Buscar
viernes, 29 de marzo de 2024 00:12h.

Un mirlo blanco - por Erasmo Quintana

 

erasmo quintanaUna hasta hoy anónima Soledad Hernández, cuando todavía era concejala de Desarrollo Local en el ayuntamiento de Telde, fue noticia por algo a lo que los políticos no nos tienen acostumbrados: a dejarse la piel -y su peculio si es necesario- a favor de los ciudadanos que los ponen allí a administrar lo público, lo que es de todos.

 

soledad hernández

Soledad Hernádez, concejala socialista en Telde

Un mirlo blanco - por Erasmo Quintana *

Una hasta hoy anónima Soledad Hernández, cuando todavía era concejala de Desarrollo Local en el ayuntamiento de Telde, fue noticia por algo a lo que los políticos no nos tienen acostumbrados: a dejarse la piel -y su peculio si es necesario- a favor de los ciudadanos que los ponen allí a administrar lo público, lo que es de todos. Esta ejemplar maestra y psicopedagoga fue noticia porque pagó de su bolsillo 2.116 euros para liquidar una deuda del ayuntamiento de Telde, que impedía recibir una subvención de más de un millón de euros destinada a proyectos de empleo y formación a uno de los sectores de la población más vulnerables: los jóvenes, y no tan jóvenes, en paro de larga duración. Esta es una de las peores lacras de nuestra comunidad periférica, en la que tiene que ver uno de los mayores índices de fracaso y abandono escolar en una juventud desnortada, sin perspectiva de futuro.

ayuntamiento de telde

Ayuntamiento de Telde

He aquí, en esta concejala socialista de Telde, un ejemplo del gestor público, cuya preocupación debe ser la eficacia en su cometido, algo que en el enmarañado quehacer de grupo tan difícil es en la mayoría de los casos. Las reglas por las que se rigen los organismos públicos deben ser, y en efecto lo son, rígidas y rigurosas pero, al mismo tiempo, la maquinaria engrasada lo suficiente que evite situaciones disparatadas como el caso que protagonizara esta concejala de Telde. Cuando esto ocurre es palmario que algo no se está haciendo bien en aquella casa de todos. Quien ha estado en situaciones similares comprende la angustia por la tremenda dificultad de una servidora pública, honestamente comprometida con su tarea de sacar adelante un área de tanta trascendencia social como es Desarrollo Local, con sus talleres escuela y las labores de orientación. Esto surge entre las dificultades añadidas de todo tipo, y no se maraville nadie si la convivencia y la empatía entre los ediles no es aquella más adecuada, la inmensa mayoría de veces por envidias pueriles y castrantes, resultando aún más descorazonador cuando, como resultado, las zancadillas provienen de los propios compañeros de grupo, que también se da.    

Decimos que es rara avis encontrarnos a una servidora pública, que estaba ahí por vocación de servicio a los demás, sabedora de que ess es el sitio donde se puede realizar esa tarea; profesionalmente cualificada y no dependiente económicamente de un cargo público, al que accedió por pertenecer a un partido que la incluyó en unas listas; persona que trasluce humanidad y una enorme sensibilidad social; que es consciente de lo coyuntural y anecdótico su paso por el cargo público, y lo no traumático que para ella supondrá cuando tenga que dejar el cargo, hoy, en la oposición, porque le espera su verdadera vocación, que es ocupar de nuevo las aulas e impartir sus clases.

Lo contrario de quien se mete en política como un refugio vital, sobre todo para resolver económicamente su porvenir. Esta clase de políticos es la que más daño hace a los partidos y al sistema democrático: los don nadie, que se aferran a las canonjías, a la cuchipanda, convertidos en adláteres de los que detentan y manejan en su beneficio los resortes del poder. Esta señora concejala de Telde para mí es el paradigma de lo que debe ser un político: vocacional servidor de lo público; nunca un político que se lo debe todo a la política, y en cuyo DNI pueda leerse: profesión, político.   

* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana

ERASMO QUINTANA RESEÑA