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jueves, 28 de marzo de 2024 09:57h.

Los Oramas entre la oligarquía tinerfeña: un registro provisional - por Agustín Millares Cantero

 

FRASE MILLARES

Los Oramas entre la oligarquía tinerfeña: un registro provisional - por Agustín Millares Cantero, historiador *

Las funciones propias de un ramal de la familia Oramas en el seno de la oligarquía tinerfeña, asunto de múltiples proyecciones, deben interesar a la historiografía canaria por importantes motivos. El principal de ellos es que su estudio confirma las tesis del maestro Tuñón de Lara sobre el bloque de poder oligárquico dominante en la sociedad española, poniendo una vez más en cuestión los enfoques postmodernistas que buscaron suplantar el ascendiente de la riqueza por el de una influencia desligada de la propiedad de los medios de producción y distribución.

La élite que emana de dicho bloque niega cualquier validez, en términos históricos, a ese predicamento que se ha dado a la supuesta “clase política” sin el menor soporte empírico, y corrobora la fusión de intereses agro-mercantiles e industriales con diversos cargos de tipo institucional. Los Oramas constituyen también otro exponente de la utilidad del recurso a la genealogía para aprehender mejor las conexiones entre los oligarcas y las secuencias generacionales que los encumbraron.

En torno a los orígenes: del Antiguo al Nuevo Régimen

Oriunda de San Juan de la Rambla, la línea familiar que nos incumbe despegó a principios del siglo XIX con un labrador acomodado, Pablo Oramas Quevedo, alcalde pedáneo del lugar y yerno de un teniente coronel de Milicias Provinciales que fue caballero de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Allí nació igualmente uno de sus vástagos, José Oramas y Hernández-Bautista, quien casó en julio de 1855 con una lagunera de buena estirpe, hija del doctor en Derecho y gran propietario Domingo Bello y Lenard.

Este segundo Oramas adquirió un censo de los propios de La Laguna y es muy probable que realizara otras compras durante las Reformas Agrarias Liberales. Su primogénito nació el 18 de mayo de 1856 en Santa Cruz de Tenerife y enlazó con una de sus primas carnales de la peña ricachona de los Díaz-Llanos. El matrimonio residió alternativamente en La Laguna y en la misma capital provincial[i].

Durante la primera Restauración borbónica, José Oramas Bello consolidó el papel del linaje en la economía y la política de la isla picuda. Concejal lagunero entre 1879-1883 bajo etiqueta conservadora, era al acabar el Ochocientos un multifundista rural y urbano, sobre todo en los municipios de La Laguna y Santa Cruz. En el Camino de San Diego de aquella jurisdicción dispuso de una “preciosa quinta” y en varios de sus predios ensayó el cultivo del tabaco por entonces.

Al instalarse en marzo de 1900 la Cámara de la Propiedad Agrícola de Tenerife, ocupó la presidencia de su primera junta directiva y aún en 1927 desempeñaba igual cargo en la sección lagunera. También dueño de estanques y galerías, desde 1902-1905 figuró entre los mayores contribuyentes de La Laguna y en la capital llegó a ser coheredero de la sociedad de aguas La Esperanza en los años veinte. Ostentando la delegación de las Cámaras Oficiales Locales Agrícolas, accedió a vocal propietario del Consejo de Fomento en 1924[ii].

ORAMAS GENEALOGÍA

El tercero de estos Oramas ofreció al ayuntamiento capitalino en marzo de 1912 la permuta de una de sus fincas por igual cantidad de tierra en el Barranquillo del Aceite, al objeto de facilitar el ensanche del Camino de Salamanca. Tras el preceptivo concurso, el real decreto de 3 de enero de 1923 autorizó al ministerio de Hacienda que se le comprasen 5.517 metros cuadrados de superficie en la Rambla 11 de Febrero, al valor de 15 pesetas cada uno, con destino a la edificación del Instituto Provincial de Higiene.

Como apoderado de Pedro Rodríguez Sierra, fue autorizado en agosto de 1929 para construir una explanada y almacenes con muelle de usos comerciales en la zona marítima del Puerto de La Luz. Uno de sus grandes empeños había consistido en dar a sus hijos “esmerada educación” y hasta los acompañó a Madrid en algunas ocasiones[iii].

Larga trayectoria de los Oramas y Díaz-Llanos: del caciquismo de la Restauración a la autarquía franquista

La prole del hacendado José Oramas Bello no defraudó en absoluto sus expectativas. Un abogado, un ingeniero de Montes y un profesor mercantil, ayudante numerario de la Escuela Superior de Comercio, significaron excelentes bazas a la hora de fortalecer los estatutos personales y familiares, que los himeneos de las partes masculina y femenina vinieron a reforzar.

En la mansión lagunera de un coronel retirado de Infantería, Francisco Pérez Martel, se verificaron en diciembre de 1917 las bodas conjuntas del letrado Antonio y de su hermana Dolores: él con una prima también de cepa adinerada y ella con un capitán de Artillería natural de Mahón y destinado como teniente en 1912 a la Batería de Montaña de La Laguna, Ramón Hernández Francés, en adelante estrecho colaborador del suegro en lides económicas. A las pocas semanas, en enero de 1918, María de la Candelaria Oramas y Díaz Llanos contrajo nupcias con el gran propietario agrícola César Peraza Martín, vicecónsul de los Estados Unidos y titular de una finca de casi 84 hectáreas entre Granadilla y Vilaflor.

Los enlaces de postín se repitieron en 1923. El ingeniero Leoncio desposó al arrancar el año, en el Puerto de la Cruz, a una dama cuya mamá era hija de un exalcalde del término y hermana del parlamentario conservador Andrés de Arroyo y González de Chaves, otrora diputado provincial y primer teniente de alcalde de Santa Cruz, incurso por casamiento en el tropel oligárquico de los Yanes Volcán-Rodríguez Quegles, amalgama de negocios y alta política entre palmeros, tinerfeños y grancanarios.

En septiembre, por último, casó el profesor mercantil José con una señorita ligada por vía materna a los marqueses de la Quinta Roja y con un hermano yerno de los condes del Palmar. La descendencia de José Bello Oramas que conviene referir, en suma, había urdido una tupida red de nexos colaterales en el transcurso de la crisis del sistema canovista, ya claramente adelantada por las ligaduras con los Díaz-Llanos mucho antes[iv].

La más rutilante estrella de los Oramas y Díaz-Llanos fue sin duda Leoncio, nacido en La Laguna el 30 de octubre de 1891 y doctorado en la Escuela Superior de Montes de Madrid, en la cual ingresó en septiembre de 1913. Al margen de sus dedicaciones periodísticas y literarias, el ingeniero laboró como agente exclusivo de numerosas marcas nacionales y extranjeras, atendiendo especialmente al sector de la automoción: autocamiones Traffic, motores de aceite crudo Avance y Asea, ruedas Morand, cojinetes Timken, cintas de freno Raybestos, baterías Kaw, motocicletas Ner-a-car, bujías Bosch, molinos de piedra La Ferté, equipos eléctricos Delco-Light, neveras Frigidaire, aparatos de alumbrado de gas Gazanoi, bombas Worthington, cubiertas Hood, radios Philco, relojes Zenith y etcétera. El representante e instalador de maquinaria en general, con las oficinas en Santa Cruz, desempeñó la vicepresidencia 2ª del Real Club Tinerfeño en 1922-1923 y había sido presidente y secretario de la Sección de Ciencias del Ateneo de La Laguna en 1920-1922.

Los hermanos Antonio y Leoncio Oramas se vincularon políticamente a la tertulia caciquil de los conservadores datistas o idóneos que tuvo dentro de los caudillos principales a uno de sus primos, Martín Rodríguez de Azero y Díaz-Llanos, terrateniente que llegó a disfrutar de 304 fincas con 5.187,85 hectáreas en seis demarcaciones municipales, un 98% en las de Arico, Fasnia y Granadilla. Este cacique sureño acaparó una de las actas al Cabildo Insular por el partido de Granadilla entre 1913-1921 y ejerció la vicepresidencia de la corporación en 1916-1917.

Siempre por el artículo 29 de la Ley Electoral de 1907, es decir, sin elecciones directas, entraron en la institución sus parientes y colaboradores. El abogado Antonio lo hizo también por el partido de Granadilla desde 1916 a 1923, compartiendo plancha en tres oportunidades en el poderoso deudo. Lo siguió el ingeniero Leoncio por el partido de La Laguna entre 1920-1923. Ambos fueron vocales de la comisión permanente, donde al primero reemplazó el segundo.

Desde el Cabildo le tocó ejercer al consejero Leoncio una de las vocalías de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz y actuar de inspector del Hospital de Nuestra Señora de los Dolores de La Laguna, dos de sus múltiples quehaceres. En otro orden de cosas, Antonio representó al ayuntamiento de Garachico en la asamblea anti divisionista del 30 de enero de 1919 y, en abril de 1921, recibió el nombramiento de catedrático interino de Derecho Civil Español de primer curso en la Sección Universitaria, ratificado por real orden de 21 de septiembre; a los dos meses opositó sin fortuna a la titularidad.

Los cabildantes Oramas estuvieron, según parece, involucrados en uno de los pucherazos caciquiles tan propios del sistema restaurador. Luego de ganar su primo Martín Rodríguez de Azero la elección de diputado a Cortes por El Hierro en diciembre de 1920, se procesó a tres de sus amigos políticos en la isla por robo y falsificación del acta en el colegio del Mocanal, hasta resultar encausados los “señores electoreros” Oramas casi dos años más tarde. La justicia no logró acreditar los delitos que les imputaba[v].

Entre los admiradores de la Dictadura de Primo de Rivera estuvieron los Oramas y aquí sobresalió el ingeniero Leoncio muy particularmente. Cabo del Somatén de Canarias en Santa Cruz de Tenerife y adscrito a la Unión Patriótica, el partido oficial, logró varias prebendas de sus correligionarios. En abril de 1924 le adjudicó el Cabildo Insular las obras del tendido telefónico de 35 pases entre la subcentral de Güímar y Arafo, por un tipo de 23.851 pesetas y culminadas en noviembre de 1925, en tanto el ayuntamiento de Santa Cruz le asignó el deslinde y amojonamiento de montes comunales en junio de 1926.

El principal beneficio lo recibió en enero de 1927, cuando se le distinguió como ingeniero-director de las Concesiones de Transportes Mecánicos de Pasajeros de Tenerife y puso en marcha los servicios. Igualmente auxilió en calidad de apoderado al adjudicatario de la línea del norte (de Santa Cruz a Buenavista), Carlos Hernández de León, futuro constructor y propietario del Hotel Palace en la santacrucera Plaza de la Iglesia. La sociedad de este tuvo que neutralizar las oposiciones al monopolio que encabezó el Real Automóvil Club de Tenerife. Después de una prórroga concedida por la Junta Provincial de Transportes, realizó las pruebas iniciales del trayecto Santa Cruz-La Orotava en enero de 1928[vi].

Inmediatamente traspasó la concesión el señor Hernández a Leoncio Oramas y el ingeniero-director hizo posible que se fusionasen los beneficiarios de las líneas todas en la Compañía de Transportes de Tenerife, con una flota de 54 guaguas y una plantilla de 152 empleados en 1931. Se concedió en 1932 a distintos capitalistas la explotación de las cuatro rutas existentes, a título de arrendamiento por diez años prorrogables, y los Oramas captaron de modo específico la vía de Santa Cruz-La Laguna, la de mayor rentabilidad. Siendo los accionistas mayoritarios de “La Exclusiva”, así llamada popularmente en tono crítico, fue su director-gerente hasta la Guerra Civil el capitán Ramón Hernández Francés, ya desde julio de 1929 vocal suyo en la Junta Provincial de Transportes.

Suegro y yerno serán los grandes propulsores de la firma y el segundo, delegado de la Compañía Classa de Aviación y ascendido a comandante en abril de 1930, ofició de contador y secretario de la Federación Patronal de las Islas Canarias entre 1932-1936. Los cuestionamientos antimonopolísticos de la Segunda República, a cargo de los taxistas de la Asociación de Propietarios de Vehículos de Tracción Mecánica, acabaron deshechos ante la cobertura de los republicanos radicales. La transformación del conglomerado en una sola entidad, Transportes de Tenerife, S.L., tuvo lugar el 19 de agosto de 1942 bajo el predominio del gremio de los Oramas y Díaz-Llanos[vii].

El régimen del marqués de Estella otorgó además a Leoncio Oramas el cargo de ingeniero jefe de Montes o del Distrito Forestal de la Provincia de Santa Cruz de Tenerife en abril de 1929, obedeciendo al plan de reorganización de los servicios forestales que desplegó Octavio Elorrieta y Artaza desde la Dirección General de Montes. De sus dos hermanos, el abogado Antonio vino a ser decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Laguna y el perito-profesor mercantil José acabó por incorporarse a la política institucional, al asumir el acomodo de regidor del ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife durante toda la Dictadura y hasta noviembre de 1930.  

Este último, teniente de la Reserva Territorial de Canarias, se había graduado contador de Comercio en el Instituto General y Técnico de Canarias en junio de 1903 y seguidamente obtuvo el título de profesor mercantil en la Villa y Corte. Ayudante interino de la Escuela Superior de Comercio en noviembre de 1906, ganó la plaza de numerario en octubre de 1908 y de la Escuela homónima de Gijón pasó a la de Santa Cruz en enero del siguiente año. En 1934 operó como vicesecretario de la Sección de Intereses Materiales de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife y, junto a Leoncio, tuvo amillaradas 55,3 hectáreas en La Laguna en 1945-1946; el ingeniero, entre otros muchos bienes muebles e inmuebles, poseyó un edificio en la Plaza Doctor Olivera[viii].

Nadie inquietó al ingeniero jefe de Montes a lo largo de la Segunda República, gracias otra vez a las bendiciones del republicanismo de derechas hegemónico en las Islas Occidentales hasta febrero de 1936. Las simpatías de los borbónicos Oramas confluyeron a partir de la primavera de 1932 en una de las formaciones políticas más retrógradas del momento, Acción Popular Agraria, crisol de la oligarquía tradicional, al cabo de haber sostenido en junio de 1931 la elección a las Cortes Constituyentes del agnado político Andrés de Arroyo, a la sazón consejero de la Compañía Transmediterránea.

Los golpistas del 18 de Julio disfrutaron de las asistencias de los Oramas y Díaz-Llanos a través de la milicia de Acción Ciudadana, los generosos donativos y las prestaciones gratuitas de la Compañía de Transportes. A su coetáneo director-gerente Leoncio, vocal nato de la Cámara Oficial Agrícola de la Provincia en 1935-1936, lo embutieron los militares facciosos en la comisión gestora del Cabildo Insular durante la Guerra Civil, hasta ser destituido por salvaguardar impúdicamente a “La Exclusiva” en sus pugnas con el tranvía insular. De todas formas trajinó como vicepresidente de la Comisión de Iniciativas, técnico de la Junta Provincial del Paro Obrero y secretario del Patronato de los Aeródromos de Tenerife. El 21 de noviembre de 1936 había leído en Radio Club la conferencia España, eterno Quijote, impresa por Tipografía Nivaria, un cántico a los fundamentos ideológicos y los valores de la reacción ultraconservadora.

ORAMAS ADSCRIPCIONES POLÍTICAS

Afiliado a Falange Española Tradicionalista y de las JONS en enero de 1938, a la sombra del proceso de fascistización común a todas las derechas insulares, el ingeniero jefe de Montes cooperó de forma entusiasta con el franquismo de la “etapa azul”. Los nacional-católicos le entregaron en agosto de 1948 la jefatura interina del Distrito Forestal de Las Palmas y así acaparó la delegación regional por varios años. Desde 1934 proyectó el Parque Nacional del Teide y, una vez constituido, fue vocal de su Patronato en 1956, haciéndose con la secretaría el sobrino José Antonio Oramas Martín-Neda, otro ingeniero de Montes y encumbrado a la colocación del tío después de jubilarse este en octubre de 1961, una década antes de expirar[ix].

Bajo la guía del segundo Leoncio: del tardofranquismo a la Transición democrática

El cruce desde el tardofranquismo a la Transición democrática del entramado lo condujo ante todo Leoncio Oramas Tolosa, sujeto de bastante mayor complejidad que su padre. Vino al mundo en Santa Cruz de Tenerife el 30 de junio de 1925 y se licenció en Ciencias Económicas por la Universidad de Madrid, saltando a la vida pública en el ecuador de los sesenta. Dotado de enorme capacidad para los negocios, acometió una serie de iniciativas empresariales que lo ubicó entre el núcleo más dinámico de la plutocracia insular. La transferencia familiar de las inversiones originarias de la agricultura a la industria y los servicios alcanzó gracias a él sus máximas cotas.

En política lo fue casi todo y se labró un prestigio que trascendió los entornos afines. Monárquico y católico posconciliar, estuvo sin embargo al servicio de la Dictadura franquista a lo largo de casi un decenio y brindó apoyos a la segunda Restauración borbónica. A semejanza del monarquismo, la profunda religiosidad venía de familia: madre hermana del Gran Poder de Dios del Puerto de la Cruz y padre esclavo de la Real y Pontificia Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna, congregación que el hijo llegó a presidir. Su fallecimiento en Madrid el 10 de julio de 1986 a los 61 años, víctima de una dolencia hepática, privó a la derecha isleña de uno de sus grandes valedores.

Analizar los ejercicios empresariales en que mediaron los Oramas Tolosa rebasa los límites de estos apuntes. La diversificación inspiró el norte de la nueva camada, arrancando de las directrices de los ancestros. Un pariente atrapó la concesión de la Central Lechera hacia 1956 y Leoncio Oramas y Díaz-Llanos terció en la actividad por conducto de Transportes de Tenerife, S.L., la asociación matriz. El retoño de igual patronímico formó el grupo inversor que dio origen en noviembre de 1960 a Industrias Lácteas de Canarias, S.A. (ILTESA), cuyas labores de pasteurización y envasado de leche empezaron en julio de 1961.

Dos años después montó ILTESA la inaugural planta de elaboración de yogur en las Islas y al poco era líder en el sector de productos lácteos frescos. Las negociaciones con la rúbrica DANONE las inició en 1971 el propio Leoncio Oramas Tolosa, director general, y culminaron en 1974 al surgir la fusión de ILTESA-DANONE, beneficiada por la legislación del Régimen Económico y Fiscal (REF), los favores de la administración y las subvenciones variopintas. De 1977 a 1984 duplicó el número de trabajadores, alcanzando los 225, y rondaba los 300 en 1991.

Si el economista Leoncio Oramas fue el gran arquitecto de ILTESA, el gestor por antonomasia será Francisco Javier, el benjamín del clan. Nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1934, terminados los estudios de perito agrícola pasó a especializarse en industrias lácteas en el Reino Unido y en 1958 se incorporó como técnico a la Central Lechera, casando con la hija de un teniente general. A Leoncio lo reemplazó en la dirección general de ILTESA e ILTESA-DANONE hasta 1993, para servir a continuación de presidente-consejero durante el resto de su vida.

En el Cabildo Insular acompañó Francisco Javier a su hermano Leoncio en las dos últimas corporaciones franquistas y solo evacuó el asiento dos años después de renunciar este a la vicepresidencia. Hombre de la UCD, es considerado el principal de los cofundadores de la Asociación Industrial de Canarias (ASINCA) en 1978 y, en concepto de presidente de la junta directiva provincial de Santa Cruz de Tenerife, profesó de secretario, vicepresidente y presidente regional por más de tres lustros. De 1996 a 2001 presidió el Consejo Económico y Social de Canarias. Al lado de Leoncio y otros de los suyos participó en inversiones de tipo alojativo, urbanístico o comunicacional, y ya había estado en la cúpula del Patronato Insular de Turismo en los setenta[x].

ORAMAS EMPRESAS

Los compromisos de Leoncio Oramas II con la Monarquía arrancaron muy pronto. Impulsado por la tradición hogareña, mientras estudiaba la carrera en Madrid sostuvo tratos con los residuos de la sociedad cultural Acción Española, disuelta formalmente a raíz del Decreto de Unificación de abril de 1937, conociendo “a grandes personalidades monárquicas”. Según narró transcurrido mucho tiempo, su primer contacto personal con Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, se efectuó tras publicar este el Manifiesto de Lausana el 19 de marzo de 1945.

La plena definición como “monárquico de pensamiento y de actuación”, latiguillo que repetirá a menudo, sobrevino en 1964, al dimitir José María de Areilza y Martínez de Rodas, conde de Motrico, del puesto de embajador en Francia por diferencias con el régimen y ser investido secretario del Consejo Privado de Don Juan en Estoril. A dicho sanedrín fue incorporado el economista isleño en unión de otros paisanos (Diego Cambreleng Mesa, Miguel García Lorenzo, Carlos Alonso Lamberti, José Joaquín Díaz de Aguilar y Agustín Manrique de Lara y Bravo de Laguna). Dos veces al año visitaba al heredero de Alfonso XIII junto a “otros amigos” [xi].

Igual que en otras latitudes, los juanistas canarios eran pírrica minoría de notables sin organización y muy restringidas o nulas actuaciones esporádicas, sujeta a conciliábulos irrelevantes por norma. El trío de fervientes seguidores tinerfeños que escoltaron a Don Juan y a su consorte, en la visita de enero de 1968, lo integraron Leopoldo de la Rosa Olivera, secretario del Cabildo Insular y profesor de la Universidad de La Laguna, el multifundista y exdocente universitario Ildefonso Salazar de Frías y del Hoyo Solórzano, X conde de Siete Fuentes, y el empresario Leoncio Oramas Tolosa, en cuya mansión lagunera del Cercado del Marqués hubo cenáculos de opositores heterogéneos con vigilancia policial.

Es frecuente atribuir en política al segundo de los Leoncio Oramas un espíritu liberal y una actitud respetuosa frente a los adversarios ideológicos. Desde luego acreditó dicho talante flexible en la directiva del Ateneo de La Laguna y en la presidencia del Casino Principal de Santa Cruz durante los años sesenta, concurriendo a organizar las disertaciones de prestigiosos demócratas en ambas tribunas. Al contrario que su progenitor, jamás se afilió al Movimiento Nacional y no es legítimo proferir que haya sido un franquista recalcitrante y fanático. Otra cosa es esconder sus notorias complicidades con la Dictadura del Caudillo en los tramos últimos, lo cual justificó argumentando que Areilza y “las más altas instancias monárquicas” le dieron autorización a propósito[xii].

Nuestro personaje será de 1968 a 1975 consejero, vicepresidente y presidente accidental e interino del Cabildo Insular de Tenerife, en corporaciones presididas por José Miguel Galván Bello, Andrés Miranda Hernández y Rafael Clavijo García. La representación en la Mancomunidad Interinsular de Cabildos de la Provincia, de la que fue presidente en circunstancias puntuales, reportó al también consejero de la Caja General de Ahorros vocalías en la Junta Interprovincial de Arbitrios Insulares, la Junta Económica Interprovincial y el Consejo Económico-Social Sindical. Asimismo perteneció a la X y final “legislatura” de las Cortes Españolas, electo el 26 de octubre de 1975 procurador por la Administración Local debido a su condición de primer munícipe de Santa Cruz, tras dimitir Ernesto Rumeu de Armas, desde el 20 de junio.

Los concejales santacruceros, a petición del alcalde Oramas, guardaron el 26 de noviembre de 1975 un minuto de silencio “en memoria de la figura de Franco y, también puestos en pie, aplaudieron por el acuerdo de inquebrantable adhesión a su Majestad el Rey”. Las esperanzas en el reformismo de Carlos Arias Navarro desaparecieron al avanzar 1976 y el plutócrata optó porque Areilza presidiera el gobierno. En septiembre-octubre intervino en la fundación del Partido Popular del conde de Motrico y Pío Cabanillas, germen del Centro Democrático de enero de 1977. Lo abandonó en marzo por los vetos de Adolfo Suárez González hacia Areilza y se mantuvo “en una posición de congelación”. No obstante, en la alcaldía hasta junio prestó auxilios a la Unión de Centro Democrático en las primeras elecciones democráticas y celebró entusiásticamente su victoria[xiii].

El cese voluntario del alcalde Oramas el 6 de junio de 1977 derivó de las complicaciones en Transportes de Tenerife, S.L., procedentes de las agitaciones que situaron a los guagüeros del monopolio en la vanguardia del obrerismo insular. Las iniciales protestas de los operarios en 1962 se repitieron en 1964 y, al año siguiente, estalló una huelga de cuatro días en demanda de un convenio colectivo que recogiera mejoras salariales. El interlocutor patronal, el propio Leoncio Oramas, no se caracterizó aquí precisamente por sus conductas tolerantes al bloquear las tentativas de arreglo y repeler la transformación de la empresa en cooperativa. Los aumentos lineales de las pagas, en suma, fueron resarcidos mediante la elevación de tarifas a los usuarios.

Con las renovadas orientaciones de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), los guagüeros tornaron a la lucha en noviembre de 1970 y ahora se trató del conflicto laboral más intenso del franquismo en la isla. Las dos semanas de huelga de los 1.200 trabajadores y los encierros de un buen número, inicialmente en la ermita de San Sebastián y por fin en la parroquia de La Concepción, persiguieron el alza del salario base de 120 a 325 pesetas diarias e inéditas reivindicaciones sociales. Frente a la difundida intransigencia de los Oramas irrumpieron diferentes muestras de solidaridad, particularmente en la Universidad de La Laguna. A finales de mes, una norma de obligado cumplimiento satisfizo parte de las exigencias de los huelguistas y las represalias pusieron en la calle a una treintena; la Magistratura del Trabajo en Santa Cruz declaró improcedente el despido y en Madrid ganaron los patrones el recurso en contra.

A los empresarios de la concesionaria de los transportes interurbanos se les ungió como las bestias pardas del capitalismo tinerfeño y la mala reputación cobró fuerza en los tres contenciosos encadenados de 1977, en medio de los cuales sobrevino la renuncia del alcalde juanista. La representación empresarial, esta vez a cargo de Francisco Javier Oramas Tolosa y José Buenaventura Hernández-Francés Oramas, venidero presidente y consejero delegado de ILTESA-DANONE, argumentó la situación deficitaria para interrumpir las negociaciones del convenio y solo la reducción de las peticiones obreras, después de interrumpirse el trabajo del 18 al 25 de enero, hizo posible su firma. Muy significativamente, la empresa presentó la suspensión de pagos el mismo día en que dimitió el alcalde Oramas, dispuesto a volcarse sobre la gerencia y el comité de intervención.

Los magnates del colectivo oramista se habían decantado por abdicar de la concesión, debido a los insuficientes márgenes de beneficios y las deudas acumuladas de unos 300 millones de pesetas. En síntesis, las exégesis de los asesores obreros explanaron móviles con visos de realidad: las bajas retribuciones permitieron a los Oramas, durante 40 o 35 años, transferir fondos desde la empresa concesionaria a otras más rentables, y la sobredimensión de la plantilla, los fallos en la gestión y las conquistas de los trabajadores los indujeron a descapitalizarla y prescindir de la “joya de la corona”. Incumplido el pacto del 25 de enero, la conflictividad laboral rebrotó del 12 de junio al 3 de julio con diversas acciones callejeras y la jornada electoral sirvió de excusa a la militarización de los servicios.

El restablecimiento de la normalidad quebró en septiembre por la inobservancia del novel ajuste y los adeudos en salarios y horas extras, pues los gerentes destinaron los subsidios gubernativos especiales al pago de acreedores. Las divisiones sindicales entraron en liza antes y durante la huelga indefinida principiada el 12 de octubre: de los 959 empleados, estaban adscritos 827 al Sindicato Unitario Obrero del Transporte (SUOT) y respaldaban las posiciones asamblearias a favor de la convocatoria; la minoritaria Unión General de Trabajadores (UGT) se opuso y alentó sobre todo el esquirolaje entre el personal de oficina. Los autogestionarios del SUOT reprocharon a la gente del PSOE-UGT connivencias con los Oramas y los socialistas a sus detractores ser instrumentos del Sindicato Vertical[xiv].

El último paro laboral de Transportes de Tenerife, S.L., duró más de un cuatrimestre y fue el principal catalizador de la huelga general del 12 de diciembre de 1977, que reportó la muerte del universitario Javier Fernández Quesada por tiros de la Guardia Civil. Hasta fines de noviembre hubo, aparte de una manifestación muy concurrida, alteraciones múltiples del orden público (cortes de tráfico, piquetes contra guaguas, desalojos, apedreamientos, cargas policiales y demás), saldadas con heridos y contusionados. La creación de una empresa pública había sido prevista meses atrás y el consejo de ministros la aprobó el 12 de enero de 1978, naciendo así Transportes Interurbanos de Tenerife, S.A. (TITSA), con un 85% del capital de la RENFE y un 15% del Cabildo Insular.

ORAMAS INSTITUCIONAL

Las correlaciones protocolarias con Areilza del exalcalde Oramas, ahora vicepresidente de la Caja General de Ahorros, subsistieron bajo la “congelación” política. En marzo de 1978, cuando aquel acudió a presentar Acción Ciudadana Liberal en Tenerife, este apareció entre los cicerones. Pero no siguió su rumbo hasta la Coalición Democrática de 1979 y en mayo algunas voces lo requerían para ser líder la UCD provincial. Otro tanto ocurrió en septiembre de 1981 con la presidencia de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz, que a pesar de los sustentos empresariales rechazó para no bregar con los mismos sindicalistas que se le enfrentaron en la concesionaria de transportes.

A la altura de diciembre fue vocal de la junta rectora de la Fundación para el Progreso y la Democracia que encabezó Jesús de Polanco, inclusión natural de quien llegó a ser el único accionista canario del rotativo El País a comienzos de 1974[xv]. En el verano de 1982 aún se incluía su nombre entre los hipotéticos “hombres de Suárez” en la provincia. El descalabro de la UCD en las terceras elecciones generales de octubre, no tan intenso en las Islas, trajo consigo el resurgir insularista que avivó y capitalizó en 1983 la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI). La patronal más canarizada transfirió a ella los favores que había prestado a los centristas y los arrimos fundamentales en el medio urbano procedieron por antonomasia de las asociaciones vecinales de Santa Cruz.

Quien había sido desde la alcaldía el mentor y artífice del Plan de Barrios e inculcaba en altas dosis la línea editorial de Diario de Avisos (CANAVISA), jugó un rol importante, a plena luz o desde la trastienda, en la génesis y consolidación del insularismo ático. Los animadores de la Agrupación pensaron ensamblarla inicialmente con la operación reformista y Manuel Hermoso Rojas apostó por rescatar a “pesos pesados” de la derecha y del centro. Hubo especulaciones que situaron a Leoncio Oramas en las candidaturas de los “independientes” al Parlamento de Canarias o al Cabildo, y hasta se le agregó a la comisión gestora de la coyunda ATI-Reformistas[xvi].

Muy lógico era que los Oramas, con el faro del “patriarca” Leoncio, estuvieran hechizados por el Partido Reformista Democrático de Antonio Garrigues Walker y la operación Roca, ambas aventuras financiadas por la CEOE. En un artículo de marzo de 1985, “el gran hombre de empresas” defendió la necesidad de la alianza entre “la derecha liberal y moderna” a niveles insular, provincial y regional, “una coalición viable que agrupara los partidos políticos de independientes y los de inspiración liberal, democristiana y socialdemócrata”. Se trataba, en definitiva, de reconstruir ese partido bisagra que había capitaneado Adolfo Suárez e integrarlo en un proyecto nacional[xvii].

Estas fueron, al parecer, las recomendaciones que señaló en octubre del mismo año ante el cónclave primigenio de la Federación Regional de Agrupaciones Independientes de Canarias (FRAIC), rebautizada como Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC) en abril de 1986. Unas sugerencias ancladas igualmente en el tinerfeñismo irredento de viejo itinerario, pues el guía de los Oramas suministró a partir de 1982 muchas de las claves del lema “Salvar Tenerife” y del consiguiente rebrote de las pugnas con Las Palmas en que se asentó básicamente el discurso ático. El buen olfato resguardó a nuestros “independientes” de naufragar en la debacle reformista de las elecciones generales de junio de 1986. Y Leoncio Oramas Tolosa expiró al mes siguiente.

La irrupción femenina: una historia en curso

Las conclusiones definitivas de mi registro provisional sobre los Oramas, una parentela que acopla superlativamente la economía y la política, han de quedar en suspenso por imperativos del guion. Una señora las impide en sus justas proporciones hoy por hoy. Las mujeres de los Oramas tuvieron solo un protagonismo subsidiario y dependiente de los hombres en la cosa pública, conforme a los estándares de las épocas respectivas. Apenas las misiones religiosas y humanitarias las ocuparon fuera de los hogares. Dicha tónica se rompió con Ana Oramas González-Moro, quien por lo demás ha superado de calle a los ancestros masculinos en la dimensión alcanzada por sus cometidos institucionales.

Hija de otro economista y directivo de Transportes de Tenerife, S.L., entre las amistades apodado el Monsieur, y de una culta dama gallega, también monárquicos de Don Juan, la previsible licenciada en Ciencias Económicas muestra un palmarés en verdad impresionante y todavía inconcluso (Figura 4). El tío Leoncio, soltero que vivió en casa de sus padres hasta fenecer, implicó evidentemente un buen maestro, el de mayor envergadura y proximidad[xviii]. Ninguna fémina en la Historia de Canarias ha llegado tan lejos como ella en el mundo político y nadie posee en su seno un bagaje familiar tan amplio a sus espaldas. Desde las Juventudes de la UCD desembarcó en la ATI y en la ATI-AIC y de aquí transitó al nacionalismo (mejor, paninsularismo) de la Coalición Canaria de marzo de 1993. Los cuarenta años que lleva metida en estos ajetreos distan de haber concluido y no hay que descartar la aparición de nuevos fichajes dentro o en los aledaños de una saga con dos siglos de trayectoria en la derecha. Sea como fuere, esa es una historia que otros u otras deberán contarnos.

 

LEONCIO ORAMAS Y DÍAZ LLANOS

El ingeniero Leoncio Oramas y Díaz-Llanos

 

LEONCIO ORAMAS TOLOSA

El economista Leoncio Oramas Tolosa

 

ana oramas

La economista Ana Oramas

Agustín Millares Cantero


[i] José PERAZA DE AYALA: “Familias del primitivo solar canario”, en Revista de Historia, Tomo IV, La Laguna, 1930-1931, pp. 26-29; Juan RÉGULO (Editor): Nobiliario de Canarias, Tomo I, La Laguna, 1952, pp. 934-935; y Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 30-IX-1867.

[ii] La Luz, 10-XII-1899; La Región Canaria, 10-III-1900 y 7-X-1903; Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 5-III-1902 y 6-III-1905; El Tiempo, 28-VI-1906; y El Progreso, 13-V-1924.

[iii] La Opinión, 20-III-1912; Gaceta de Tenerife, 16-I-1923; y La Provincia, 25-VIII-1929.

[iv] Gaceta de Tenerife, 15-XII-1917, 4-I-1923 y 7-IX-1923; RÉGULO (Editor), op. cit., pp. 764-766 y 932-935; José Manuel RODRÍGUEZ ACEVEDO: Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936), Santa Cruz de Tenerife, 2009, Tomo I, p. 220 y Tomo II, p. 60, n. 73; y Agustín MILLARES CANTERO: “Oligarcas contra ciudadanos”, en MILLARES CANTERO, A. y otros (Directores): Historia Contemporánea de Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 2011, pp. 289-291.

[v] RÉGULO (Editor), op. cit., La Laguna, 1967, Tomo IV, p. 133; RODRÍGUEZ ACEVEDO, op. cit, Tomo II, pp. 217 y 290; Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 13-II-1920 y 15 y 29-XII-1920; El Progreso, 21-XII-1920; Diario de Las Palmas, 12-IV-1922 y 21-X-1922; La Mañana, 11-VI-1922; y Eco del Magisterio Canario, 15-X-1922.

[vi] Gaceta de Tenerife, 13 y 26-IV-1924 y 3-VIII-1924; El Progreso, 15-VI-1926, 12-III-1927 y 23-I-1928; Carlos Hernández de León, “El monopolio de transporte de pasajeros. Al país, a las corporaciones oficiales y a la Junta de Turismo”, La Prensa y Gaceta de Tenerife, 6-V-1927; Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, 12-IX-1927.

[vii] Gaceta de Tenerife, 6-VII-1929; Gran Canaria, 1-VII-1931; Ramón Hernández Francés, “El asunto de los transportes”, Hoy, 30-I-1934 y 15-XI-1934; Gilberto Alemán, “La primera guagua”, Diario de Avisos, 18-VII-1999; y José Manuel Ledesma Alonso, “Así ha evolucionado el transporte público colectivo en Santa Cruz de Tenerife”, El Día, 6-V-2017. Confróntense los numerosos errores de José Luis Morales, “El conflicto de Transportes de Tenerife, S. A., detonante para una batalla campal con trágico fin”, Interviú, 22 a 28-XII-1977.

[viii] El Progreso, 8-IV-1929; Diario de Tenerife, 3-X-1908; y Boletín del Comercio y de la Industria, 1-III-1909 y 1-XII-1909.

[ix] Gaceta de Tenerife, 10-VI-1937, 29-I-1938 y 19-II-1938; Diario de Avisos, 12-IX-1956; La Opinión de Tenerife, 29-IX-1999; y Ricardo A. GUERRA PALMERO: La Falange en Canarias (1936-1950), Santa Cruz de Tenerife, 2007, p. 193.

[x] Boletín Oficial del Registro Mercantil, 4-VII-2011, núm. 282802; Diario de Avisos, 27-IV-1984, 2-X-1985 y 7-IV-1995; La Provincia, 30-IX-1989; y Andrés Chaves, “Necrología. Francisco Oramas Tolosa, un hombre de bien”, El Día, 10-XII-2011.

[xi] La Provincia, 10-III-1983; entrevista de Manuel Iglesias, “A tumba abierta”, Diario de Avisos, 12-VII-1982, que sigo en otros puntos; y Leoncio Oramas Tolosa, “Con la venia de Vuestra Majestad”, ibídem, 26-V-1985.

[xii] La Provincia, 12-I-1968; Alberto de Armas García, “Leoncio Oramas, en el recuerdo”, Diario de Avisos, 19-X-1986; Ana María González-Moro, “Anécdotas de don Juan en Tenerife”, ibídem, 11-IV-1993; y la necrológica del conde de Siete Fuentes en ibídem, 2-VI-1993.

[xiii] Índice Histórico de los Diputados, Congreso de los Diputados, consulta en Internet; Diario de Las Palmas, 1-VII-1975; La Provincia, 27-XI-1975; y Diario de Avisos, 2-VII-1976, 7-VI-1977 y 16-VI-1977.

[xiv] Domingo GARÍ: Tenerife en rojo. Luchas obreras en la Transición política, 1975-1977, Valencia, 2010, pp. 111-128 y 134-172.

[xv] Diario de Avisos, 17-III-1978 y 29-IX-1981; y La Provincia, 6-V-1979 y 11-XII-1981.

[xvi] Manuel Iglesias, “El pulso de los días”, Diario de Avisos, 9-VIII-1982, 29-III-1983 y 11-V-1983, además de 30-III-1983 y 9 y 27-X-1983. Véase Agustín MILLARES CANTERO, “Coalición Canaria en las alturas. El pasado  <remoto> de un oportunismo nacionalista y sus miserias presentes”, en Repúblika, Núm. 5, Suplemento especial, Santa Cruz de Tenerife, mayo de 1999.

[xvii] Leoncio Oramas Tolosa, “La primavera de las coaliciones”, Diario de Avisos, 31-III-1985.

[xviii] Andrés Chaves, “José Oramas: economista, monárquico, tolerante y bueno”, ibídem, 31-V-2017.

 

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Agustín Millares Cantero

agustín millares cantero

 

 

MANCHETA 9