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viernes, 29 de marzo de 2024 10:20h.

Congreso psocialista en Canarias - por Nicolás Guerra Aguiar




"Parece que los meses de junio y julio son los elegidos por los partidos políticos en Canarias para reuniones periódicas."

Congreso psocialista en Canarias - por Nicolás Guerra Aguiar 

Parece que los meses de junio y julio son los elegidos por los partidos políticos en Canarias para reuniones periódicas. Así, los psocialistas celebraron su XII Congreso al que se comparó con una obra de teatro pues, en palabras del señor Cruz, secretario de Organización, fue «el primer acto» para recuperar la confianza de los ciudadanos. (Qué contrastes: Primer Acto fue una revista crítica teatral de profundísimo compromiso social. Los alumnos laguneros del Teatro Universitario la conocimos por el profesor Alemany, Premio Canarias de Literatura 2012.)

   Pero volviendo al primer acto congresual del PSC, me temo que la cosa se quede ahí, en acto único, aunque tampoco está para alargarse cual La Celestina, ya de 16 jornadas como Comedia o de 21, Tragicomedia, y corre el riesgo de que se convierta en su propia tragedia, pues el último trabajo presentado por el Centro de Investigaciones Sociológicas es taxativo y rotundo: a pesar del fuertísimo (normativamente, fortísimo) desgaste sufrido por el PP desde que inició con el Gobierno las políticas económicas y antisociales que lo definen, el PSOE no levanta cabeza. Y es que el grandísimo desencanto de tantos miles de ciudadanos ayer fieles a los conservadores busca refugio y consuelo en UPyD, a veces híbrida mezcla no muy ideologizada que, en apariencia, veletea según conveniencias e intereses.

  No se espera, claro, que sectores de la derecha se decanten ahora por los psocialistas, supuestamente muy distintos a sus contrincantes. Pero el estancamiento del PSOE significa que la mayoría de los encuestados lo identifica con el caos, ya porque intentó ocultarlo, ya porque estima que no tiene soluciones o propuestas interesantes. O lo que es igual: su secretario general es la misma persona que formaba parte del Gobierno que calló ante las torpezas del señor Zapatero, empeñado en embustes, falacias y patrañas (aquello de «¿Crisis, qué crisis?», por ejemplo).

  El señor Rubalcaba es, con todos mis respetos, el anteayer, un hombre que desde el primer Gobierno (1982) del señor González anda metido en los entresijos del poder, y ya se sabe que desde allí -al paso de unos años- las perspectivas cambian, los enfoques son distintos, las sensibilidades iniciales pierden sus naturalezas y se tornan hoscas, cuando no peligrosas. Y no es que solo se plantee aquella radical creencia de que el Poder corrompe. Ocurre que también separa, distancia, aísla, y tanto la vanidad como la humana ambición transforman radicalmente al utópico aspirante que llega a la Política para beneficiar a la sociedad. Cuantos más años en el coche oficial, el político más se profesionaliza y no quiere abandonar nóminas, comodidades, cargos, y para eso crea su guardia pretoriana que lo radicaliza frente a las iniciales intenciones de servicio al pueblo.

  Ejemplos también se encuentran a montones, y no es necesario salir de Canarias. Gentes hay que, elegidas  en 1979 y al paso de treintaitantos años, siguen en el empeño como cargos, o en la oposición. Pero les sucede que ya están vacíos de reflexiones, ideas, pensamientos, y su actividad política se convierte en conciliábulos de poder, cuando no de capillitas para arrebatárselo a los demás, aunque sean de su propio partido o coalición. Y por eso pierden principios éticos y estéticos, elementales planteamientos que una vez los definieron cuando fueron gente joven en quienes el pueblo confió plenamente. Son vendedores, tratantes, astutos comerciantes que manejan los resabios del mercadeo y tienen a la venta todo, absolutamente todo, a veces hasta los prudentes reparos que llegaron a definirlos en tiempos atrás.

  Por eso el señor Rubalcaba tiene bridado al Partido, al de millones de votantes que siguen cerrando los ojos y confían no sé si en milagros o resurrecciones, pero incapaces de enfrentarse a la realidad de que su secretario general ya no es de este tiempo, no ilusiona. Y lo mismo les ocurre a los cuatro millones y medio de votantes que esta vez última cambiaron su papeleta, hartos de chanchullos, tomaduras de pelo, mentiras, mensajes no sentidos, muchas veces con el sagrado nombre del socialismo.

  Ese «primer acto» del que habla el señor Secretario de Organización puede ser infinito, tan largo en el tiempo que parezca monótono monólogo vacío de contenidos porque repite, tripite voces, construcciones, frases hechas rematadas a lo largo de muchos años. Obviamente, no soy quien para recomendar nada a los psocialistas, ni soy votante suyo ni militante. Pero sí me impactan las soledades de miles de ciudadanos anónimos –y decenas de ellos con nombres y apellidos que conozco- hoy desorientados, marchitos en sus esperanzas de una sociedad gobernada por el socialismo.

  Hoy, la sociedad española no se fía de los políticos, los identifica con corruptelas. Bien es cierto que estos son pocos, por suerte. Pero su desprestigio ha sido propiciado, en parte, por silencios y consentimientos de los demás, dependientes de sus partidos y no de sus conciencias. Y en esto, con pesadumbre, debemos reconocer que el PSOE y los psocialistas canarios tienen una gran parte de culpa. ¿Qué fue de aquellas ilusionantes actuaciones policiales y judiciales emprendidas en Canarias a instancias del señor López Aguilar durante su mandato como ministro de Justicia? Es más: ¿qué fue del señor López Aguilar, expulsado de Canarias para el pacto con CC, coalición a la que pertenece como jefe con mando el señor Zerolo, exalcalde santacrucero, presunto prevaricador y a quien los psocialistas canarios apuntalaron en el Senado? Tengo la impresión de que el PSOE necesita mucho más que un «primer acto» para recuperar la confianza del pueblo. La realidad exige nuevos actores, nuevos directores y, como punto de partida, un revolucionado guión socialista.


 http://www.canarias7.es/articulo.cfm?id=272208