“La partida de los músicos" o la alternativa sueca a la lucha contra la pandemia - por Gerardo Rodríguez
“La partida de los músicos" o la alternativa sueca a la lucha contra la pandemia - por Gerardo Rodríguez, miembro del Secretariado Nacional del STEC-IC
En la lucha contra la pandemia del coronavirus hay un país europeo que ha sorprendido por la estrategia que utiliza para tratar de doblegar la enfermedad y no se trata de un país cualquiera, es Suecia, que en nuestro imaginario colectivo viene a ser aquel lugar donde se hacen las cosas bien pensadas, compaginando osadía con vanguardia, donde las garantías y los derechos individuales y colectivos están sólidamente anclados y donde se impone la racionalidad por encima de las virulencias instintivas y las arbitrariedades caprichosas.
La estrategia sueca consiste en depositar la lucha contra esta devastadora enfermedad en la responsabilidad individual y el civismo conjunto de la población. No se ha llevado a cabo ningún tipo de confinamiento, que yo sepa no se han cerrado comercios, bares, restaurante o colegios. Eso sí, las autoridades recuerdan constantemente las instrucciones generales a seguir: lavarse las manos, evitar las aglomeraciones, mantener las distancias, teletrabajar…En definitiva, cumplir con rigor normas de sentido común básicamente.
De momento no parece que hayan tenido éxito en su vía alternativa al confinamiento, a 17 de mayo (fecha en que escribo este artículo) supera los 30.000 contagiados y se acerca a los 4.000 fallecidos, con una tasa de mortalidad del 12%. Todos estos indicadores negativos son superiores a los de sus vecinos Dinamarca, Noruega y Finlandia que sí adoptaron el confinamiento como medida a seguir. Sin embargo las autoridades sanitarias suecas persisten en su alternativa como solución, consideran que estamos en la primera parte del partido y que, en meses, tendremos la segunda parte con un presumible rebrote de la enfermedad y, al final, están seguros de ganar este dramático duelo sanitaria, social, económica y emocionalmente. Veremos si ese vaticinio se cumple.
La pregunta que nos podemos hacer es obvia, ¿por qué los especialistas de Salud Pública sueca depositan su confianza para vencer la enfermedad en la responsabilidad cívica de la ciudadanía fundamentalmente? Sabemos de la fortaleza de su sistema sanitario y sus servicios públicos que, sin duda, confieren confianza y autoestima, pero han puesto el énfasis en la madurez y la responsabilidad de la ciudadanía. Responder esta cuestión es lo que pretendo con estas reflexiones.
Con eso y con todo, el Estado de Bienestar es un modelo de Estado que se ha ido construyendo progresivamente y sus beneficios a la vista están. No voy a entrar aquí en debates sobre su naturaleza, sobre si es una idea para mantener el capitalismo como sistema hegemónico en tiempos revolucionarios o un salto cualitativo importante para mejorar la vida de los más necesitados dentro de un sistema clasista que mantiene su estructura. Sin duda en esa construcción han participado muchos agentes sociales y personas concretas a las que debemos otorgar el papel que, en justicia, les corresponde.
Así pasó con el sindicalista Emblad, su ilustración no pudo con los prejuicios, la ignorancia, la cerrazón de los habitantes de la Suecia montaraz, rural y desconfiada de principios del siglo XX. Emblad fue el prisionero que escapó de la caverna y que, cuando regresó para ayudar a los compañeros a salir de su paupérrima existencia, no solo no quisieron sino que lo mutilaron. Pero no desistió, como Penélope, siguió tejiendo “la mortaja de Laertes” que un buen día fue capaz de enterrar a la casta de patronos, militares, políticos, predicadores que ejercían un poder omnímodo, sin preocuparse de los sufrimientos continuos y las miserables condiciones de vida del resto de la sociedad.
Ese tributo que tuvieron que pagar los pioneros no fue en vano, la sangre derramada fue el humus del que creció el rosal que ha sido Suecia durante más siete décadas. Estos agitadores sindicales, fueron los primeros que osaron levantarse contra las estrategias secularmente seguidas desde el Poder. Temblaban de miedo, padecían humillaciones, eran represaliados, sentían vergüenza, imploraban perdón….eso les hacía más grandes, eran seres humanos, no supermanes, por que conocían el miedo y lo enfrentaban eran valientes.
Los inicios del siglo XX, la época que reconstruye magistralmente Per Olov Enquist, fue en lugares urbanos un tiempo de innovaciones tecnológicas que transformaban la vida cotidiana de las ciudades europeas a una velocidad nunca vista, progresan las comunicaciones, se inventa el motor diessel, el cinematógrafo y el alumbrado eléctrico pone luz donde antes había oscuridad. Pero ese mismo progreso tecnológico engrasó la maquinaria de la muerte durante la 1ª Guerra Mundial, una carnicería que se cebó con los hijos de las clases trabajadoras, cuyos progenitores trabajaron antes en jornadas extenuantes para levantar la idea burguesa de PROGRESO lineal, desde hace tiempo desacreditada con argumentos y razones que parecen irrebatibles, desde mi punto de vista.
Hoy, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, la Carta Social Europea de 1961 o el Protocolo de San Salvador de 1988, aparte de otros textos jurídicos con carácter global , nacional o regional declaran que los seres humanos tienen derecho al trabajo en condiciones de equidad, dignidad, seguridad e higiene y que el propio derecho al trabajo es inseparable del derecho de asociación sindical, de huelga y de negociación colectiva. Conjuntamente con el derecho a la educación y a la salud, configuran el eje de los Derechos Humanos de 2ª Generación o derechos económicos, sociales y culturales. Pero es necesario advertir que estos derechos muchas veces no se cumplen o están en peligro por las políticas de desmantelamiento de los servicios públicos y de desregularización del capital que llevan a cabo los gobiernos y las instituciones mundiales neoliberales, por tanto, debemos trabajar para su fortalecimiento porque de ellos depende la equidad social.
Recorrí no hace tanto los parajes donde se desarrollaba la vida austera de emociones que radiografía Enquist en “La partida de los músicos”, el coche se deslizaba por las serenas carreteras del norte sueco, los lagos congelados y las figuras fantasmagóricas de los árboles cubiertos de nieve, testimoniaban el rigor del invierno, el termómetro se mantenía desde hacía días sobre los 15º bajo cero. Pero salvo la climatología, nada recuerda lo que fueron esos territorios hace más de un siglo, ni las desdichas y la precariedad de sus habitantes. A lo lejos, sobre el Parque Nacional de Abisco, se dibujaba el espejismo de una aurora boreal, afortunadamente hay cosas que no cambian ni deben hacerlo, otras deberían cambiar mirando al norte.
Aurora boreal en Abisco
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Gerardo Rodríguez