Entre las lenguas y la democracia española - por Nicolás Guerra Aguiar
Entre las lenguas y la democracia española - por Nicolás Guerra Aguiar *
A los cuarenta y dos años de su edad nuestro sistema democrático ha evolucionado. Con él se consiguieron pacíficas revoluciones inimaginables cuatro decenios atrás (otras, también fundamentales, siguen en perpetua lista de espera). Pero igualmente ha sufrido retrocesos como, por ejemplo, la pepera “Ley mordaza” (2015): según The New York Times, “trae recuerdos de los peores días del régimen de Franco y no procede en una nación democrática”. (Por cierto: de aquella y de la actual legislación laboral, ¿qué?)
A la vista está: algunos tics político - sociales de antaño se magnifican. Así, ¿por qué alguien ordena la inmediata disolución de ciertas manifestaciones al no tener permiso gubernativo y, sin embargo, se hace la vista gorda con otras? ¿Por qué se consintieron concentraciones de personas en el barrio madrileño de Salamanca “en pleno estado de alarma” (ABC, 13 / 5), voxtorioso reto al Gobierno, o el 14 / 5 “pese al despliegue policial” (El Independiente)?
Pues algo parecido le ocurrió a nuestra jovencísima predemocracia, la que desde un planteamiento puramente teórico se impuso como sistema de gobierno tras la Constitución de 1978. Iba a ser el punto de partida -sereno, consensuado y popular- para un complejo e ilusionador cambio radicalmente opuesto a la tradición dictatorial. Pero como les sucedió a las lenguas, aparecieron conservadores académicos de la Política que intentaron frenar las naturales transformaciones imprescindibles para la democratización de las estructuras.
Nuevas generaciones se han ido incorporando al paso de los años a la actividad pública. Pero a la manera del léxico canario, relegado cada vez más como si de un virus lingüístico se tratara, la pureza democrática también va siendo desplazada por intereses suprapolíticos aunque a veces -muchas veces- gritemos desde los vacíos que no buscábamos profesionales de la política.
En lo lingüístico nos adaptamos, es lo natural. ¿Y en lo político? Parece que también: aceptamos las manifiestas incompetencias con simples encogimientos de hombros. ¿Otro ejemplo? Tras el retroceso de la pandemia en España los focos contaminantes se multiplicaron en cuatro días. España es el primer país de Europa en casos de rebrotes: ¡trescientos mil infectados hasta el jueves! Y el martes descubrieron a “una conocida epidemióloga andaluza con dilatada carrera en gestión” para la Secretaría de Estado de Sanidad… ¿¡Ahora, siete meses después!? ¿Hasta cuándo, gobiernos? (¿Por qué otra vez España?)
Silvia Calzón, entre Illa y Simón
Y todos callamos. Y volveremos al confinamiento con suprema resignación mientras al país lo hunden en abismos terriblemente peligrosos. O lo hundimos: puede ser el precio del pasotismo, de la suprema estupidez de miles de impresentables y de manifiesta ineptitud (ineptitūdo) desde los poderes. (Por cierto: ¿habrá restricciones económicas a los miles de senadores -el inservible Senado-, parlamentarios nacionales y autonómicos, Casa Real, diputados provinciales, consejeros cabildicios, concejales, consejos asesores, gabinetes de prensa…?)
¿Va a resultar, acaso, que el anónimo usuario de nuestra lengua popular (no vulgar) tiene más claras las ideas cuando no solo rechaza de plano la forma culta fortísimo como superlativo de fuerte y por analogía impone la voz fuertísimo? Y el “negrísimo” popular frente al académico nigérrimo, ¿qué es sino la adaptación impuesta por la inmensa mayoría, ayer rechazada por los puristas?
Por tanto, las lenguas inadaptadas están condenadas a su desaparición. El latín se acomodó perfectamente, y se transformó en idiomas románicos o romances como apunto al comienzo. ¿Podrá nuestro sistema democrático hacerse un hueco en el entramado político para caminar con interesado paralelismo a las grandes transformaciones que se avecinan? ¿O seguirá coartado por mezquindades intelectuales, potenciación de lo anodino, interesadas coacciones a la inteligencia, razones de Estado?
Todo lo cual, en conjunto, devolvería al país a tiempos pasados, cuando la libertad era palabra reclamada por los poetas.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar