Pandemia. entre la libertad y la mano dura - por Nicolás Guerra Aguiar
Pandemia. entre la libertad y la mano dura - por Nicolás Guerra Aguiar *
Resulta curioso el comportamiento de ciertos sectores sociales últimamente muy activos en distintos países occidentales como pasó en el barrio de Salamanca, Madrid, y acaba de suceder en Ámsterdam. (Por cierto: ¡cuánta maestría muestran los camareros de la cervecería Berkhout cuando tiran y rasan la espuma de los copones!)
Así, en la capital centroeuropea (a fin de cuentas el norte son Finlandia, Suecia y Noruega) la policía dispersó días atrás una manifestación contra el confinamiento y las medidas anticovid. Los asistentes, desprovistos de mascarillas y agrupados sin control, emulaban a los norteamericanos invasores del Capitolio mientras estos pisoteaban la esencia más pura del sistema democrático, ajenos también a las elementales precauciones sanitarias. (Por nuestras tierras un medio español siembra aparentes asperezas: “El Gobierno impone una vacuna obligatoria e inexplicada”.)
¿Quienes así se comportan son, quizás, rebeldes ante la provisional merma de libertades individuales y colectivas? ¿Acaso acertados visionarios frente a hipotéticas maniobras programadas “desde arriba” para ir minando -en nombre del bien colectivo- elementales derechos conseguidos con sufrimientos, sangre y tragedias humanas? (No perdamos de vista esta hipótesis.)
¿O pertenecen, tal vez, a grupos ideológicamente muy organizados, ayer defensores y consentidores de silencios impuestos por el terror, pensamiento único, prohibiciones, detenciones, condenas carcelarias… con la estratégica apariencia de mártires por la libertad mientras reclaman lo que ellos mismos les negarían a sus oponentes si fueran poder?
¿Descienden, quizás, de algunos abuelos incondicionales de “Dicen los viejos que este país necesita / palo largo y mano dura / para evitar lo peor” (“Libertad sin ira”), versos intencionadamente descontextualizados por el eclesial Hispanidad, melodía anteayer tan tarareada y cantada cuando el pueblo español se echó -¡al fin!- a la calle (1977) mientras reclamaba con Jarcha, a voz en grito, “¡Amnistía, Libertad; Amnistía, Libertad!”?
Pero su partido, gobierno en Andalucía y Castilla – León, esta semana amplió ilegalmente la orden de confinamiento desde las 20:00 horas. Y allá por mayo del 2020 hubo desafiantes y provocadoras manifestaciones ante la debilidad del Gobierno. Los patriotas también salieron a la calle al grito de “¡Libertad libertad!” frente al intento de imposición de la dictadura proletaria, sector socialista-comunista-bolivariano-maoísta-persa.
La cuestión planteada por ciertos sectores -con todos mis respetos, obviamente- nos lleva al punto inicial de partida: ¿la restricción de la libertad -desplazamientos, reuniones, confraternidades a cualquier hora de la noche, paseos en las del alba...- repercute directamente en el control del acelerado impacto negativo covidiano? Menos libertad, sacrificio y renuncia a elementales derechos como los apuntados, ¿significan menos contagios, menos muertes, a pesar del devastador impacto económico sobre todo en pequeñas y medianas empresas?
Los grandes, ya se ve -supermercados, eléctricas, bancos-…, jamás lo habían tenido tan claro: las ganancias extras se las pagamos nosotros con las disparatadas subidas de precios ante las cuales el Gobierno calla, considera imposible su control. O teme, claro. O acaso es cierto que los consejos de administración son más poderosos que los ministerios. No recuerdo una cesta de la compra tan cara y disparatada como en estos últimos meses. Y con los fríos… el precio de la luz casi alcanza a las estrellas. La tarjeta -su uso se ha quintuplicado- significa más ingresos para la banca.
(Vienen al recuerdo las palabras del doctor Chil y Naranjo -1876-, científico canario frente a los adoradores del oscurantismo: “Lo que nunca puede perdonarse es la mordacidad de la ignorancia al querer calumniar a la ciencia”.)
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Nicolás Guerra Aguiar