El increíble desencuentro de dos presidentes -por Nicolás Guerra Aguiar
El increíble desencuentro de dos presidentes -por Nicolás Guerra Aguiar *
El señor CClavijo, presidente del Gobierno de Canarias, anda resentido con el señor Sánchez, homónimo en la actividad política pero con rango superior: lo es del Gobierno central y, como tal, días atrás visitó Lanzarote (casi cuestión de Estado, pues acompañaría al correspondiente de Portugal). Tan cargadísima estaba su agenda que no solo no tuvo un cuarto de hora para recibir al presidente canario: ni tan siquiera avisó oficialmente de su venida.
Pero como el clientelismo de CoATIción y el casi infinito listado de cargos y adláteres políticos exigen cada vez más presupuestos para virreinatos, subvenciones y nóminas, doña Ana abandonó los jurados amores con el PP y jugó a la interesada aproximación al PSOE, nuevo mandamás. No obstante, el señor Sánchez no perdona: se reviró como las panchonas y el amulamiento le llega hasta hoy. O tal parece, al menos.
Así pues el presidente del Gobierno canario perdió el viaje político, por más que llegó a Lanzarote cuarenta y ocho horas antes y estuvo de cuerpo presente durante el acto conmemorativo: veinte años de la concesión del Premio Nobel de Literatura al autor de El Evangelio según Jesucristo, genialidad literaria. Los protocolos se cumplieron en la correspondiente Casa – Museo José Saramago. Por tanto, el señor Clavijo deberá esperar a la reunión oficial entre ambos fijada para el 25 de este mes (Moncloa).
Lo cual, por supuesto, no puede parecer extraño. A fin de cuentas son más los puntos coincidentes entre ambos que las diferencias (salvo las horarias; de pronunciación; uso / no presencia de la segunda persona del plural… y algunas otras sintácticas, morfológicas o léxicas. Todas las cuales, conjuntadas, no impiden fluida y bien despachada conversación sobre cuestiones afines). Y como el señor Sánchez y su Gobierno andan estos días –casi casi desde la toma de posesión- en boca de sus rivales políticos y los atosigan desde variados frentes, la serena conversada con alguien de su propio bando a la fresca, sin prisas y acogidos por la impactante isla lanzaroteña resultaban más confortables que el gravísimo problema del cual era portador el presidente canario, la más alta autoridad canaria.
Porque el señor Sánchez es el presidente del Gobierno de España. Y el señor Clavijo lo es de esta comunidad autónoma (incluye Lanzarote). Por tanto, debió darle rigurosa preferencia sobre quien representa los intereses regionales del PSOE. El presidente canario también estaba en Titerogakaet (voz aborigen, dícese) por cuestiones de Estado para tratar un tema concreto, candente y lacerante: los derechos humanos de menores arribados en pateras, aparentemente conculcados por falta de medios. Y si el presidente Sánchez solo disponía de un par de horas libres según su agenda, la cosa debió estar absolutamente clara: razones humanas y humanitarias sobrepasan hasta el infinito las cuestiones de partido, con todos mis respetos.
No pueden considerarse afinidades o rechazos personales. Muchísimo menos divergencias políticas. Ni tan siquiera encontronazos dialécticos o abstenciones sobre el anterior voto de censura. El jefe del Gobierno ha de estar, necesariamente, por encima de tales debilidades. De ahí un rumor: su actitud hacia el presidente canario desprende supuestos tufillos a indiferencia, desagrado, animadversión. Acaso más: a sospechada altanería, altivez o soberbia (por no hacer uso de una voz muy característica de Canarias para referirse al peninsular prepotente).
Por otra parte, les ha dado explosivos a quienes viven de CoATIción: sabrán explotar cierta idiosincrasia isleña cuando traten ante los votantes la respuesta negativa a la solicitud del señor Clavijo. Hablarán de desprecio institucional, abandono de Canarias, falta de respeto al pueblo canario, desprecio a lo nuestro, incomprensión de lo insular… Y muchos serán embaucados por cantos de sirenas, orgullos patrios, honor y gallardías… Y como en el himno a la lucha canaria, recordarán lo de “genio, destreza, valor / y limpieza en la mirada”.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar