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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Justicia y opiniones ciudadanas - por Nicolás Guerra Aguiar

 

nicolás guerra aguiar pequeñaLa pasada semana publiqué un artículo: “Por supuesto, no son todos los jueces”. Manifiesto ahora, estimado lector, mi sana intención: quise invitarlo a usted para que opinara por escrito sobre el tema tan candente de supuestas irregularidades en juzgados isleños y de más allá de la raya. Me interesaba muchísimo su participación natural, más si iba acompañada de comentarios o experiencias.

Justicia y opiniones ciudadanas - por Nicolás Guerra Aguiar *

 

   La pasada semana publiqué un artículo: “Por supuesto, no son todos los jueces”. Manifiesto ahora, estimado lector, mi sana intención: quise invitarlo a usted para que opinara por escrito sobre el tema tan candente de supuestas irregularidades en juzgados isleños y de más allá de la raya. Me interesaba muchísimo su participación natural, más si iba acompañada de comentarios o experiencias.

   Para conseguirlo eché manos a dos recursos. El primero está relacionado con el título: inicialmente figuraba al final la conjunción coordinada adversativa “No obstante…”. Me pareció un reclamo efectivo la contradicción con el inicio (“Por supuesto…”). Al poco la eliminé: tal categoría gramatical reduce la contundencia de mi afirmación (“Por supuesto, no son todos…”). Y la mantengo: no son todos. Sin embargo…

   En segundo lugar, desde el principio dejé intencionada constancia de que las desestabilizaciones en juzgados se circunscribían a “minoritarias minorías”, “actuaciones individuales”, cual si todo lo publicado por los periódicos fuera una simple excepción limitada a nuestra ciudad. Y ahí, con malestar contenido, me responde un lector en Canarias7: “MINORÍAS MINORITARIAS. Perdone usted que no me levante. Me da rabia, me causa impotencia solo el pensar que han estado manipulando todo pasándose expedientes unos a otros para salvar el culo al amiguete. Menudo están hechos sus señorías. Uno por uno deberían revisar sus expedientes. Qué vergüenza”. (Recibe dos apoyos.)

   Al día siguiente veinte lectores habían opinado. Uno (“Muy suave”) se refirió a mi punto de vista: “Me parece […] bastante benévolo en relación a lo que sucede reiteradamente en la administración de justicia española”. Cuatro participantes más están en total desacuerdo con mi intencionadamente apacible tratamiento del tema.

   Tres comentarios son rechazados por varios lectores. A saber: “Muy linchador el artículo con el juez X y muy indulgente con la jueza F ya me dirá qué ha hecho de honesto F en el caso de su compañero sentimental... ¡atufa!”; “Desde el minuto 1 empezó mal la cosa cuando Sosa (con su mujer jueza) se la prometió a Soria […]”; y “¿Fue la jueza Varona la que absolvió a Soria en el caso Salmón?”.

    En los demás (16) la coincidencia es general: la justicia falla, llega a grados (supuestos) de corrupción. Así, “...¡La justicia es igual de corrupta que todo en España!, no sé si son todos pero la gran mayoría, deplorable... la frase de ¡la justicia es para el que tiene dinero!..., yo ya no confío en la justica, es la + injust”; “La corrupción ancestral en España solo se puede entender desde el analfabetismo más absoluto de un pueblo […]”; “La justicia en Canarias y los jueces son iguales que en una república bananera, igual que casi todo”; “[…] Sus señorías como todos son personas y tienen sus debilidades y fantasmas. Que te juzgue un elemento de estos manda tela...”; “La corrupción judicial es más intelectual que económica. Es un estamento endiosado, blindado y elitista”; “Tenemos la justicia y los políticos que nos merecemos”; “Esto está muy corrupto […], es que trabajan mal y bajo unos intereses y no quieren perder su visne...un juez para mi hoy día no es nada ni nadie”…

   Más: “Que los políticos nombren a los jueces que luego les van a juzgar a ellos es algo aberrante y la causa de este mal”; “Hay que despolitizar la justicia. Los jueces deben ser nombrados por otros jueces […]”; “Uno de los pilares fundamentales de todo Estado de Derecho es su Justicia […] está tan politizada que prácticamente nadie cree en ella. La corrupción política galopa a sus anchas […]”; “Si no hubiera corrupción en la Justicia habría mucha menos en la política”; “[…] la administración de justicia española ha merecido la reprobación de la UE por el cambalache entre los diferentes poderes democráticos”; “Mucho juez endiosado y maleducado […].Pero alguno además de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado pretende hacer otras cositas”; “La escoria como justicia, mancha a todos los de la carrera judicial”...                                              

  Por tanto, una conclusión (con los pertinentes reparos, insisto): un alto índice de participantes no está de acuerdo con el funcionamiento judicial. Me atrevo a sospechar, incluso, que van más allá en sus apreciaciones: la corrupción (supuesta) corroe a determinadas estructuras judiciales (el caso del juez señor Alba, por ejemplo, cargado de sospechas y sorpresas en sus variadas ramificaciones y, a la vez, plural en personajes intervinientes).  Según 34 magistrados, denigra la imagen de la Justicia. ¡Cuánta razón!

   Además, los intervinientes relacionan la corrupción política con intromisiones del Gobierno en la estructura orgánica judicial. Les gustaría saber dónde está la absoluta separación entre aquel y la judicatura. Y es cierto: altos cargos de la misma dependen directamente del partido político gobernante. Así, purezas e independencias están bajo sospecha. ¿Un ejemplo? El señor fiscal general del Estado es nombrado por el Gobierno. Y la estructura de mando obliga a los señores fiscales a cumplir sus órdenes.

   La incredulidad de dieciséis adultos, dieciséis consideraciones negativas sobre el funcionamiento de la Justicia deben, pues, ser tenidas en cuenta. Aunque, por supuesto, sus opiniones ni sientan cátedra ni pueden imponerse para generalizar y abarcar a la mayoría ciudadana, pero sí son significativas: manifiestan un sentimiento común. No tienen, claro, la supuesta solidez científica de las encuestas… si estas acaso fueran Ciencia, lo cual parece que necesita una urgente revisión tras sus continuos patinazos. En este caso, los veinte ciudadanos –a quienes agradezco su espontánea intervención- son absolutamente desconocidos (firman, incluso, con pseudónimos), pues Canarias7 guarda celosamente la identificación como internautas. Por tanto, escribieron sin condicionantes, aprovecharon la oportunidad. Trasmiten decepciones o incredulidades ante un organismo que afecta de manera directa a la sociedad y al buen funcionamiento de las instituciones democráticas. Más: absolutamente imprescindible para atacar de frente tantos y tantos casos de corruptelas, atracos…

   En fin: el pueblo escribe y habla de aparentes corrupciones en la Justicia. Las mismas que “denigran y desligitiman ante la opinión pública”, dicen sus señorías. Y aciertan.

* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar

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