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viernes, 19 de abril de 2024 10:24h.

El libro blanco del docente enfrenta a la comunidad educativa - por Fernando Álvarez Ruano

La educación, como la política, es un reflejo de la sociedad. Una sociedad que tolera y hasta promueve la zafiedad (no hay más que encender la TV para comprobarlo) y la corrupción (a todos los niveles, no sólo entre la casta política y la gran banca) y donde un alto porcentaje de los padres ha dejado de ejercer sus funciones.

El libro blanco del docente enfrenta a la comunidad educativa - por Fernando Álvarez Ruano *

La educación, como la política, es un reflejo de la sociedad. Una sociedad que tolera y hasta promueve la zafiedad (no hay más que encender la TV para comprobarlo) y la corrupción (a todos los niveles, no sólo entre la casta política y la gran banca) y donde un alto porcentaje de los padres ha dejado de ejercer sus funciones. Los pedagogos que jamás han pisado un aula para tratar de poner en práctica alguna de sus ideas más brillantes también han hecho su “aporte”. Y el círculo se cierra cuando un gobierno (o varios) le recortan recursos a la educación, lo que trae como consecuencia, entre otras muchas cosas, la existencia de grupos numerosos (con todo lo que ello implica de falta de seguimiento personal, desatención de educandos con necesidades especiales,dificultades para mantener la disciplina, sobrecarga de trabajo para el profesor en forma de más exámenes para corregir, y un largo etcétera).

¿Por qué hay malos profesores? Hay como en todos los trabajos, un porcentaje de personas indolentes, muchas veces amparadas por direcciones y miembros de la inspección (volvemos al tema de la omnipresente corrupción, en este caso en forma de amiguismo, deuda de favores personales, etc). Pero en la inmensa mayoría de los casos, la gente (profesores incluidos, aunque parezca mentira) quiere hacer bien su trabajo. Los así llamados malos profesores son producto de la falta de formación específica (que debería incluír una muy sólida base de pedagogía, didáctica, psicología evolutiva, psicología social, etc), la desmotivación y/o desgaste que produce la sobrecarga de trabajo, la lucha constante con la indisciplina de los chicos que no vienen “aprendidos” de casa en unos mínimos de respeto, la precariedad laboral de los docentes no fijos, etc. Combinemos lo anterior con una buena dosis de telebasura, los ejemplos de vida de los hombres y mujeres “notables” de este bendito país y el pasotismo parental (padres que no educan, que sobreprotegen, que desautorizan o desprecian el rol del profesor, etc.) para terminar de borrar con el codo lo que en el centro educativo se haya podido escribir con la mano.

Es cierto que hace falta formar al profesorado, y muy probablemente crear una carrera específica de profesor de secundaria, independiente de la licenciatutra, grado o como se llame ahora, en la que haya menos contenidos en la ciencia particular (de lo que se aprende en una licenciatura sólo una pequeña fracción corresponde a temas que se han de explicar en secundaria) y mucho sobre didáctica, pedagogía, psicología, etc. Pero mientras tanto, aquí y ahora, con los recursos humanos que hay, que no son pocos, lo inmediato es dotar a la educación de los recursos económicos que le fueron arrebatados, para que se pueda trabajar con grupos más pequeños, para que los estudiantes con necesidades especiales puedan contar con los suficientes profesores especializados de apoyo, para que no haya sobrecarga de trabajo, etc. Sólo eso supondrá una mejoría notable.

El resto, vendrá con una regeneración de la sociedad en su conjunto, o no llegará jamás.

Hoy por hoy, en la sociedad actual, ¿ alguien cree que se podría confiar en la ecuanimidad de una “élite” de inspectores que evalúan, avalan o penalizan el trabajo ajeno ? ¿ Quién formaría a esa élite ? ¿ Y quién controlaría a los controladores ?

 

* En La casa de mi tía por gentileza de Fernando Álvarez Ruano