La maldición sobre el instituto Saulo Torón - por Nicolás Guerra Aguiar
La maldición sobre el instituto Saulo Torón - por Nicolás Guerra Aguiar *
Las maldiciones no tienen rigor científico. Ni tan siquiera una tan elemental como “¡Mal rayo
Aquí sucede lo mismo: que desde el milenio anterior hasta hoy hayan pasado tantas personas en los cargos relacionados con la Consejería de Educación es solo eso, puñetera casualidad y no secular maldición lanzada por gente vecina. No acaba uno de aprender los nombres de quienes depende la construcción del nuevo edificio cuando -azar, albur, contingencia- aparecen sustitutos también con perspectivas e ilusiones (ilusos) revolucionarias: retomar el proyecto, e incluso marcar fechas aproximadas para su finalización (“¡Ay, san Nicolás, mecagondiés, no puedo más…!”.)
¿Y si fuera maldición de Acorac por elegir terrenos donde se suponían restos arqueológicos? ¿Anatema contra la población galdense actual a causa de colaboracionismos (segunda mitad del siglo XV) durante la conquista de Nivaria, la isla de Tinerfe, allí donde cayó el guanarteme galdense Tenesor Semidán a las órdenes del conquistador Benítez de Lugo?
No, en absoluto: las maldiciones no tienen rigor científico, apunté al principio. Por tanto, que la sede central de la Consejería de Educación se encuentre en Chinerfe, Achinech, Chinechi, Chinet…, es también pura coincidencia. Ninguna relación, pues, con maldiciones lanzadas por nacionalistas áticos como venganza contra Gáldar (a fin de cuentas, cuna de colaboracionistas).
Clavijo con Monzón, consejera de Educación y Universidades
Pero en Gáldar impactan hoy desidias, abandonos, desdenes, acaso incompetencias de la señora consejera. Infonortedigital, por ejemplo, abre su primer número de 2019 con la reiterada cantata a la busca de explicaciones, razonamientos, rigurosos juicios. Son sanas intenciones acumuladas decenio tras decenio, emputamiento tras emputamiento ante lo que ya no solo parece –sino podría ser- tomadura de pelo, burla, guasa, cachondeo, vacilada… a un pueblo convertido en centro económico del Noroeste y arraigado en tradiciones aularias.
Sirvan como referencia la centenaria Graduada o el Colegio Cardenal Cisneros, cuya vida académica se inició siete decenios atrás (1949) y llegó hasta los iniciales setenta tras la inauguración del instituto en el mismo edificio donde sigue ubicado… aunque el inmueble –propiedad del Ayuntamiento- había sido pensado como sustituto de las viejas oficinas municipales: Gáldar crecía, y el dragonado caserón de la Plaza de Santiago se hizo pequeño.
La Consejería de Educación envió al Ayuntamiento de Gáldar -noviembre- un nuevo escrito: solicita “la compatibilidad urbanística del proyecto del nuevo Instituto”, no sé si para renovar la maldición o por aparentar actividad, interés, preocupación (da igual: los resultados serán los mismos). Aunque o mucho me equivoco o hará responsable al señor Sánchez –presidente del Gobierno español- del vigesimocuarto retraso: a fin de cuentas el señor Clavijo llevaba el tema en la cartera para su frustrada audiencia en Lanzarote.
Las maldiciones se deben a fetichismos y supersticiones, insisto. Pero con el Saulo Torón de Gáldar toman curiosa apariencia corporal gracias a los años luz que nos separan del primer sí oficial para el nuevo centro, pergamino medieval. (Y que Gáldar esté ubicada geográficamente frente a Santa Cruz de Tenerife donde se relaja la Consejería no es, tampoco, maldición. Acaso, mala pata.)
Así pues, nada del otro mundo. El problema está en este: santacrucera calle Buenos Aires. Ni maldiciones ni ánimas: se llama manifiesta incompetencia.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar