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viernes, 26 de abril de 2024 08:03h.

Lou Reed - por Paco Déniz

No me imagino a Lou Reed en una esquela del periódico local. Aquí no salió, aunque nos enteramos de su muerte anunciada, en realidad llevaba muriéndose toda la vida. Él mismo no se explicaba como seguía vivo...

El almendrero de Nicolás

Lou Reed - por Paco Déniz

No me imagino a Lou Reed en una esquela del periódico local. Aquí no salió, aunque nos enteramos de su muerte anunciada, en realidad llevaba muriéndose toda la vida. Él mismo no se explicaba como seguía vivo. Se castigó mucho el hígado y nos ha dejado, aunque su arsenal discográfico siempre será un recurso para los de mi generación. Una generación que se queda sin símbolos vivientes, animadores de muchas noches, símbolos que, a su manera, mandaron a tomar por culo al sistema que pretendió ponerlos firmes. Por eso bajaron a los sótanos o a los infiernos que viene a ser lo mismo. Y así aprendimos la palabra underground. Lou Reed era un pibe underground que arrastraba su voz como si recitara un poema a punto de terminar por parada cardiaca, y hacía que nos moviéramos en la oscuridad como anémonas suburbanas enredadas en pelambreras sin compostura alguna.

Y cuando más lo necesitábamos apareció Lou junto a David Bowie. Fue la víspera de un examen de matemáticas de tercero de BUP. El más marihuanado, el más comunista y el más pasota del instituto teníamos pendiente esa asignatura cuya profesora era una fascistona castellana que nos había expulsado ya varias veces del centro por conductas inapropiadas. Lo teníamos jodido, muy jodido, y ella lo sabía. Pero esa noche Lou y Bowie vinieron a estudiar con nosotros, a ellos también los expulsaron. Pusimos los apuntes sobre la mesa, las calculadoras, los cosenos, las raíces cuadradas y las ecuaciones de varios grados. Luego, ellos afinaron sus instrumentos y comenzaron a cantar. Se hicieron unos canutillos y repartieron unas pirulas de la época que decían que eran para la memoria, nos echamos unos buches de ron y bailamos toda la noche.

Cuando amaneció, Lou y Bowie nos acompañaron a la puerta del instituto y nosotros entramos en el aula. La castellana nos estaba acechando para hundirnos pero, de repente, cuando leí el examen, una luz me iluminó el cerebelo y lo tuve todo claro, aunque tenía la boca seca, no paré de contestar con una sonrisa vengadora. Así aprobé las matemáticas de tercero de BUP, gracias a la inestimable colaboración de Lou Red y David Bowie. Que Transformer aquella madrugada del 78.

 

                                    Paco Déniz