Un libro. Un secuestro. ¿Un país europeo? - por Nicolás Guerra Aguiar
Un libro. Un secuestro. ¿Un país europeo? - por Nicolás Guerra Aguiar *
La fotografía y el pie que encabezan este artículo, estimado lector, aparecen en la página correspondiente a la dirección Fariña - Libros del K.O. El libro se cotiza en el mercado de segunda mano a 300 euros… y sigue subiendo. Tal éxito de reventas llama la atención cuando la lectura no es, precisamente, una de las virtudes patrias.
Por tanto, ¿estará editado en láminas de papiro cual los antiguos manuscritos? ¿Será Incunable, publicado entre la invención de la imprenta y el siglo XVI? ¿Podría ser considerado como extraordinaria obra literaria comparable a La Odisea (Homero), La Eneida (Virgilio), Don Quijote (Cervantes), El proceso (Kafka), Cien años de soledad (García Márquez), Los restos del día (Kazuo Ishiguro)…? ¿O acaso se trata de un Impactante y revolucionario trabajo de investigación periodística a la manera del Caso Watergate, los Papeles de Panamá, el terrorismo de Estado en España –GAL y el señor X-, la barbarie de los gulag -campos de concentración y trabajos forzados en la extinta URSS-…?
Pues parece que hechizos, seducciones y fascinaciones no van por ahí. Muy al contrario, son consecuencia directa de una actuación judicial: la señora Pontana, jueza, ordenó su secuestro. Por tanto, se prohíbe también la distribución… casi tres años después de la
Y como “el honor es cosa de hombres / y el hombre es cosa de Dios” según el clásico, resulta entendible que el exalcalde presentara denuncia contra quien, presuntamente, habría puesto en entredicho su reputación y fama inmaculadas al relacionarlo con el tráfico de estupefacientes desde Galicia.
A tal hipotética desestabilización ética debemos añadir el también supuesto perjuicio causado al señor Bea por su condición de criatura de Dios, pues el periodista quizás puso en peligro su estado de bienaventuranza, fase definida por la contemplación de Dios y reservada para gente sana, sencilla y humilde como el exalcalde.
Por el contrario, la televisión es otra cosa: le lleva galáctica ventaja a cualquier otro medio de comunicación, incluida la lectura. El español -generalizo- pasa muchas horas al día frente al aparato. Y las más de las veces no busca un programa específico -los hay muy buenos, relajantes o entretenidos; también de encefalograma plano o ausencia de básica actividad cerebral-; muy al contrario, es capaz de arrepollinarse (canarismo: ‘arrellanarse’) para ingerir pura basura televisiva, histéricos gritos de intervinientes, inmorales intromisiones en vidas de famosos ya no privadas sino íntimas, extrema ridiculización del habla canaria (¡y los canarios aplauden!, dicho sea de paso)… Y peor aun: acepta como verdad incuestionable y argumento irrebatible toda la información recibida a través de los tvdiarios.
La voz secuestrar, pues, viene definida (quinta acepción) como ‘Impedir, por orden judicial, la distribución y venta de una publicación’. Y la orden puede significar no solo la parada de la cadena que distribuye, sino la titánica intención de recuperar ejemplares ya vendidos o guillotinarlos.
Otro, la revista Sansofé, semanario publicado también en Las Palmas: acompañado por miembros de “la social” y Policía Armada, el inspector de Información y Turismo registra sus dependencias y “procede a la destrucción por guillotina de 2830 cuadernillos […]” de la revista número 43. Ocurrió en 1970.
Eran tiempos dictatoriales, bien es cierto. Pero la pregonada democratización no impidió el secuestro de algunos libros y varias revistas (la última fue El Jueves) entre 1978 y 2007. Los desequilibrios frente a la libertad de expresión cesaron, pero llegó 2015 con la “ley mordaza” (¿será, al fin, derogada tras el nuevo planteamiento de Ciudadanos? Ajolá).
De cualquier manera, ¿es el secuestro del libro la única opción posible en un Estado de derecho? ¿No podría ser, acaso, secuestro a palabras escritas bajo el amparo de la libertad de expresión?
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar