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jueves, 02 de mayo de 2024 08:08h.

Se merece más que un homenaje - por Isidro Santana León

Antonio Cubillo, padre del independentismo canario, no merece un simple homenaje: se le debe un reconocimiento de altura por su importancia política en esta colonia… por su labor, dedicación, arrojo, valentía y defensa de la libertad de Canarias contra el sometimiento y abuso de España.

Se merece más que un homenaje - por Isidro Santana León *

Antonio Cubillo, padre del independentismo canario, no merece un simple homenaje: se le debe un reconocimiento de altura por su importancia política en esta colonia… por su labor, dedicación, arrojo, valentía y defensa de la libertad de Canarias contra el sometimiento y abuso de España.

A pesar de las aspiraciones megalómanas de algunos personajes que han pretendido ponerse a la altura de Antonio Cubillo, no tienen talla ni para imitarlo, además que sus fines son otros. Estos eunucos creídos prohombres, no han hecho otra cosa que anquilosar el proceso de la descolonización por su enfermizo narcisismo, coadyuvando a la metrópoli, de forma directa o indirecta en el fortalecimiento del estatus colonial, ya que han puesto los asuntos de la nación en un segundo plano respecto de los suyos personales. En nuestra desgraciada historia, no ha existido hombre político en Canarias que se compare con nuestro fenecido líder, y mucho menos que haya tenido las agallas de llevar tan lejos el problema colonial como lo hizo Antonio Cubillo, atrevimiento y lealtad con nuestra patria que le costó el atentado terrorista de Estado, reconocido así por el mismo tribunal español. Sin embargo, una pila de traidores y colaboracionistas ha querido enterrar su obra y su nombre para colocarse ellos como los referentes de la lucha anticolonial canaria, los mismos que han atomizado, enfrentado y extinguido aquel eficaz campo independentista canario, del que sólo quedan residuos inservibles para llevar a cabo una lucha de liberación nacional.

Nuestro emblemático Secundino Delgado, hombre honorable de pretérita época que, de alguna manera, optó por la soberanía de Canarias, es el referente sentimental y romántico que usan desde CC, NC, hasta estos llamados “independentistas”, a sabiendas que la figura de Secundino es desconocida para el pueblo canario, no causa ninguna conmoción ni emoción en éste, al contrario que Antonio Cubillo quien sí está en la memoria inmediata de nuestra gente y al que quieren obviar y hasta ningunear tal como desea o les dicta la metrópoli.

Si bien Secundino Delgado fue una víctima –él y su familia– del abusivo colonialismo español, por querer unas Canarias libres, la realidad es que su intento libertario y su sufrimiento fue una frustración, no tuvo trascendencia alguna en la sociedad de la época ni en lo que a concienciación y movilización independentista se refiere: con todo el dolor del mundo hay que reconocer que su esfuerzo fue pírrico. Sin embargo, lo usan, lo utilizan a sabiendas que su importancia actualmente es inocua para el colonialismo, motivo por el que cualquiera se apunta a su homenaje, también con intenciones de enaltecerlo para olvidar a Cubillo.

Nos podrá gustar más o menos nuestro hermano Antonio Cubillo –también sin querer soslayar sus errores –, pero es de lógica aplastante que sólo se equivocan los que se arriesgan, mientras que muchos de los que lo han criticado han terminado medrando y sin hacer un ejercicio honorable por Canarias, también sacando renta de la lucha emancipadora de nuestro indiscutible líder.

Mientras que algunos hombres han reconocido el derecho a la autodeterminación de Canarias (sería una incongruencia para todos, independentistas y no, no reconocer un derecho de pueblo), su actitud sólo se ha quedado en el reconocimiento del derecho y nunca en el ejercicio del derecho. Asunto que se ha utilizado de forma ambigua para engañar a los canarios, incluso por algunos partidos españoles. Ha sido sólo Antonio Cubillo quien pasó al pragmatismo, rebeldemente y sin efugios, internacionalizando el gran y vetusto problema colonial de Canaria.

Su andadura por África, a fin de dar a conocer que nuestra nación se sitúa en un continente diferente al de la metrópoli y que, por tanto, nuestro caso es de flagrante colonialismo, propició el apoyo de los gobiernos de nuestro continente a nuestra causa, consiguiendo en varias cumbres panafricanas el reconocimiento de Canarias como una nación perteneciente al susodicho continente. Su tenaz lucha diplomática, también en la URSS y con otros representantes internacionales de magna importancia, pusieron muy nervioso al colonialismo español, pero, sobre todo, porque consiguió organizar una militancia independentista activa en Canarias y una verdadera sensibilización de nuestra sociedad, única efervescencia política anticolonialista, sin precedentes en toda la historia colonial de nuestra patria.

Con voz alta me atrevo a decir que el independentismo militante canario existió desde los años 70 a los 80, y que las luchas intestinas por dirigir la empresa comenzó a diezmar al verdadero y comprometido militante, quedando hoy, como apuntaba arriba, los residuos de un movimiento que desmontaron y del que algunos, vergonzosamente, quieren seguir viviendo de sus renta. Estuvimos a poco de conseguir nuestra soberanía nacional, de no haber sido por las traiciones y la disidencia de los que después terminaron en el engendro CC y hasta en otros partidos españoles o los que, al socaire de la metrópoli, se han intentado empoderar con la etiqueta independentista, clara estrategia para que nada se mueva y, en compensación, los cabecitas de ratón seguir viviendo en los grupúsculos y sindicatos desclasados con alguna que otra escaramuza para aparentar que están en la línea correcta. Finalmente, entre tanto enredo en la colonia y el atentado terrorista a nuestro líder, hizo que esa España “democrática” frustrara que nuestro dossier llegara al Comité de Descolonización de la ONU, último paso para el logro de nuestra independencia ya que teníamos previamente el reconocimiento de la mayoría de los estados africanos, excepto Marruecos, y de muchos países de allende nuestro continente.

No reconocer a Cubillo como el hombre más grande de la historia soberanista de Canarias es una injusticia, tanto como una traición de aquellos que hoy lo vituperan, porque siempre lo envidiaron, cuando fue él quien les alumbró el camino a seguir. Estamos huérfanos, no porque no haya hombres y mujeres aptos para reconducir la empresa, sino porque el colonialismo ha puesto una quinta columna con apariencia independentista, mujeres y hombres sobornados para hacer de cortafuego con los leales. Cubillo fue un ejemplo que se merece todos los respetos, y lo que pulula por ahí es un esperpento: el enemigo vestido de guanche y los wachinches para hacer negocios y recibir dinero con destino a bolsillos particulares.

* En La casa de mi tía por gentileza de Isidro Santana León