El legítimo derecho a la moción de censura - por Nicolás Guerra Aguiar
El legítimo derecho a la moción de censura - por Nicolás Guerra Aguiar *
Días atrás UP (Unidos Podemos) concentró en la Puerta del Sol a un sector de sus votantes, pues reclamaba el apoyo moral ante las dos mociones de censura contra la presidenta de la Comunidad de Madrid -señora Cifuentes- y el presidente del Gobierno, señor Rajoy, respectivamente. En la primera el PSOE se abstuvo. La segunda comenzó el martes 13: UP se vio casi solo. Y el PSOE se abstuvo. Ambas iniciativas, pues, fueron rechazadas. (Por cierto: grosera actitud la de Cifuentes, más pendiente de poses, cuchicheos, charlas y móviles durante la sesión en el Parlamento madrileño, como si le urticariara el desarrollo de un procedimiento democrático.)
Antecedentes hay: también fracasaron las presentadas en el Congreso de los Diputados por el psocialista señor González -1980- contra el presidente del Gobierno (señor Suárez, de UCD) y la del señor Hernández Mancha en 1987 (Alianza Popular) contra el presidente González. Por lo que se refiere a Canarias, el señor Saavedra perdió la presidencia del Gobierno en 1993: su vicepresidente, de ATI, consiguió el apoyo de Asamblea Majorera e Izquierda Canaria. (Inciso: se cubrieron de gloria las dos últimas. 24 años llevan los conservadores de CoATIción con el poder.)
Y como las mociones de censura deben presentar, a la vez, un candidato alternativo a la presidencia del Gobierno, en las cuatro primeras no triunfó ninguno de ellos. La de 1980 debilitó al señor Suárez y propició la victoria de los socialistas en 1982. La del señor Hernández Mancha fue pura estrategia publicitaria: nadie lo conocía salvo la vieja guardia franquista del exministro Fraga, padre ideológico de AP. Así, cámaras de televisión y fotos en periódicos y revistas actuaron como padrinos de bautismo para su promoción pública.
Las mociones defendidas por UP respondían a posicionamientos tácticos de cuya nula efectividad material todos eran conscientes: las esperadas abstenciones del PSOE y el voto en contra de Ciudadanos cerrarían, matemáticamente, hipotéticas posibilidades. Además los socialistas, en su derecho, nunca jamás apoyarán una candidatura ajena a ellos.
El nuevo PSOE se vio entre dos fuegos el martes 13: o el voto contrario a la candidatura del señor Iglesias o la tan pregonada negativa a entendimientos con el PP. Con mucha prudencia optó por la abstención, a fin de cuentas aun no ha terminado su interna reestructuración. Sin embargo, el renacimiento ideológico fortalecido por las ayer emputadísimas bases le permitió tender la mano a UP (no puede olvidar a otras fuerzas imprescindibles) para iniciar la primavera de la regeneración política.
No obstante, cabe la posibilidad de que UP presentara las mociones como coactiva táctica para quitar el velo a la princesa mora, pues todas las encuestas anteriores a las mociones la daban como vencedora en su sangrante pugna con el señor Sánchez. A fin de cuentas la elegida del PSOE oficial forzó la abstención frente a la candidatura del señor Rajoy (2016). Por tanto le negaría el apoyo a UP (“izquierda inútil”) con la abstención, lo cual sumaría dos muy próximos posicionamientos cercanos al PP y a su política radicalmente antisocial.
El señor Iglesias justificó ambas mociones como imperativo moral, "mecanismo excepcional que responde a una situación excepcional". Y excepcional es el momento actual. Pero tengamos presente algo básico: la descomposición ética de sectores peperos no entona sus primeros balbuceos, ni es neonata, ni tan siquiera de esta legislatura. Tiene su tiempito, ya es galletona como rémora arraigada a la estructura política del PP, ciega, sorda y muda.
Por tanto, en el legítimo derecho que lo asiste, UP mantuvo su voto de censura aun sabiendo los resultados con antelación. Lo cual conduce, de inmediato, a una pregunta clave: ¿iba acaso de protomártir con la otra mejilla por delante? En absoluto, es mi respuesta. Avala a la conjunción una verdad: el PP hace de Lázaro de Tormes con la ética política, como cuando el pícaro consigue que su primer amo, ciego, salte y se estrelle contra un pilar.
Por tanto, considero muy acertadas ambas mociones como operativo, sobre todo la del martes 13 – miércoles 14: por una parte el nuevo PSOE se definió por acuerdos, entendimientos, incluso esperanzadoras perspectivas de futuro a la búsqueda de una mayoría capaz de desplazar al PP, acaso la frustrada de 2016. De otra, y a pesar de ironías, burlas y burdas coñas marineras, frente a las rigurosas denuncias de la señora Montero y el señor Iglesias sobre su corrupción interna -con nombres, apellidos y etiquetas esclarecedoras- el señor Rajoy no pudo defender ni la integridad moral ni la honorabilidad del PP y su Gobierno: guardó sepulcral silencio.
Fue, pues, la gran victoria de los “extremistas y radicales”, así llamados por el PP. Y no hubo “circo” (en Canarias, machangada) durante las sesiones: solo el ejercicio de un derecho constitucional y, de paso, titánicas tempestades, como llama Unamuno a las convulsiones internas durante la formación de Canarias.
* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar