Imprudentes intromisiones del obispo las Casas - por Nicolás Guerra Aguiar

 

 

Imprudentes intromisiones del obispo las Casas - por Nicolás Guerra Aguiar   *

 

El señor López Obrador, presidente de México, mandó sendas cartas al rey de España y al papa para que, como representantes de las dos instituciones relacionadas con la conquista de México, pidan perdón por las hipotéticas violaciones a que fueron sometidos los pueblos indígenas de aquellas tierras durante su colonización.

Les reclama disculpas ante los mexicanos por supuestos atropellos cometidos, infracciones o quebrantos “a lo que ahora se conoce como derechos humanos” y que se tradujeron en “matanzas e imposiciones […] con la espada y con la cruz pues se edificaron iglesias arriba de los templos”. Por tanto, “Es mejor pedir perdón y, a partir de eso, buscar hermanarnos en la reconciliación histórica”.

Obviamente, el Gobierno español rechaza las palabras del presidente mexicano (¿se ha planteado usted, estimado lector, por qué no escribimos “mejicano”?). Así, insiste, “la llegada, hace quinientos años, de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”. Procede, pues, intensificar las relaciones de amistad y cooperación con México.

Es decir, con el mismo país que abrió fronteras y aulas a gran parte de la “España peregrina” que huía de la Guerra Civil, formada aquella por miles de españoles -no necesariamente rojos satanizados, marxistas de Belcebú- inmediatamente acomodados en hospitales, escuelas, institutos, universidades..., generosidad
mexicana cuyo símbolo más representativo fue la Casa de España en México (1938) creada por  la presidencia del Gobierno. Llegaron al país cinco mil profesionales cualificados; tres mil catedráticos y profesores (don Agustín Millares Carlo, paisano canario, entre ellos); magistrados, abogados, estudiantes de Derecho; escritores, pintores, periodistas, ingenieros, arquitectos, editores, médicos, militares fieles a la República... y poetas. Uno de ellos, León Felipe, los definió como “Españoles del éxodo y del viento”.

Agustín Millares Carlo - León Felipe

El contenido de la carta escapó al control oficial y llegó a conocimiento de los españoles precisamente en un momento de efervescencias sensoriales por la precampaña electoral: la sensibilización está a flor de piel y los partidos políticos, mayoritariamente, pusieron el grito en el cielo cubiertos de banderas nacionales y con la voz España (sentimiento patrio) como primer estandarte.

Así, el señor Rivera (Ciudadanos): la misiva "es una ofensa intolerable al pueblo español" […] falseando la historia". Para el señor Suárez  (Partido Popular), “España se puede sentir tremendamente orgullosa de lo que hizo en América".  España liberó a muchos mexicanos, afirma el señor Hernando (PP): "Habrá que recordarle a este señor que los españoles fuimos allí y acabamos con el poder de tribus que asesinaban con crueldad y saña a sus vecinos". E incluso el presidente mexicano “Está contagiado de socialismo indigenista" según el señor Abascal (VOX). Solo Podemos disiente: el presidente mexicano “Tiene mucha razón en exigirle al rey que pida perdón por los abusos en la Conquista”.

Pero la cosa trascendió fronteras y llegó incluso a Córdoba (Argentina), donde se celebraba el VIII Congreso Internacional de la Lengua Española. Allí, y a colación de lo sucedido, surgió una duda: “¿Deberíamos pedir perdón los españoles por el español o deberíamos
celebrar todos los hispanohablantes el hilo que nos une?” (El Mundo). La escritora argentina María Teresa Andruetto denunció, por ejemplo, la “traducción subtitulada” del español hablado en México al español de España (película Roma), como si el primero fuera ya una lengua ajena al universal idioma que identifica a quinientos millones de hispanohablantes (tema al cual me referí el 14 de marzo en “Dos cuestiones lingüísticas y el español”, precisamente tras ver la película).

Y otro participante, el poeta uruguayo Jorge Fondebrider, llegó a plantear (“con aplausos del público”) la siguiente interrogación retórica: "¿Qué hace aquí el Rey de España inaugurando este congreso? ¿Preside otros como el de los dentistas? El congreso tenía que ser solo de lexicólogos o lingüistas". La respuesta -ajena al tema planteado- llegó del premio nobel Vargas Llosa y del presidente de la Academia Mexicana: España no debe disculparse, pues los gobiernos americanos son únicos responsables de la marginación a que se ven sometidos los indígenas. Además, “La conquista de México la hicieron los nativos, no los españoles. Y la independencia la lograron los españoles, no los indígenas”.

La discusión, realmente, arranca de siglos atrás. Pero la pregunta es bien sencilla: ¿los españoles conquistadores de América oprimieron, esclavizaron, destruyeron y masacraron a los indígenas? La primera tierra fue la Española (“donde entraron cristianos e comenzaron los grandes estragos e perdiciones destas gentes e que primero destruyeron y despoblaron, comenzando los cristianos a tomar las mujeres e hijos de los indios para servirse e para usar mal dellos…”).

 

Con los años se sumaron San Juan, Jamaica (“han enviado muchos navíos cargados e llenos de indios por la mar a vender por esclavos a Jamaica […] viendo y disimulando el Audiencia real de la isla Española”), Cuba, Guatemala, Venezuela, Perú, Trinidad, la Florida, Yucatán, Nicaragua (“enviaba cincuenta de caballo e hacía alancear [...] que no dejaba hombre ni mujer, ni viejo, ni niño a vida”), Sancta Marta, Panuco, Jalisco…, topónimos y textos presentes en Brevísima relación de la destrucción de las Indias, obra fechada en 1552 al igual que Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos, escritas ambas por el dominico Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas.

Anteriormente hubo otro dominico, fray Antonio de Montesinos, quien en 1511 escribió este fragmento: “¿Cómo los tenéis [a los indios] tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?”.

Hoy -hasta que se demuestre lo contrario- el padre las Casas (ajeno a su homónimo grancanario del siglo XX) es considerado precursor de los derechos humanos y uno de los fundadores del derecho internacional moderno. Todo por la defensa que hizo de los indios frente a los comportamientos de quienes conquistaron la actual América de habla española y portuguesa.   

  Por tanto, quizás sea prudente releer al obispo. O acaso inquisitoriarlo.

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar