La Memoria Histórica no es confrontación - por Nicolás Guerra Aguiar
La Memoria Histórica no es confrontación - por Nicolás Guerra Aguiar *
Por tanto, no puedo callar. Y con el máximo respeto ejerzo mi derecho a la réplica. Mas no con la intención de pregonar contra el señor Cañizares, líbreme Dios: solo pretendo argüir sobre algunos mensajes con los cuales no coincido. Pero ante ellos muestro mi más educada objeción rigurosamente ajena a otro propósito que no sea el arriba expuesto.
Presos en el penal de Santa María
La Memoria Histórica no reclama venganzas o juicios sumarísimos. Mucho menos la publicación de nombres y apellidos relacionados con los represores (sima de Jinámar, patitos a la mar, pozos de Tenoya, Mar Fea…). Sin embargo, periódicos grancanarios llenan páginas (HOY, por ejemplo: viernes 24 de julio de 1936; La Provincia, 30 de enero de 1937) con nombres y apellidos de republicanos represaliados.
Jinámar, Mar Fea, Tenoya
Esa supuesta “Memoria Histórica” que “pretende reabrir heridas ya cerradas” no es la mía. Soy muy respetuoso con descendientes de represores ajenos a barbaries de inmediatos antepasados y, por tanto, sin responsabilidad alguna. Más: con inalienable derecho a no mezclar sus parentescos con quienes fueron sujetos de fierezas e inhumanidades.
Los dos hijos, a la vez, son entrañables camaradas de aula a pesar de que el primero creía (necesitaba creer) en el socialismo de la RDA y el segundo había descubierto la libertad de expresión en la República Federal Alemana. Por ende, participó en una acción de protesta política dentro del colegio. Pero la dictadura comunista interviene como lo hizo en Hungría, Checoslovaquia… El Sistema es lo único importante. (Vienen a cuento dos verso de Pedro Lezcano -“Se prohíben los sueños a deshora; / para soñar ya hay decretadas fechas”- escritos en 1947.)
Así pues, circunstancias y comportamientos de vidas directamente relacionadas con ambos jóvenes frustraron creencias y amores filiales con violentísimos cambios en su evolución hacia la madurez: dejaron de ser chicos de diecisiete años para convertirse, de repente, en adultos ya frustrados. Y acaso para siempre, con la ennegrecida sombra de sus padres descubierta por el propio Sistema para chantajear y destruir a disidentes o jóvenes simplemente pensantes.
Historias reales de padres -como la reflejada por la película- las tengo presentes de mi pueblo, Gáldar. Acaso por extrema curiosidad, quizás porque las conversaciones familiares eran casi clandestinas y me alertaban por el secretismo, desde pequeño presté muy disimulada atención a charlas de mayores cuando hablaban de la Guerra Civil y la represión. A fin de cuentas fueron mucho más conocidas en pueblos que en ciudades, donde pasaban desapercibidas para la inmensa mayoría.
Mantengo en sepulcral silencio aquellas historias con nombres, apellidos, nocturnidades, culatazos, vómitos de sangre, persecuciones entre familiares, pozos negros de viviendas galdenses (calle Guayres)… Después reían y bebían en el Casino ajenos a escrúpulos y conciencias: se sentían protegidos por los silencios de instituciones cuyos brazos de poder e influencia eran muy alargados… e inmorales.
No. No se trata de revanchas. No hay odios ni ajustes en la Memoria Histórica. Jamás ninguno de tales hijos cuyos nombres conocí (eran mi generación) supo nada de nocturnales salidas a la búsqueda de rojos. Dos mujeres sí. Una de ellas estuvo condenada a ver casi a diario durante decenios a quienes habían participado en el mortal secuestro de su padre, uno de los recuperados setenta años después. ¿Cuál fue su reacción? Llevarlo, por fin, al cementerio…
Homenaje a víctimas del franquismo, Cementerio de Gáldar
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar