Palabras que recuperé en Granada - por Nicolás Guerra Aguiar

 


 

Palabras que recuperé en Granada - por Nicolás Guerra Aguiar *


Desde el catálogo Colección de voces y frases provinciales de Canarias (Sebastián de Lugo, 1846) hasta hoy, el español hablado en Canarias se ha convertido en una de las variedades lingüísticas más estudiadas. Rigurosos trabajos dados a conocer por las universidades canarias (La Laguna, Las Palmas), profesores y otros estudiosos confirman la rápida eliminación de las lenguas aborígenes y la imposición del castellano con sus  dialectos (‘variedades del idioma’) y hablas (‘sistemas lingüísticos de una comarca [...] con rasgos propios’).

Aspirantes a colonizadores del Nuevo Mundo americano -mayoritariamente andaluces- recalan en las islas desde finales del XV, pero no todos dieron el salto: muchos se quedaron y establecieron su residencia debido a los repartos de tierras  acabada ya la conquista de Canarias. Además, durante siglos las relaciones comerciales se establecen con puertos de Huelva, Sevilla, Cádiz…

¿Qué dejaron, entonces, los colonizadores andaluces en Canarias desde el punto de vista lingüístico? Aunque decir “Canarias” es muy arriesgado, generalizo para referirme -elementalmente-  a los planos fonético y léxico. Así, por lo que a la voz se refiere destacan la aspiración de la f inicial latina [jeder, ‘heder’], el seseo [sapato], la igualación -r- / -l- [cardero, Garda]... entre otras características. Y en el léxico siguen presentes andalucismos -algunos hacia su desaparición- como embelesarse (doctor Ortega Ojeda); aulaga [julaga], afrecho, candela, cigarrón, tunera o, según el profesor Zamora Vicente -dialectólogo e investigador-, vieja (pescado), lasca, burgado (ultracorrección: la forma es burgao)...

Pocos días atrás me llamó la atención un gran mural en la Residencia Claret (Granada), cuyo título era “Palabras en desuso de nuestros mayores”. Tal interesante trabajo, ideado por el equipo de terapia ocupacional y la colaboración de varios residentes, reúne un conjunto largo de términos referidos muchos de ellos a la agricultura (garrucha, atroje, espuerta, cuartilla, amocafre...) y, sospecho, desconocidos para la inmensa mayoría de los propios andaluces.

  Como los colaboradores proceden de Almería, Granada y Jaén, algunos son de pueblos y todos peinan canas, deduje que se trata de andalucismos, es decir, de palabras propias tal como, por ejemplo, lo son en Canarias los canarismos gánigo (‘vasija de barro cocido’), gofio (‘harina hecha de millo -maíz-, trigo… tostados’) y baifo (‘cría de la cabra’), términos registrados por el Diccionario Básico de Canarismos (Academia Canaria de la Lengua).

La primera palabra que vi en el mural fue alcuza (definida como ‘para echar aceite’), arabismo generalizado, aunque en países hispanohablantes (y lugares de Canarias) se utiliza vinagreras (pieza con dos frascos para aceite y vinagre), según aclara el Diccionario de la Academia. La inicial al- me llevó a la precipitada y errónea conclusión de que todos los vocablos recogidos en el cartelón eran andalucismos. (Sirva como atenuante, estimado lector, la prisa del momento: leí alcuza, me interesé, fotografié y salí precipitadamente).

 Una vez me detuve en su pausada lectura descubro que algunos de los términos allí recogidos estuvieron presentes al menos en la isla de Gran Canaria, pues fueron vocablos normales del léxico que empecé a conocer desde mi infancia (Gáldar) aunque ya han desaparecido o subsisten arrinconados cada vez con menos usuarios. Son palabras, pues, cuyos significados conozco no por mi condición de profesor de Lengua y Literatura sino por haberlas escuchado en mi pueblo.

Así, me resultaron familiares voces como zaguán (‘entrada a la casa’); dedil (‘para proteger el dedo de la aguja’); corpiño (‘sujetador para apretar la cintura’); alféizar (‘poyo de la ventana’); romana (‘para pesar’); cantarera (‘sostiene los cántaros del agua’); onza (‘porción de chocolate’); aldaba (en el mural tiene el significado de ‘llamador de las puertas’ como dicta el Diccionario académico, pero en mi tierra se refería al ‘gancho para dejar la puerta entreabierta’); enagua (‘falda blanca interior para dar vuelo al vestido’)… y alguna otra dudosa.

Muy pocas de estas, sin embargo, aparecen en distintos estudios con la categoría de andalucismos. Por tanto -cabe la posibilidad de error por mi parte- podrían ser simplemente vocablos recordados y recopilados por los organizadores, lo cual no quita mérito alguno al trabajo realizado. Muy al contrario: aunque casi olvidadas y ya inusuales, resultan curiosa e interesante aportación a la riqueza -inmensa riqueza- del léxico de nuestra lengua, antes de que pasen a la sección de voces en total desuso, el limbo lingüístico.

Y contribuyen, claro, a la función primera del trabajo: la psicomotricidad mental y memorística de quienes fueron propietarios y beneficiarios de ellas, acaso desde su infancia. Pues ya se sabe: almacenados en nuestro subconsciente hay recuerdos cuya recuperación nos relaciona con acontecimientos personales, a veces guardados desde la misma niñez como le sucedió al granaíno García Lorca cuando recupera recuerdos de sus doce años: “Aquellos ojos míos de mil novecientos diez /  no vieron enterrar a los muertos / ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada, / ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar”.

Como ya señalé, el equipo terapeutaocupacional de la residencia estima que los términos del mural son exclusiva propiedad de los mayores, y así parece. Lo mismo sucede con los reconocidos por mí (inusuales ya entre las nuevas generaciones), aunque muchos de ellos permanecen en el Diccionario… Pero, en efecto, son palabras moribundas o definitivamente perdidas (a lo que se refieren ya no existe o no se usa, como la romana) o son sustituidas por otras: es el caso de zaguán, término reemplazado por vestíbulo (el hall de los poliglotados españoles).

Lo cual no crea ningún problema: la lengua española es un ser vivo -tal insistía el doctor Salvador Caja, granaíno y profesor en la Universidad lagunera- pues nació, creció y no muere dada su capacidad para renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Voces de anteayer -como las recuperadas- ya son el pasado, casi todas arcaísmos. Pero diariamente entran otras nuevas… pasajeras o definitivas, ya lo decidirán los hablantes.

No obstante, hay dos peligros: la excesiva entrada de anglicismos… y el desprecio a nuestra lengua de algunos organismos oficiales cuando organizan en Las Palmas, por ejemplo, el “Cosmopolitan Shopping Week” o “LPA Sunday Shopping Party”.

* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar