Entre guerras, invasiones, negocios, patriotismos - por Nicolás Guerra Aguiar *
 

 La voz española “guerra” (del germanismo werra) viene a traducir lo mismo que  la  bellum latina: 'pelea, discordia’. Es además -desde el punto de vista de los significados y secuencias lingüísticas- una rica fuente de información sobre nuestra lengua dada la multiplicidad de variantes (a fin de cuentas es parte misma del ser humano, algo así como su otro “yo”). Algunos buscan en ella honores, fama, poder, acaso justificación a sus dictaduras... o pretenden silenciar a ciudadanos disidentes: ¿qué fue, si no, la Guerra de las Malvinas, 1981, entre Argentina y Gran Bretaña?

  La agresividad bélica del ser humano puede remontarse al mismo nacimiento del homo sapiens (doscientos mil años atrás), individuo ya capaz de dominar cuestiones complejas. Pero cuando en algunas sociedades muy posteriores se imponían la razón, el pensamiento (filosofía), meditaciones e inteligencia... los conflictos continuaban. Es el caso, por ejemplo, de las guerras púnicas (Roma / Cartago); del Peloponeso (Atenas / Esparta); médicas / (Persia / polis griegas)...  

 También desde dos milenios atrás proceden los comentarios de Julio César sobre la guerra de las Galias -De bellum Gallico- (algunos fragmentos traducíamos en 4º de  Bachiller, 14 añitos) y los correspondientes a la guerra civil -De bello civili-. (Narra muchas veces en tercera persona del singular con valor de primera, revolución literaria.) Sumemos las crónicas de guerra: poemas épicos: La Odisea de Homero, la Eneida de Virgilio...

 Otras conflagraciones son conocidas por su estructura léxica en singular: “Guerra Santa; de los Treinta Años; de los Cien Años; Primera Guerra Mundial; la Segunda; de Corea; de los Seis Días; de Vietnam; del Golfo Pérsico; de Afganistán”… y la barbarie rusa sobre  Ucrania. Añadamos otras civiles (colea insistentemente la española, 1936 / 1939-: recordemos la novela Por quién doblan las campanas, de Hemingway)…  

  El Diccionario, como corpus léxico, también registra estructuras bimembres con el sustantivo “guerra” y un adjetivo (“psicológica; fría; nuclear; química; sorda; preventiva;  electrónica”…) o trimembres (“guerra de trincheras; de exterminio; sin cuartel; a muerte; entre bandas”…) y locuciones verbales (“comisario de guerra; consejo de; fragata de; munición de; acción de…”). Otras son más racionales: “Haz el amor, no la guerra”; “¿Un efecto seguro de la guerra? La pérdida de libertad de expresión”; “Las guerras no siempre las ganan los más fuertes” (Corea; Vietnam, Afganistán...).

  Más: una pistola marca DWF P08, calibre 9 mm, recibe el nombre de parabellum (voces latinas para -’prepara’ + bellum, ‘guerra’, es decir, a la manera de la antigüedad clásica, ‘Si quieres la paz, prepara la guerra’).  

 Y así volverá a ser: con el  pretexto de la invasión de Ucrania, civilizados y pacifistas países europeos aumentarán miles de millones de euros para inversiones en armamento. Según El Periódico de España, “La OTAN sitúa el gasto real de España en Defensa en 12.000 millones, el 1% del PIB”. Por tanto, el pretendido dos por ciento ascendería a ¡veinticuatro mil millones de euros! (Parece como si las empresas armamentísticas hayan concienciado a los gobiernos, parece.) 

  Mientras, el ochenta por ciento de la población reclama urgente reforzamiento de personal y material en la sanidad pública. Así, (eldiario.es) Canarias dedica a Sanidad  1543 euros por habitante (año 2022). Madrid, 1236 (2021); Andalucía, 1388 (2021): ambas ocupan el último y penúltimo lugar, respectivamente. Alemania empleó 4273  (2020); Francia, 3355 (2019); Polonia, 720 (2019); Hungría, 649 (2109). 

  Y en todas las guerras, claro, hay muertos, heridos, desaparecidos…, civiles que huyen a solas con sus cuerpos pues las mentes se perdieron entre agresivas y bárbaras sinrazones, bélicas salvajadas sobre hospitales, escuelas, pasillos humanitarios, niños, hombres, mujeres… Si ayer amantes de vidas y disfrutes, hoy víctimas cogidas de sorpresa por esa impresionante y destructiva maquinaria militar puesta en manos de mentes putinazadas, siniestras, rigurosamente deshumanizadas...

  Una de las bajas (civil militarizado) es el joven ingeniero Vitaliy Skakun Volodymyrovych. De él hablaron periódicos y otros medios de información los días 25, 26 y 27 de febrero: había muerto “como un héroe” (así lo definió el Estado Mayor ucraniano) por voluntad propia. Al ver que los tanques rusos se acercaban a la posición ocupada por él y otros paisanos junto a un puente,  decidió no emprender la retirada como los demás y detonó la carga explosiva allí colocada. Voló el puente, claro: pero con él también desaparecieron la vida y la juventud del mismo muchacho que en la foto esboza una sonrisa desde -quizás- la penúltima imagen en vida. “Murió como un héroe”, dijeron.

  Porque las guerras exigen héroes a quienes en solemnes ceremonias se les condecora. La España franquista  me concedió (y rechacé) una medalla “Por zona de combate”. Fue en 1975: el batallón del Canarias–50 al que pertenecía había sido enviado a Smara para inicialmente defender contra los sajaragüis -legítimos dueños de tales geografías- un inmenso trozo de tierra africana, costas, dunas y sirocos colonizados… Y después, frente a la Marcha Verde. Es tierra de escorial cargadísima de riquezas en fosfatos que explotaban compañías privatizadas para selectas familias franquistas: el Estado ponía armas, hombres, intendencias, muertos... y a cambio imponía medallas. Ese era su beneficio, único y solitario. 

  El caso de Vitaliy Skakun Volodymyrovych es otro. Pero tampoco es ficción novelesca u hombre nacido de dios / diosa y ser humano a la manera de los mitos clásicos (Heracles, Aquiles -“el de los pies alados”-  o Eneas, padre de la civilización romana…). No, en absoluto. Hasta el momento de su muerte solo lo conocían familiares y amigos. Dentro de unos meses quizás alguien lo cite, pero no recordará su nombre: lo relacionaría con algo sobre un puente que voló con él... 

  Cuando las multinacionales europeas, norteamericanas (¿y por qué no rusas?) inicien la reconstrucción de Ucrania (serán necesarias incalculables decenas de miles de millones), quizás un amigo reclame una conmemorativa placa a nombre de Vitaliy Skakun Volodymyrovych.  En ella, acaso una leyenda: “Murió por su Patria”. (¿Cabrían dos versos de Charles Péguy, “Heureux ceux qui sont morts pour la terre / charnelle”, ’Felices quienes mueren por la tierra / carnal’ [‘la Patria’]?)

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar