Al planeta Tierra, ¿lo cuidamos o se maltrata? - por Erasmo Quintana
Al planeta Tierra, ¿lo cuidamos o se maltrata? - por Erasmo Quintana *
Señales del comentado cambio -insisto- lo encontramos aquí en Gran Canaria, donde ha llovido de último bastante, si lo comparamos con años anteriores. Y cuando pasamos con nuestro coche por la zona de los puentes de Silva, es de ver, apreciar y disfrutar de lo verde y bonito que se convierte todo; es lo agradecida de esta tierra grancanaria -a la que han considerado recientemente poseedora del mejor clima del mundo-, pues basta que caigan cuatro gotas para ver cómo se ponen de frondosas las medianías y esa cadena de montes escarpados a orilla de la carretera, cubiertos con un completo manto de vegetación endémica que alegra la vista y ensancha los espíritus por esa inmensa y bella alfombra verdecida...
El médico de cabecera se pone pesado desde su depurada profesionalidad con nosotros cuando nos vamos haciendo mayores, y debe ser por eso que hace poco, tan solo unos días, me aconsejó que tomara mucha agua -dos litros al día- por los incipientes problemas, no muy graves, por cierto, de mis pobres riñones. Bebo agua como un poseso desde entonces, y quiero describir que el tracto interior con este maravilloso líquido lo percibo con un estado de conciencia benefactor. El agua llega a mi garganta fresca y cristalina como una bendición de la Naturaleza, y si es precipitada esde lo alto, como un regalo de frescor pleno, pasando al estómago cual bálsamo reconfortante.
En efecto, el refrigerante líquido llega al tracto digestivo proporcionándome un estado pleno de bienestar; limpia de impurezas las vísceras y pasa a los riñones, donde hace de reparador tónico, consiguiendo que en esos precisos momentos alcance un estado de alivio inconmensurable. El agua por tanto como líquido se convierte en algo indispensable para que haya vida -sabemos que sin agua nada existiría-, me produce un doble bien, cual es la sensación gratificante de frescor en mi calenturienta garganta aplacando mi sed, como medida -repito- de limpieza de mi organismo por su acción de arrastre de todas las excrecencias que un cuerpo saludable debe desechar.
Produce mi sudor, que al tiempo de expeler material nocivo -las toxinas-, es un mecanismo natural de refrigerarse nuestro cuerpo. La cada vez más escasa agua que me alimenta, así mismo es mi consuelo, pues cuando me vienen momentos depresivos de profunda tristeza acude en mi ayuda en forma de lágrimas como el mejor desahogo y consuelo, haciendo que al final acabe sintiéndome mucho mejor. Y quién lo duda, el agua es un bálsamo, es la vida misma, porque sin ella el milagro de vivir sería imposible: mantiene verde y perfumado con mil esencias los llanos y praderas, y es un don inestimable de la Naturaleza. Todo campo en barbecho resucita y vive estacionalmente con su benefactor y mágico efecto. Y porque además, para rematar, algo tendrá el agua cuando la bendicen, que dicen los entendidos.
* La casa de mi tía agradece la gentileza de Erasmo Quintana