Mes de julio: la Iglesia, la Guerra Fría y el Golpe militar de Perón - por Emilio Díaz Miranda *

EL 26 DE JULIO DE 1952 murió Eva Perón. Eran los años de la dictadura peronista argentina y la dictadura franquista española. Años de plena Guerra Fría entre EE.UU y la Unión Soviética. No hace falta recordar que el Régimen de Franco se inició el 18 de JULIO de 1936 traicionando el juramento dado a la Constitución y leyes de la 2a. República Española.

Años más tarde, entre el 16 y el 20 de septiembre de 1955 Perón fue derrocado. por un golpe de Estado. Los últimos momentos de su gobierno, tuvieron algo de tragicomedia con la anécdota de su partida al exilio a la España de Franco y la decisión golpista argentina que lo dejó sin sus jinetas y sin su rango de Teniente General.

 

El periodista Sergio Rubin contó, en libro que ahora se reedita, cuál fue el papel de los religiosos en 1955 y cuál fue su objetivo. También dice que el entonces Papa, Pío XII, lo sabía.

 

Había diferencias entre ambas dictaduras. Y más todavía entre las “primeras Damas“, pues mientras a Doña Carmen Polo se la llamaba “sotto voce“ La Collares por su afición a rodear su cuello de abundantes perlas, a Eva Perón se la adoraba entre las masas peronistas. Si algo tenían en común en sus orígenes dictatoriales era el apoyo de la Iglesia Católica y del Papa Pío XII.

En Barcelona se cerraban las joyerías durante las visitas oficiales de doña Carmen Polo, por su costumbre de embolsarse collares valiosos y de no pagar las facturas recibidas en el Palacio del Pardo. Mientras tanto el peronismo había ido derivando de convicción política hacia una creencia pseudo-religiosa, basada en la adoración de las masas a su Benefactor General Perón y sustentada principalmente en el culto a la difunta Eva Perón, "jefa espiritual de la Nación", a quien se la imaginaba canonizada.

 

Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, con tan sólo 33 años y sin dejar hijos, a causa de un cáncer de útero. El dolor popular la acompañó en un velatorio que duró más de 15 días; su recuerdo perdura y los peronistas dicen que el dolor popular por su pérdida no la abandonará jamás.

EN LA GUERRA FRÍA YA NO ERA POSIBLE LA NEUTRALIDAD

Naturalmente, en 1952, la batalla de la Guerra Fría a nivel interior de los Estados se entendía como la expulsión de los partidos comunistas de los gobiernos (Francia) o prohibición (en la Alemania de Adenauer). Pero también se entendía como la inviabilidad de una “tercera vía“ (fuese la de la Yugoslavia de Tito y menos aún la de la Argentina de Juan Perón).

Una historiadora argentina del tema, Lila Caimari, afirma que "el episodio“ del enfrentamiento entre Perón y la Iglesia Católica:“sigue siendo misterioso, sin explicación racional, rodeado de una atmósfera de irrealidad, un conflicto inútil".

Yo no entiendo bien qué quiere decir que tal conflicto, históricamente hablando, fue un “conflicto inútil“. Quién dicta lo útil o inútil de un acontecimiento?

 

Lila Caimari en su libro "La vida en el archivo“, se dedica al estudio de la llamada “cuestión criminal” en la Argentina de la primera mitad del siglo XX, centrando su estudio en sujetos, prácticas y escenarios del contexto urbano. Para dicho propósito, utiliza transversalmente documentación judicial relacionada a procesos judiciales, como expedientes de la penitenciaría y expedientes judiciales propiamente tales.

No sabemos bien si la historiadora Caimari situa en la órbita “criminal“ a la propia jerarquía eclesiastica o al peronismo anticlerical.

En un Simposio organizado en torno al libro de Roberto Di Stefano “Ovejas negras. Historia de los anticlericales argentinos,“, señala Lila Caimari en su intervención, que el libro Ovejas negras es, en realidad, una puerta de ingreso a la historia de la cultura religiosa argentina. O sea, tanto desde el clericalismo como desde el “anticlericalismo“. El libro es una exploración de una especie de entretela de la cultura política que resulta indisociable de las culturas religiosas.

 

 

Hay que recordar que la entrada de Juan Domingo Perón en la esfera política fue con el golpe o revolución de los Coroneles del 4 de junio de 1943 que daría nacimiento al peronismo. Un acontecimiento que tiró por la ventana un largo proceso de poder político.

El 17 de octubre de 1945  las elecciones que eligieron a Juan Perón son herederas del movimiento que pretendió paralizar un inminente proceso electoral que podía dar la presidencia al conservador Robustiano Patrón Costas. En el comienzo de esos años cuarenta Argentina vivía en una paz alejada de la Segunda Guerra Mundial, con una política exterior neutralista. Una posición que no era compartida por otros países de América Latina, y neutralidad que supongo influida por el hecho del histórico conflicto con el Imperio Británico por las Islas Malvinas.

Recordemos que la Segunda Guerra Mundial empezó con la invasión alemana de Polonia. Y que la Inglaterra imperial que ayudó a estragular a la democrática 2a República española no estaba defendiendo la Democracia, sino tratando de evitar el desmoronamiento de su imperio. Getulio Vargas, el presidente de Brasil, creador del Estado Novo, con simpatías neofacistas, apoyó, pese a todo a Estados Unidos cuando Franklin D. Roosevelt pidió pistola en mano la colaboración de los latinoamericanos para participar junto a las tropas norteamericanas en el frente occidental de la guerra. México le ofreció aviadores que se lucieron. Brasil cedió una base militar a Washington y soldados. En 1944, en medio del conflicto interminable contra la Alemania nazi, los brasileños perdieron en la batalla por la conquista de Monte Cassino, en Italia, más de 4.000 hombres. El monumento a su memoria está a pocos metros del aeropuerto Santos Dumont en Río.                                                                   

Perón trataba, con su neutralidad, tener una tercera posición. Y durante algún tiempo parecía posible aunque mirado con malos ojos por los EE.UU.

En los principios de su gobierno, las relaciones de Perón con la Iglesia habían sido óptimas, como dijo en su biografía “Yo, Perón“, dictada a Enrique Pavón Pereyra: luego de vencer en la batalla electoral de 1946 y reimplantada obligatoriamente la enseñanza religiosa en las escuelas, el padre Hernán Benítez fue recibido en el Vaticano por Pío XII, "quien le encargó que me hiciera llegar su más alta aprobación, porque yo había interrumpido una tradición de sesenta años de laicismo y ateísmo; porque había confirmado la indisolubilidad del matrimonio, contra la cual se habían pronunciado las leyes de todos los países católicos y no católicos; porque las leyes sociales del peronismo habían conjurado el peligro de la infiltración comunista en la Argentina y porque, con la afirmación de nuestros ideales de paz, había asumido una posición de tercera fuerza cristiana necesaria en un país donde derechas e izquierdas estaban impregnadas de anticlericalismo"

Como vemos el acuerdo estrecho de Perón y la cúpula eclesiástica era una fuerte alianza de provecho recíproco, que fue decisiva en el triunfo electoral, en 1946, de la fórmula Perón-Quijano, pero que, con el correr del tiempo había ido desgastándose paralelamente al aumento de disconformidad de amplios sectores de la clase media.

En aquellos días de la Guerra Mundial Washington se inquietaba por el surgimiento de movimientos nacionalistas en América Latina, en Bolivia, en Uruguay y en Perú, y la posible influencia germánica. Estados Unidos practicaba el espionaje constante en Buenos Aires y en el resto del país. Se calculó en 1200 los espías vinculados a la embajada americana. En Argentina en clubes de barrio, en salones especiales, resonaba el tango y se oían los poemas patrioteros y sentimentales.

Tras la muerte de Evita, Perón trata avanzar nuevas reformas. Esto se tradujo en los contenidos de la enseñanza escolar, hasta entonces monopolizada por los criterios clericales. También irritó a la cúpula eclesiástica los permisos del gobierno hacia manifestaciones religiosas no católicas, como fue el amparo a la Escuela Científica Basilio, también la autorización de las multitudinarias cristiano-protestantes convocatorias en canchas de fútbol, a mediados de 1954, del pastor norteamericano Theodore Hicks.

Pero los antiperonistas del golpe militar de septiembre de 1955, le adjudicarán al peronismo la responsabilidad mayor en el enfrentamiento aludiendo a “la mal adormecida vena anticlerical” y cayendo en el lugar común de referirse a un supuesto desafío de Perón contra la Iglesia católica, por medio de medidas “provocativas” como la equiparación legal de los hijos legítimos e ilegítimos, la ley del divorcio, la supresión de la enseñanza religiosa obligatoria, la eliminación de subvenciones a los colegios confesionales, la ley de profilaxis que promovía el control sanitario de los prostíbulos. Además, en el Legislativo, esperaba su sanción la ley de separación de Iglesia y Estado.  

 

CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO

Independientemente de tales medidas, la semiclandestina creación, en junio de 1954, del Partido Demócrata Cristiano apoyada desde un Vaticano modernizado que se separa lentamente de su pasado pro-fascista y ultracatólico, provocó en Perón rencor y desconfianza, pues se consideraba el único y legítimo representante de la doctrina cristiana en la política argentina. Lo cierto es que la Democracia Cristiana había cobrado vigor y prestigio en Europa, venciendo en las elecciones de varios países y deteniendo el avance indeseable del comunismo. “La oleada democrática que inundó a Europa al día siguiente de la guerra comenzó a convencer a la Iglesia de la necesidad de adecuarse a los nuevos tiempos: un poco para oponerse con más fuerza y legitimidad al ascenso electoral del Partido Comunista, en parte para complacer a los Estados Unidos –los únicos en situación de hacerle frente– y en parte también, ¿por qué no?, por la efectiva convicción, madurada lentamente, de que el Estado católico (como el peronista) acarreaba más daños que ventajas, separándola de una sociedad cada día más plural y secularizada” (L. Zanatta), lo cual no sería del todo exacto ya que en España seguía caudilleando el Generalísimo Franco con bendiciones y palio de la Iglesia.

Perón creyéndose todopoderoso asestó una serie de golpes a la jerarquía católica. Como si no comprendiera que lo religioso traspasaba lo político y despertaba, en los católicos, emociones primarias inculcadas durante la educación cristiana de la infancia. J. Page escribirá que “la decisión de provocar un enfrentamiento con la Iglesia fue un error colosal, el peor de todos en la carrera política de Perón”. Como decía Don Quijote: Con la Iglesia hemos topado.

Así vendría el tumultuoso 11 junio de 1955, con la procesión de Corpus Christi, una masiva manifestación ficticiamente religiosa que se vio reforzada por ateos, marxistas y antiperonistas de todos los colores. El 16 de junio de 1955, la Sagrada Congregación Consistorial le había aplicado siendo todavía  Presidente, la excomunión denominada “latae sentencia”, por razones que ese mismo día fueron publicadas en el periódico L’Osservatore Romano. La excomunión de Perón fue por haber expulsado al nuncio papal, monseñor Tato y al canónigo Monseñor Novoa. Más tarde, se desencadenaría el bombardeo de la Casa Rosada por parte de aviadores de la Marina, con el ominoso resultado de cientos de muertos. Que las primeras bombas anti-peronistas cayeran del cielo era premonitorio aunque sin fundamento teológico. A la noche de ese mismo día, hubo quema de varias iglesias capitalinas y la curia, como revancha peronista por los sucesos del día. Ello añadiría combustible al fuego anti-peronista.

A fines de agosto Perón ofreció su renuncia, y al día siguiente se produjo una gran concentración en Plaza de Mayo para que Perón retirara la renuncia. Desde los balcones de la Casa Rosada Perón anunció la creación de milicias armadas y amenazó, diciendo: “A la violencia hemos de responder con una violencia mayor (...), aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino (...) y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos. Esto lo hemos de conseguir persuadiendo y si no, a palos”. 

Pero las Fuerzas Armadas, respaldadas por la Iglesia y por los servicios secretos americanos, ganaron la partida de forma rocambolesca. Y el 27 de octubre de 1955, a las 13 horas, el alto tribunal militar (golpista) que juzgó al ex presidente lo encontró reo de “descalificación por falta gravísima” y se le quito “el título del grado y el uso del uniforme”. 

Francisco Franco, opinó del conflicto entre Perón y la Iglesia: “Es una lástima que este Presidente se deje aconsejar ahora por la masonería y que esta secta esté ejerciendo tanta influencia en su gobierno. Si viviera su mujer, mucho más inteligente que él, no perseguiría a la Iglesia Católica como lo hace ahora. Perón es un hombre débil que primeramente se dejó dominar por su inteligente mujer y ahora se deja dominar por las logias masónicas”.

Franco concedió asilo a Perón, pero no lo recibió nunca.  No era Franco agradecido. En los años después del triunfo Aliado, el régimen franquista estaba aislado internacionalmente y pasando hambre. Se salvó gracias a la carne, leche condensada y al trigo enviados desde Argentina, Durante la visita de Evita Perón a España el 8 de Junio de 1947 masas enardecidas gritaban: “Franco, Perón, un solo corazón” . Era una de las frases coreadas por el público que se agolpaba para ver a la mandataria argentina en la Plaza de Oriente madrileña. Aquello de un “solo corazón“ había caído al saco roto del franquismo como pasó con los retratos de Hitler y Mussolini que adornaban su despacho cuando Alemania y el Eje iban ganando la guerra. 

Pasó el tiempo y el 13 de febrero de 1963, Juan Domingo Perón, según sus palabras: “sinceramente arrepentido y contento, además, de poder hacer este acto de humildad”, se arrodilló ante el arzobispo de Madrid, monseñor Eijo y Garay. Sólo entonces el Vaticano levantó la excomunión que pesaba sobre él desde hacía nueve años.

El 20 de junio de 1973 regresó definitivamente a la Argentina, casi 18 años después de haber sido derrocado. Lo que iba a ser una jornada de fiesta terminó en una masacre cuyo saldo en víctimas nunca pudo establecerse con certeza. Era el tercer “retorno” del líder del Justicialismo, que había intentado volver en vano en 1964, cuando su avión fue detenido en Brasil, y había estado poco más de un mes en la Argentina a fines de 1972 para hacer acuerdos políticos. Tras largos años de exilio, en 1973 se le devolverían a Perón el grado militar y el uso del uniforme.

En cualquier caso, la personalidad de Evita Perón y su muerte jugaron  un papel en el destino de la  Dictadura y del pueblo argentinos.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Emilio Díaz Miranda