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domingo, 28 de abril de 2024 12:59h.

La herencia de Yolanda - por Antonio Cabrera de León

 

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La herencia de Yolanda - por Antonio Cabrera de León *

“De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. No es un simple aforismo, sino un principio de todas las izquierdas que se tengan por tales, y un principio también del humanismo y del cristianismo. Es una máxima imprescriptible, muy anterior al marxismo, que también la adoptó.

Por tanto, dar becas, es decir dar dinero público, a los hijos de los ricos para que estudien gratis en colegios privados es dar a quien no lo necesita, algo que repugna en la izquierda, en el humanismo, y en el cristianismo porque no deja de ser una forma de robar al pobre para dar al rico. De la misma manera, dar una herencia universal, es decir, dar dinero público a los hijos de los ricos para que emprendan un negocio viola la misma máxima.

Desde un punto de vista moral, es insostenible dar dinero público a quien no lo necesita y eso es lo que haría la herencia universal. Lo público debe obtenerse “de cada cual según sus capacidades” y debe darse “a cada cual según sus necesidades”. Pero a ello se añade que desde el punto de vista político es una propuesta inexplicable para la izquierda. No digo que yo no me lo explique, que ya está uno curado de espanto. Digo que no puede explicarla a sus votantes, como hace 15 años el PSOE no pudo explicar a los suyos que el cheque bebé fuera universal. De hecho unos años más tarde fue la derecha la que hizo suyo ese cheque.

Entre las ideas político-económicas que hoy en día se debaten, quizá esté más desarrollada la de la renta básica universal. Uno no es economista, pero para opinar sobre la justicia de tales medidas no hace falta serlo. No puede argumentarse, como se ha hecho, que si no fueran universales serían de gestión lenta y engorrosa para determinar quién las necesita. De la misma manera que cuando una persona se jubila la pensión le está esperando, si se concediera una herencia sólo a quien la necesita ésta puede estar esperándole años antes de que alcance la edad establecida para ello. Y lo mismo digo de la renta básica, que si se gestiona con los criterios del ingreso mínimo vital es engorrosa y desluce la medida, pero que la gestión podría ser otra.

Por tanto, mi punto de vista es que renta básica sí y herencia pública también, pero de universales nada. En cambio, me parece de mayor interés el concepto de renta máxima, que sí debería ser universal. Debería serlo, defiendo, porque aquí el argumento no es el de dar dinero público a nadie sino el de preguntarnos ¿Cuánto más puede permitirse ganar a una persona respecto a otra si queremos vivir en sociedades justas? ¿El doble, el triple, diez veces más, cien veces más, mil veces más? No hablo de cuánto necesita, porque nadie, absolutamente nadie, necesita ganar tanto, pero si aceptáramos que la renta máxima no pueda ser más de mil veces mayor que el salario mínimo, tendríamos a quienes ganan un millón al mes muy interesados en que los salarios mínimos subieran.

Tengamos claro que permitir que existan las fortunas gigantescas, exorbitadas tras 40 años de ultraliberalismo, es el mayor riesgo para la convivencia. Con ellas se compran partidos y políticos, periodistas y jueces, militares y gobiernos. De ellas sale el dinero que financia el actual auge del fascismo en el mundo. Poner fin a sus paraísos fiscales y aplicar severos impuestos sobre esas fortunas es indispensable si queremos democracia.

* Gracias a Antonio Cabrera de León

ANTONIO CABRERA DE LEÓN RESEÑA

 

mancheta junio 23