El Pazo de Meirás ¿a quién pertenece? - por Erasmo Quintana
El Pazo de Meirás ¿a quién pertenece? - por Erasmo Quintana *
l Pazo (palacio) de Meirás tiene su historia. Perteneció a la aristocrática dama Emilia Pardo Bazán, escritora de armas tomar; que lo diga -si pudiera-, Juan Valera, con quien mantuvo una larga discusión acerca de aspectos sociológico-literarios de la época durante algún tiempo.
La autora de Los Pazos de Ulloa fue una de las tantas mujeres que pasaron por la vida de nuestro insigne Benito Pérez Galdós. Ella se convertiría sin duda, aparte de gran hembra y buena amante, y dada su alcurnia, en mecenas del autor canario. La dama en él encontró terreno abonado, pues nuestro paisano fue un hombre avanzado para su tiempo; nunca quiso pasar por la vicaría y menos por la sacristía. Debió calibrar que alguien con una dedicación plena a la realización de esa obra de proporciones como la suya le exigía consagrar todo su tiempo a ella. Tener esposa e hijos con los cuidados y preocupaciones que la vida de familia conlleva le hubieran restado eficacia y dedicación plena a su creación literaria, y por aquello de cuando nos visita la inspiración, que te encuentre trabajando. Se negó por tanto a permanecer confinado en las duras exigencias hogareñas, lo que le convirtió en un solterón empedernido. Una creación literaria tan colosal como la suya (su nombre está asociado a Cervantes), requería dedicación a tiempo completo.
La otra historia del Pazo de Meirás, la más reciente, se nos antoja con tintes macabros. El mismo procedimiento de su compra a los herederos del palacio, en burdo acto de rastrero peloteo al dictador, lo atestigua. Militarizado el país, para la comisión que se encargó del “regalo a Franco” lo tuvo fácil: obligó al pueblo llano a pagar todos los meses una cantidad establecida que se prolongaría en el tiempo. Es decir, que cientos de gallegos fueron obligados a hacer donaciones, pagando a escote colectivo la babosería de los arribistas al invicto caudillo de España, el generalísimo.
Sin nombrarle al catalán Grimau y tantas ejecuciones en juicios sumarísimos, le recordaremos que aquí en Gran Canaria su admirado personaje, ya con un pie en la sepultura, firmó la pena de muerte de El Corredera desoyendo las súplicas de clemencia que le envió el obispo de esta Diócesis, Dr. Antonio Pildain Zapiain, siendo al fin ejecutado de la forma más bestial e inhumana que se puede hacer: a garrote vil.
* En La casa de mi tía por gentileza de Erasmo Quintana