De cómo se manejan nuestros impuestos - por Nicolás Guerra Aguia
El más elevado porcentaje de las subvenciones que el ministerio de Educación, Cultura y Deportes dedica a la cosa cultural está directamente relacionado con la ópera (16 500 000 euros, dieciséis millones quinientos mil)...
De cómo se manejan nuestros impuestos - por Nicolás Guerra Aguiar *
El más elevado porcentaje de las subvenciones que el ministerio de Educación, Cultura y Deportes dedica a la cosa cultural está directamente relacionado con la ópera (16 500 000 euros, dieciséis millones quinientos mil), obra teatral en la que actores – cantantes dramatizan un texto acompañados en su totalidad por la orquesta. O lo que es lo mismo, la ópera tiene su razón de ser en cuanto que haya representación, canto y compañía instrumental.
Sea cual sea su origen (quizás Florencia; acaso el teatro del siglo XV o, incluso, las propias tragedias griegas, casi siempre acompañadas por coros), hablamos de Europa y de una ya cuatricentenaria tradición que evoca y recuerda a Verdi, Vivaldi, Mozart, Debussy…, pero siempre vinculada a selectos espacios físicos y a minoritarios grupos de personas capaces de abonar precios prohibitivos hoy para la inmensa mayoría a pesar de que existen subvenciones por parte del Estado. Un Estado, el español, cuyo ministerio de Educación…se vuelca en una actividad cultural de la cual goza un minimísimo tanto por ciento de ciudadanos. Estos, en el libre ejercicio de su irrefutable derecho, asisten a tales espectáculos pero con ayudas acaso distraídas de otros presupuestos más perentorios en cuanto que proceden del ministerio encargado de la enseñanza, derecho constitucional hoy con gravísimos problemas por los recortes.
Como muestra, tres ejemplos: la Fundación Teatro Lírico de Madrid ha recibido este año casi ocho millones de euros. El Gran Teatro del Liceo de Barcelona, en torno a los siete. Y casi millón y medio dos fundaciones de Sevilla. En total, dieciséis millones quinientos mil euros. Obviamente, el ministerio ha dejado de emplearlos -en momentos de emergencias sociales- para profesores de refuerzo en idiomas, por ejemplo; en aulas, comedores escolares, becas, material escolar… e, incluso, equipos de investigaciones y estudios, tan reconocidos mundialmente hasta hace poco. Porque de tal cantidad invertida –sumemos las subvenciones de ayuntamientos, diputaciones, cabildos, consejerías de Cultura…- cada comunidad podría recibir cientos de miles de euros. Y aunque estos no cubrirían, claro, las necesidades, sí podrían calentar los estómagos a miles de alumnos en cuyas casas hay gravísimas situaciones de elemental subsistencia.
Mas no se trata solo de la ópera –y hay representaciones de altísima calidad, casi de sublimaciones espirituales-, no. También de inversiones a fondo perdido en, por ejemplo, museos catedralicios, palacios episcopales (776 118, 11 euros, setecientos setenta y seis mil ciento dieciocho con once céntimos en el de Orihuela, pueblo de Miguel Hernández).
Aquellos museos son propiedad del pueblo porque el pueblo es la Iglesia. Sin embargo, los controlan y administran sectores eclesiales que disponen de ellos como si de propiedades particulares se tratara e, incluso, cobran para que el ciudadano se recree en su contemplación (a veces, derroches de oro, piedras preciosas, plata, exquisitas tallas, impactantes obras de la más primorosa orfebrería). E, incluso, se aprovechan de construcciones ajenas como la doce veces centenaria mezquita de Córdoba, diez euros la entrada, y que el Cabildo Catedralicio –su propietario por real decreto- llama “Santa Iglesia Catedral de Córdoba” por más que es arquitectura del arte omeya hispanomusulmán.
Sucede también en Salamanca. Hace dieciséis días se reabrió en aquella ciudad universitaria el Museo Catedralicio de la catedral vieja (como una es poca, dispone de dos), pues cuatro años atrás el desprendimiento en una sala capitular obligó al cierre. Pues bien, el Cabildo Catedralicio solicita la ayuda oficial y esta llega sin reparos o recortes: la Junta de Castilla y León corre con los gastos de las cubiertas y espacios dañados (400 000 euros, cuatrocientos mil). Y como la dadivosidad con dinero ajeno caracteriza a castellanoleoneses políticos del PP, hete aquí que la propia Junta se ha comprometido, también, con la restauración de obras pictóricas: tiene un presupuesto inicial no cerrado de 100 000 euros, cien mil, aunque desde 1988 ha intervenido en la conservación de esculturas, pinturas, tejidos, documentos...
Sin embargo, dos días después de la inauguración la entrada a la catedral está perfectamente ordenada a eso de la media mañana: la única puerta abierta conduce, inexorablemente, hacia el Museo, exclusivo camino permitido en su interior. Anchas cintas que salen de pedestales acotan los espacios y prohíben el acceso a las naves e, incluso, a algún lugar de recogimiento para la oración. Los confesonarios están a la vista, pero son también inaccesibles. ¿Por qué? Elemental: el disfrute general no es gratuito. O lo que es lo mismo: quien quiera ver aquellas bellezas del arte debe pagar, por más que los grandes gastos corrieron por cuenta de nuestros impuestos. Y la Iglesia, claro, sigue administrando la posesión de tales bienes, supongo que con declaración ante Hacienda de los ingresos por las entradas, supongo (¿o acaso la recaudación está exenta de tales controles? También cobran en El Prado, claro, pero entre ambas instituciones hay abismales diferencias: la pinacoteca es del Estado; las catedrales no, por ejemplo.)
Y es costumbre extendida, vive Dios, el pago para visitar lugares sagrados, a la manera de aquel templo en que Jesucristo usó el látigo para echar a los mercaderes. La iglesia de las Úrsulas, también en Salamanca, practica tales contagiosas actividades: la señora encargada de su museo (anunciado en la ciudad con carteles colgados ¡en farolas públicas!) nos invitó a que abandonáramos el templo porque iba a cerrar las puertas en cuanto le dijimos que solo queríamos ver el interior del edificio gótico - renacentista, no el museo. (¿Será por eso que la escultura de don Miguel de Unamuno le da la espalda a la ursulina construcción religiosa que se encuentra a dos pasos, frente a donde murió el contradictorio pensador vasco, recluido en octubre de 1936 por sus palabras en el paraninfo?)
¿Cultura? Claro, por supuesto, absolutamente imprescindible para todos. ¿Privilegios, negocios con nuestro dinero, aportación a fondo perdido mientras el señor arzobispo de Granada, por ejemplo, se gastó hace cuatro años 20 000 euros en viajes (público.es; andaluces.es )? No, en absoluto.
* Publicado con autorización del autor