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jueves, 18 de abril de 2024 01:14h.

La necesidad del perdón - por Isidro Santana León

Quiso cargarle también a Antonio Cubillo, el franquista reciclado, Lorenzo Olarte, el intento de acabar con su persona. Este personaje de la época de las tinieblas, no sólo deja a la vista su desmesurada megalomanía, sino que, además, usando el cinismo más abyecto, inherente a su categoría, manifiesta, con fingido populismo, tener un aprecio fraternal hacia Cubillo, a la vez que le requería públicamente que le pidiera perdón por intentar asesinarlo.

La necesidad del perdón - por Isidro Santana León

Quiso cargarle también a Antonio Cubillo, el franquista reciclado, Lorenzo Olarte, el intento de acabar con su persona. Este personaje de la época de las tinieblas, no sólo deja a la vista su desmesurada megalomanía, sino que, además, usando el cinismo más abyecto, inherente a su categoría, manifiesta, con fingido populismo, tener un aprecio fraternal hacia Cubillo, a la vez que le requería públicamente que le pidiera perdón por intentar asesinarlo.

Además de negarse Antonio Cubillo a semejante escarnio, siempre desmintió la patraña de Olarte, juego sucio que éste a menudo practica, desde su militancia franquista hasta el actual neo-franquismo monárquico, confesión que le hubiera servido de coartada para inhibir su responsabilidad, directa o indirecta, en el atentado asesino consumado con el líder independentista canario, pues era su partido el que gobernaba en ese momento. Claro está que la mejor defensa es un buen ataque y esta táctica la ha empleado el franquista Olarte para ocultar un asunto que todavía está pendiente: depurar las responsabilidades de los autores intelectuales en el atentado que, hasta la actualidad, sólo se ha reconocido por los tribunales españoles como acto de terrorismo de estado sin más. Antonio Cubillo denunció directamente a Martín Villa, Ministro del Interior en la legislatura del atentado, siendo, precisamente, lo que quiere bordear Lorenzo Olarte, quizás porque él estuvo muy cercano a Adolfo Suárez y por ello debió estar al corriente, ya que se trataba del gran asunto de Canarias y de la gran derrota de España durante su camuflaje hacia la democracia.

Acusa Lorenzo Olarte a Cubillo, aunque no aporta ninguna prueba, siendo más creíbles las acusaciones que hacen públicamente contra Martín Villa los autores materiales del atentado, los mismos que delatan, además, que de la reunión donde se fraguaba la macabra trama también salieron Alfonso Guerra y otros “demócratas”. Ha manifestado Eligio Hernández, diputado en su momento, Delegado del Gobierno en Canarias y Fiscal General del Estado, que aquí, en Canarias, ningún político, inclusive con tareas de gobierno, tenía escolta, porque nunca se sintieron amenazados.

Eso yo lo constato porque he visto a la mayoría de los políticos con responsabilidades andando a sus anchas por la calles de nuestras islas, aún sabiendo los agravios que le han hecho al pueblo canario. Muy importante se ha debido creer este engendro del franquismo, Lorenzo Olarte, como para ser objetivo de algo tan trascendental como es la independencia de nuestra nación.

Por lo visto quiere pasar a la historia, a costa de un revolucionario que ha dado la vida por una causa justa, aunque la memoria popular sólo le reconocerá como un colaboracionista más del colonialismo, por mucho que diga que quiere y defiende a Canarias –el quiere a todo el mundo, a las palomitas también– y no menos como un chupóptero que se ha pegado la vida, igual que otros tantos que conocemos, extrayendo la sangre de Canarias al servicio de la rapiña de España.

Hay que diferenciar entre lo que es lucha armada (que persigue objetivos concretos y selectos, entre los que entran acabar con individuos claves en la estabilidad de un sistema) y lo que es la propaganda armada, que consiste en hacerse oír internacionalmente, como fue la lucha del MPAIAC, para que se supiera que Canarias es una colonia y que tiene derecho a la independencia. Los independentistas canarios entendemos, mejor que nuestro desgraciado y analfabeto pueblo, que todo este embrollo lo hace de forma torticera el aparato de propaganda al servicio del colonialismo, que son casi todos los medios que hay en esta colonia.

Si nos guiáramos por la lógica de las declaraciones de Eligio Hernández no hubiera habido problemas para acabar con la vida de Lorenzo Olarte ni de cualquier otro fascista edulcorado. Pero el MPAIAC, con todas sus carencias, no era tan chapucero, mafioso y asesino como el Ministerio de Interior español y sus servicios de inteligencia, que contratan sicarios, al más puro estilo de La Camorra, para solucionar los problemas políticos. Hasta en eso tenemos decoro y finura los independentistas, sobrados de motivos y de moral para reprobar a todos los grupos políticos que gobiernan esta colonia, por su silencio cómplice en la criminalidad colonial. No sé si a Lorenzo Olarte le remuerde la conciencia y por eso necesitaba una autoinculpación por parte de Antonio Cubillo, o algún día, antes de morir, hará un acto de arrepentimiento y dirá la verdad de su implicación en el asunto, y de los otros tantos que estuvieron en las cloacas del reino de España preparando el atentado del compatriota Antonio Cubillo. Quizás, como hombre católico que es, se lo confiese a algún pastor de la providencia y, como en la iglesia nunca se sabe, salte el asunto de lo sacro a lo profano porque de la llamada justicia independiente, nanai.