mismo hay un ejemplo de lo que se dice. En el comienzo de la todavía denominada Avenida de Juan Carlos I, la misma no tenía rótulo que la identificara a la altura del Hospital Dr. Negrín. Sería después de que en la misma se celebrara una importante manifestación ciudadana para quitar el nombre de quien se fue a los Emiratos Árabes, no “supuesto” corrupto, pues su hijo dio como verdadero todo aquello que se le imputa, retirándole la asignación mensual de la Casa Real y renunciando él a su herencia e invitándolo que se refugiara en Abu Dabi, para no perjudicar a su reinado y Jefatura del Estado. En esto, para tí y para mi, estimado que me lees, yo quiero elegir a mi Jefe del Estado, no que me lo elija otro, y, que encima, lo sea mediante testosterona.

Pues bien, con todo, el grupo de gobierno en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria se siente muy orgulloso de mantener tan importante avenida con el nombre del “egregio emérito”, faltándole tiempo para poner, deprisa y corriendo el letrero, señalando el nombre de tan “honroso personaje”, modelo y prez de los grandes, libérrimos y honestos españoles, pero en nuestro caso concreto, grancanarios. Yo mismo, sin ir más lejos, para mi conducta personal de vida, es mi faro y mi guía Juan Carlos I en todo lo que toca a mi honestidad como ciudadano contribuyente a la Hacienda del Estado, y para mis obligaciones de orden social también. Lo admiro asimismo por algo más: esa virtud que tiene para ser supuesto traficante de armas internacional y que no se le note. Su ejemplo es lo que yo quiero, no me vale otro modelo más perfecto y acabado que el Borbón y Borbón.  Ah, y no admito dobles ni imitaciones.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana